jueves, 30 de enero de 2020

La rifa.

Foto de #Edgarp.miller

La publicidad, el pésimo servicio de transporte público y el mal ordenamiento urbano te hacen pensar que tener un auto es necesario. La publicidad le adiciona, el que si tú lo tienes te veras interesante, glamurosa, aristocrático y mucho mejor que aquellos que viajan en transporte público.

Ves tus capacidades económicas y sabes que no podrás comprarlo, pero los concesionarios y los bancos te ponen el diablo en la oreja y decides adquirirlo a crédito. Durante un mes eres la persona más feliz del mundo con un auto nuevo o seminuevo.

Después, inicia el peregrinar del automovilista, subes al auto e inicia tu transformación, te sientes superior a los demás, inmortal; todos los días arriesgas tu vida, sin siquiera darte cuenta. Pero lo peor sucede cuando un día sales de tu casa y tu reluciente auto tiene un rayón o le faltan las insignias, el espejo o una calavera.

Ahora inicia la ansiedad, tienes que buscar donde guardarlo tanto cerca de tu casa como cerca de todos aquellos lugares a donde vas a ir, ya que no sería de tu estatus caminar, te das cuenta que eso significa mayor gasto y piensas que venderlo para olvidarte del asunto sería lo mejor. Pero; o sorpresa, nadie te lo paga; ni por la cantidad que aún debes al banco, tu auto únicamente por salir de la agencia ya casi vale la mitad. Así que no aceptas perder tu inversión y te lo quedas.

Después, te das cuenta que tú habías calculado como gasto la gasolina y no sabías que el auto requiere servicios, de rigor para la garantía, que cuestan. Igual, que dado a que ahora tienes que conseguir otro empleo para completar los gastos, se deterioran las llantas y otras partes de la unidad, el miedo a los accidentes y robo de autos te obliga a comprar un seguro, si es que no ya te lo encajaron, sin darte cuenta, los del crédito.

La mala estructura de las arterias, tanto urbanas como suburbanas te dañan la suspensión aumentando tus gastos, agregándole que por tener el auto quieres usarlo para ir a todas partes en él.

Así pues que ahora comes menos y más barato para ahorrar, te compras menos ropa, y te privas de cosas que antes eran parte de tu vida cotidiana, por la única causa de mantener junto a ti el auto, llegan días en que no tienes para comprar gasolina y te miras obligado a utilizar el transporte público. Pero aún no decides deshacerte del auto ya lo sientes como parte integral de tu cuerpo y esencial en tu manera de vivir.

De pronto se te prende el foco y decides rifarlo. Si lo haces, regresarás a tu tranquila vida cotidiana, después de pagar tu deuda. Pero el auto ya es parte de tu carne y decides que la rifa es una estupidez, más porque quienes están a tu alrededor, también están enganchados con un auto, y te aconsejan que no lo hagas. Así que acudes a un agiotista para que te preste dinero, más te anima cuando te dice el sujeto que con que le pagues los intereses la iras pasando; y así lo haces. Ahora te das cuenta que los intereses se suman a lo demás ya que el crédito del auto no puede liquidarse de una sola exhibición porque te penalizan con un porcentaje, así que te gastas lo prestado en otras cosas y tienes que conseguir otro ingreso. Antes de gastarte el dinero ya habías pensado vender productos por catálogo.

Pues bien en tu cápsula de confort, tu sientes que eres superior a los que no están como tú, que ya eres un triunfador porque debes créditos y trabajas veinte horas al día, comes lo que se puede y te diviertes cinco días al año viendo novelas en la televisión, cuando el auto entra al taller para reparación mayor y no sabes como vas a pagar la cuenta.

Así la vida cotidiana en un país tercermundista; que dicen es capitalista y donde tienen miedo que llegue un dictador a quitarles eso. Al parecer en los del primer mundo las cosas se están pareciendo a las del tercer mundo, los beneficiados de este sistema ya tienen bastante experiencia en llevar a la población a este estado de cosas.

jueves, 23 de enero de 2020

Por el Teconco, camino del Río Huacapa.





A veces quisiera desistir de escribir sobre el daño que ocasionamos a nuestro planeta. Porque la mayoría ni lee y algunos de los que lo hacen buscan otro tipo de información. Lo que me lleva a concluir que corregir nuestra actitud para mejorar nuestro entorno no está considerada en los planes de la población. Tal vez piensen que no pueden hacer nada para cambiar o dan por hecho que alguien se encargará de solucionarlo. Como en casa cuando de niños nos regañaban por el tiradero pero a final de cuentas la madre o la sirvienta arreglaban todo; tal vez se chocaban de pedir cordura a los niños.



Considero que debo insistir, aunque sea para que quede el testimonio de que al menos yo me di cuenta en su tiempo de que había solución y no quisieron aplicarla. Así para cuando se lamenten de sus acciones, no tengan a quien culpar. Ya para entonces se tragaran su amargura hasta morir en su mugre o su descendencia ahogada en sus porquerías.



Cyril Northcote Parkinson en su libro la Ley de Parkinson nos dice: En todas partes nos encontramos con cierto tipo de organizaciones (administrativas, mercantiles o académicas) en las cuales los más calificados directivos son gente laboriosa y torpe, los que les siguen son únicamente diligentes y hábiles en intrigar los unos contra los otros, y los más jóvenes son necios y superficiales. Poco es lo que se emprende. Nada lo que se consigue. Al contemplar tan triste espectáculo, todos nos inclinamos a pensar que los que se mantienen en los primeros puestos habrán realizado toda clase de esfuerzos, habrán luchado de algún modo contra la adversidad, y que, finalmente, se habrán resignado al fracaso. Actualmente sabemos, de acuerdo con el resultado de modernas investigaciones, que no hay motivos para admitir sin más ni más la existencia de fracaso alguno.


 
Así pues, que lo ya estudiado me lleva a pensar que todavía hay solución y de ahí la intención de seguir insistiendo en motivar a todos para encontrarla o aplicarla cuando ya esté.


 
El tema sale ahora por que fui a visitar una parte del cañón del Teconco a la cual no había tenido oportunidad de ir. Este cañón se encuentra entre las montañas Bordo Alto y Chocomulco, al parecer se formó con el pasar del Río Huacapa durante millones de años ayudado por el movimiento tectónico de las placas de la Sierra Madre. Hablo de México, en el estado de Guerrero, municipio de Chilpancingo.



Es unas de las partes del río donde éste ha formado un paso escabroso de una belleza insólita. Forma pozas, sumideros y cascadas; bellas todas. Esto rodeado por acantilados enormes y un follaje impresionante.


No tiene ni cinco años que caminé el Teconco con mi amigo Ismael Catalán, entonces las aguas del Río aún eran cristalinas y limpias. Esta vez noté con tristeza, que el aumento de la población de Amojileca y el descuido de las autoridades en complicidad con la ignorancia de la población, que las aguas ya llegan al cañón contaminadas. Sobra decir que este es un delito federal que comete el Ayuntamiento de Chilpancingo.


Si a la contaminación del agua le agregamos la cantidad de envases de plástico junto con otros artículos que la corriente acarrea en la temporada de lluvias, esto se empieza a convertirse en un basurero.



Caminamos al principio por un camino de terracería para vehículos, donde termina este se toma una vereda poco usada que nos lleva hasta un lugar que le llaman La Casa de Teja en la carretera Chilpancingo - Chichihualco, nosotros no llegamos hasta ahí porque el propósito era salirse de la vereda para conocer el lugar que nos trajo a escribir esto.




Así que a unos pocos kilómetros dejamos el camino para llegar al cauce del río.










Por la vereda se puede notar viejas construcciones, probablemente hechas con el propósito de aprovechar el agua del río o de algunos puentes viejos que en sus crecidas el río destruyó. Porque esos sí, podrán ensuciarlo pero cuando crece cuidado con el río, es malo de maldad criminal.


De inmediato se nota que el agua ya está contaminada, la espuma que se forma da un aviso importante de lo que está sucediendo, incluso 15 días después fuimos a ver el río, antes de la entrada al Teconco y ya estaba el agua negra, como queda a su paso por Chilpancingo; o sea, puras aguas negras.



Sus alrededores y los vericuetos que hace el agua aún nos permiten imaginar a un lugar paradisíaco, seguimos su cauce hasta donde estaba una gran roca, en donde, sobre esta, un árbol sobrevive enredado a ella y ella perforada exquisitamente por las fuertes corrientes que se forman en la temporada de lluvias. Mostrando una escultura hermosa esculpida por la naturaleza.


Este lugar marca la desviación donde tenemos que forzosamente subir por las faldas del Bordo Alto para poder llegar al destino que está al menos un kilómetro después.


Así lo hacemos caminando extasiados del lugar; una vez que llegamos a él, que desde lo alto se mira y escucha lo buscado, ahí se inicia un descenso, como de unos cincuenta metros de campo travieso, para encontrarnos con las pozas, re sumideros, pequeñas cascadas del agua, que aún sabiendo que ya están contaminadas nos daban ganas de darnos un chapuzón, obviamente no lo hicimos. En la ocasión que les mencioné que viene antes, sí me metí a una posa más lejana de aquí y cerca de Chilpancingo.








 

Ya después, de estar un buen rato apreciando la belleza del paisaje, de haber tomado algunas fotos y de respirar el aire diferente del lugar, regresamos a donde desviamos el camino; para que en un playón del río hiciéramos el bodegón acostumbrado.


La mano del hombre, destructor siempre presente, como lo muestra la fotografía del tocón de un roble o sabino.




Terminadas las viandas y solo una pequeña ración de mezcal regresamos hasta donde empieza la vereda y termina el camino de terracería donde no les había dicho está una fábrica de mezcal y que precisamente en ese día iniciaban la destilada. Ahí nos tomamos las tres de rigor como dijo el fabriquero de su exquisito mezcal; de puntas porque apenas empezaba la destilación, es un verdadero honor ser convidado por estas magníficas personas tan esforzados trabajadores artesanales.