Este sábado pasado nos volvimos a reunir con los compañeros de la Secundaria Federal Antonio I. Delgado.
Esta vez la hicieron en grande, unieron tres generaciones y escogieron el recién inaugurado hotel, el de una cadena popular de los güeros.
Así pues que mi señora y yo nos pusimos las prendas menos viejas; desde luego, después de darnos un buen baño. Esperamos que pasara el chófer con el auto (taxi pues) para que nos fuera a dejar al flamante salón.
Llegamos y ya habían arribado muchos conocidos, como yo solamente era el acompañante de la interesada; ya que yo no estudié en esa secundaria, fui a la de la broza, me alinee a las decisiones de mi señora con respecto donde y con quienes sentarse. Así que fue con una querida amiga con quien compartimos las viandas.
Eso no evitó que saludáramos a los demás, así que entre abrazos y besos nos deseamos lo mejor todos. Hubo cesión de fotografías como todos los años.
Me extrañó que ahora, salvo la intervención del amigo cantante, el organizador que dijo unas palabras y el diputado que se despidió, no hubo la acostumbrada dinámica de las participaciones de todos o en grupo. Tal vez, ya que nos fuimos nosotros se animaron.
Desde un principio las personas encargadas de atender se acercaban a uno ofreciendo bebidas. Aquí quisiera hacer un paréntesis. Resulta que ésta era la segunda reunión a la que acudo este fin de año y me causa tristeza lo que diré. Estamos en un estado, pero principalmente en una ciudad que está rodeada de pueblos productores de mezcal, pues ¿saben algo? En las dos reuniones cuando llegaron a preguntarme que si quería una bebida les pedí mezcal, para mi sorpresa me dijeron que no tenían y ofrecieron whisky, mira tú teniendo una de las mejores bebidas que hay en el mudo aquí; esta gente prefiere beber esa porquería. Que por cierto ni saben como está hecha. ¿Si supieran? Bueno, pero lo peor fue que le pedí de favor agua, ¡increíble!, ¡no tenían agua! Ha de ser para solidarizarse con la comuna; que tampoco nos la proporciona a diario. En ambos lugares yo iba preparado con mi ración de mezcal, así que la ausencia de esta bebida no me afectó. Luego en esta reunión, tal vez algo preocupados los encargados de las bebidas me llevaron agua, me la tomé desde luego, pero después que regresé a la casa, me quedé con la incertidumbre sino me habrían llevado agua de la alberca, bueno, lo caído caído, peores cosas me he tragado.
Una buena reunión, el solo mirar el entusiasmo de estas personas ya es reconfortante, intentar, después de verlos, recordarlos como eran entre sus 13 y 18 años es interesante; un ejercicio mental complicado pero interesante. Algunos ni viendo sus fotos de entonces los recuerdas.
Trajeron los alimentos prometidos, dieron a escoger entre dos platillos; nosotros habíamos escogimos lomo de cerdo en salsa de naranja, dijeron que se acompañaría de vino, tal como a mi me gusta. Uno entiende que aquellos que se dedican a preparar banquetes están capacitados para servir las combinaciones adecuadas, pero en Chilpancingo el mundo desapareció en el 2012 y vivimos en dimensiones paralelas. Así pues que en lugar de: Con una carne magra, en cocidos o preparaciones con salsas, vinos tintos ligeros y de cuerpo medio (Merlot, Malbec, Pinot Noir); pues no, trajeron un blanco espumoso dulce. Bueno: si en Chilpancingo almuerzan con coca cola, un vino más parecido a eso sería lo adecuado; a de haber sido la cavilación mental del encargado de escoger el vino.
Yo acompañé el lomo con mezcal de Daniel, el de Amojileca, que se lleva muy bien con este tipo de comida. Dejé el espumoso para digestivo al final del postre.
Pero comer no era el propósito sino la convivencia con las viejas amistades, y si que son muchos años 54 desde que salimos de la secundaria.
Desde luego que hubo música; con aquello de que lo bailado nadie te lo quita, pues mi amor y yo nos pusimos a bailar una tanda, después en la mesa tuvimos el gusto de convivir un rato con los del grupo Luna Azul. Que fueron los animadores de la reunión.