pintura de Arnold Böcklin la isla de la muerte, |
Es una moderna ciudad
de Chilpancingo decían,
tener auto es su verdad
al peatón lo maldecían.
Por tenerlo se endeudaban,
contaminar su filosofía.
La muerte no descansaba,
por culpa de la tecnología,
llevando accidentados
se la pasaba los días.
Mas no sólo los destrozados
fuerón de la muerte fuente,
de la contaminación frecuente
la parca llevó amortajados.
Chilpancingo se volvió,
lugar de destino frecuente
para la flaca maldita;
porque la lluvia concurrente
muchos muertos le entregó,
los que calacas llevó
al infierno enseguidita.
Ahora se persignan lento
con mucha agua bendita,
para seguir consintiendo
lo que la vida les quita.
La muerte muere de risa
sentada en un basurero,
mientras el diablo de prisa
quema a tanto usurero.
Allá en el cielo muy solitario
huichilopoztli la carencias sufre,
mientras el diablo en azufre
se divierte con tanto sicario.
La muerte siempre muy lista
esperando está sonriente,
en este pueblo inconsciente
el morir está a la vista.
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