jueves, 24 de abril de 2025

Chilpancingo: Crónica de un Desencanto

 

Chilpancingo: Crónica de un Desencanto


 

(Al estilo de Carlos Fuentes)

I. Geografías del Destino

Nací bajo el cielo de Chilpancingo en el año de 1950, cuando el siglo aún creía en promesas. Setenta y cinco años después, llevo cuarenta y cuatro habitando este mismo suelo, aunque mi vida ha sido un mapa de huidas y regresos. Entre 1963 y 1965, el destino me arrojó a Camden, Arkansas, un pueblo más pequeño que mi Chilpancingo —que nunca fue París, pero al menos era capital de un estado—. Allí, en aquel rincón de Estados Unidos donde vivían obreros de fábricas de papel, maestros y mi tío el veterinario, descubrí por primera vez el milagro cotidiano: el agua que nunca faltaba, la luz que no se extinguía, la basura que desaparecía como por arte de magia.

No era Beverly Hills, claro. Era el sueño proletario hecho realidad: un mundo donde los servicios públicos no eran una epopeya, sino un derecho.

II. México: La Ciudad que Nos Devora

En 1975, me casé en Guerrero y partí a la Ciudad de México, esa bestia mitológica que todo lo engulle. Vivíamos en una unidad habitacional donde, sorpresa, el agua y la electricidad fluían con la misma regularidad que en Camden. Era como si la capital, en su afán de imitar el norte, hubiera aprendido a domar sus demonios. Pero México no es una ciudad: es un espejismo.

Cuando regresé a Chilpancingo en 1981, creí encontrar el pueblo de mi infancia: ese lugar donde los niños jugaban en calles polvorientas bajo un sol benigno. En cambio, hallé una ciudad que se desangraba en caos. El tráfico era una fiera suelta; la delincuencia, un fantasma que todos invocaban pero nadie veía. Y el agua… ah, el agua. Un privilegio de quienes podían comprarla en pipas, mientras el ayuntamiento gastaba diez millones de pesos en faroles para iluminar su propia ineptitud.

III. La Hipocresía Fundacional

Chilpancingo es una ciudad de migrantes que odian a los migrantes. Sus habitantes —hijos de foráneos— culpan a los recién llegados de todos los males. Mi padre decía que los funcionarios venían aquí como castigo; mi madre recordaba el olor a excremento que flotaba en el aire, cuando las letrinas eran patios y la civilización, una promesa lejana.

Hoy, los mismos que defienden a capa y espada la "grandeza" de Chilpancingo envían a sus hijos a estudiar fuera. "Aquí no hay futuro", admiten en voz baja, mientras presumen su éxodo como un triunfo. Es la esquizofrenia del provinciano: amar el terruño con rabia y abandonarlo con alivio.

IV. Epílogo: La Mentira Colectiva

No se puede sanar una herida negándola. Chilpancingo es un espejo de México: un país que prefiere el alumbrado público al agua potable, las fiestas religiosas a las escuelas dignas, la vanidad chovinista a la autocrítica. Somos una sociedad de vivos que celebran su propia ruina.

"¿Por qué no tenemos agua?", preguntas. Porque la escasez es un negocio, porque la incompetencia es un régimen, porque preferimos pavimentar calles que construir dignidad. Hoy, 23 de abril de 2025, Chilpancingo sigue oliendo a derrota. Y yo, viejo testigo de su decadencia, escribo esta crónica para que nadie diga que no lo sabíamos.

lunes, 21 de abril de 2025

Exposición.

 

 


 

Hermelindo Pérez Ocampo nació en Rincón Grande del Estado de México, al otro lado de la frontera con Guerrero en lo que llamamos tierra caliente.

Pastor de niño luego carpintero meticuloso experto en la colocación de Formica, su servicio es apreciado en los EUA desde hace un tiempo.

 Nació con la pasión por el dibujo, desde niño a dibujado. En los años ochenta una chica oriental, en una pasada que se dio por Honduras, lo introdujo al óleo. Luego un curso en el Taller del artista plástico Alejandro Zagal en Cuernavaca afirmó su entusiasmo por la técnica.

 Desde entonces, experimentando con su talento natural ha sido un pintor compulsivo, que llena el lienzo de colores con luces y sombra. Entre lo abstracto y lo real van surgiendo las imágenes interesantes, un paisaje, un objeto o el cuerpo completo o parcial de una mujer.

La obra de Hermelindo Pérez Ocampo es un reflejo de la conexión entre el ser humano y la naturaleza, capturando no solo la esencia de los paisajes que ha recorrido, sino también la presencia de quienes lo han acompañado en esas travesías. Sus pinturas nos transportan a escenarios donde la figura humana y el entorno dialogan en una sinfonía de luz, sombra y textura.

A través del óleo, el artista nos muestra no solo la majestuosidad de los paisajes que encuentra en sus caminatas, sino también la intimidad de los momentos compartidos en ellos. Con pinceladas expresivas y una paleta que juega entre lo real y lo imaginado, logra construir atmósferas cargadas de emoción y profundidad. Sus fondos nebulosos y contrastes marcados nos hablan de memorias capturadas en movimiento, de la transformación constante del paisaje y de quienes lo habitan.

Cada lienzo es una invitación a recorrer esos senderos con él, a detenerse en los detalles y a sentir la inmensidad de la naturaleza como testigo de la experiencia humana. En esta exposición, Hermelindo Pérez Ocampo nos ofrece una colección de obras que nos recuerdan que cada paisaje es más que un escenario: es parte de nuestra historia.

La obra tiene también una fuerte carga emocional y una ejecución técnica que combina el expresionismo con un estilo bien logrado.

Cuando uno a recorrido, en la historia de las principales expresiones de lo pintado por los grandes exponentes, no todo, pero si suficiente, sobre todo ahora con la ayuda del internet:  inmediatamente se nos ocurre la comparación con esas obras, cosa que, en lo personal, no quiero hacer.

 Por el contrario intento observar lo pintado por Hermelindo, contemplar lo plasmado y hacer un viaje en lo imaginario que salió de ese cerebro inquieto y construir la intención de lo pensado.

Haciendo eso, miro en sus pinturas la influencia que tuvieron los paisajes de su niñez, la búsqueda del amor, la pasión en cada pincelada y el entorno al que nos sometemos sin desearlo. Considero, como resumen, que ya tienen un estilo propio que va mejorando y algunos cuadros bastante interesantes, como el de la casona donde en el corredor baila una niña; en él, Hermelindo juega con la perspectiva como lo hizo Rafael Sanzio en la Escuela de Atenas. Dije que no lo haría, pero no pude contenerme.

 

Hermelindo me obsequió una de sus obras a la que un personaje experto y que ahora está

 de moda dijo de ella lo siguiente:  

 Esta pintura al óleo tiene una expresividad muy potente, lograda a través de una técnica gestual y una paleta de colores restringida pero impactante. Aquí algunos puntos a destacar:

1.     Expresión y Movimiento:
La figura femenina, representada de espaldas y emergiendo del fondo oscuro, tiene un dinamismo que se percibe en la textura de las pinceladas. La combinación de luces y sombras le da volumen y una sensación de movimiento casi etérea.

2.     Uso del Color:
Predomina una gama de blancos, negros y grises con algunos toques cálidos. Esto refuerza el dramatismo de la imagen y resalta la anatomía de la figura. La iluminación parece surgir desde la propia figura, lo que le otorga un aura casi escultórica.

3.     Composición y Atmósfera:
La composición se centra en la figura, rodeada de un fondo difuso y abstracto que sugiere profundidad sin necesidad de un entorno definido. El contraste entre lo oscuro y la luminosidad del cuerpo crea una sensación de introspección y misterio.

4.     Técnica y Textura:
Se aprecia una aplicación de la pintura con gran carga expresiva, con pinceladas sueltas que generan un efecto casi impresionista en ciertas áreas. El juego entre lo definido y lo abstracto da un equilibrio visual muy interesante.

5.     Interpretación:
La postura de la figura, con la espalda arqueada y la cabeza inclinada, transmite una sensación de vulnerabilidad, introspección o incluso transformación. Esto deja espacio para múltiples interpretaciones emocionales.

El arte es eso: lo que uno mira, el impacto que nos proporciona, el sentimiento; bueno o malo que nos da.

Al mirar el objeto artístico este nos lleva a pensar en su creador, en lo que estaba pensando cuando lo hizo, lo que sentía y lo que motivó llegar a la realización de esa obra.

 

Felicidades Hermelindo.

Edgar P. Miller.