El haber logrado, poder pensar sobre nuestra existencia, fue una casualidad como aquella, en que la semilla de un amacoscle cae sobre una piedra con excremento de un mamífero X, y en ella germina hasta convertirse en un enorme árbol; donde, incluso, las raíces rompen la piedra sin que ella se lo permitiera.
La naturaleza llevó a este simio a pensar, se volvió creativo del pensamiento e inventó un mundo paralelo; de fantasía, en el que ahora se le dificulta vivir, ya que perdió la habilidad de supervivencia como los hacen los demás seres vivos.
Caminar por parajes donde la vida abunda, nos muestra lo insignificante que somos para sobrevivir. No podemos dejar de ser naturaleza, aunque somos creadores de cosas que parecen ajenas a la naturaleza, pero son naturales ya que somos producto de la naturaleza. Y así como los bacilos búlgaros mueren en la leche; en sus excreciones, así la especie nuestra y otras se extinguirán. Cubiertas en nuestra producción material, de fantasías creativas para satisfacer la necesidad de crear y acumular. Pasa a cada momento en todos los rincones del mundo, con las demás vidas e incluso con las que no tiene vida como la nuestra; a la que llamamos materia inerte. Y ahí ha estado ese misterioso universo, que en su movimiento continuo crea y destruye cosas, entre ellas la vida. Pero eso somos, algo más del polvo de estrellas, sin ningún objetivo y fin. Nosotros que podemos pensar sobre si mismos, no nos queda más que disfrutar ese momento que tenemos en el vórtice de ese caprichoso universo.