miércoles, 5 de mayo de 2010

Un caso. (Llamémoslo A)

Les voy a contar algo importante y curioso. Hace algún tiempo para ser precisos por el año de 1988 yo era comerciante de plaguicidas agrícolas, un negocio que desde 1957 empezó fundado por mis padres; a quienes yo se los compré.
Basta de historia, a lo que iba:
Cada gobierno tiene un grupo a quienes apoya y de quienes recibe apoyo. Pues en esos años que menciono estos grupos eran los agricultores, quienes se quejaban de que los plaguicidas aumentaban los costos de producción de su actividad. Esta queja, resultado de que el gobierno quería aumentar la producción agrícola y al mismo tiempo satisfacer a la población con productos alimenticios de mejor costo, requería atención inmediata. Pues bien, dentro del gabinete de este gobierno, a alguien se le ocurrió que mandando a control de precios a los plaguicidas sería la panacea de la enfermedad. Como se acostumbraba entonces para simular que los precios se mantenían estables. Obviamente los grandes consorcios transnacionales, fabricantes de los plaguicidas, no serían quienes apechugarían en cuestión de costos de producción y como es costumbre se hicieron una con los gobernantes. Resultando que se controlaba el precio al público pero no el precio al distribuidor lo que resultó que llegó un momento en que ambos precios eran el mismo y además que los fabricantes se las arreglaron para que ellos pudieran aumentar, legalmente desde luego, algo que llamaban: cargó por situación; cargo que, aunque usted no lo crea, no era acumulable al precio público. Pues que sucedió que a mí no me convenía vender algo que era ya un riesgo a mi persona y a mis ayudantes, además de que no le ganaba, incluso perdiendo en este dichoso costo de situación.
Quiero también decirles que al gobierno se le empezó también a ocurrir pedirle requisitos como responsable técnico a quienes los vendían lo que aumentaba el costo de venta, Los fabricantes, muy monos, nos pedían que aguantáramos que al fin eran productos gancho y que gracias a estos venderíamos los otros, mejor que si no los tuviéramos; ja ja je je. En esté momento me quede entre las siguientes alternativas:
1. Venderlos al precio conveniente dando mochada a los inspectores, como después hicieron quienes continuaron con el giro. Si voy a ser delincuente, prefiero buscarme algo más lucrativo y seguro.
2. Seguir la recomendación de los fabricantes, rezándole a la Lupita. Creyendo, que ellos, realmente piensan en nosotros, que también los pobres son víctimas de un gobierno injusto; y que teniendo sus productos de gancho seguiría siendo un gran negocio. Jo jo ji ji.
3. Mandar al diablo, tanto a los fabricantes, como al gobierno con sus reglamentos, dedicándome a otro giro comercial sujeto a menos reglamentación y con mejor utilidad.
El consumidor final terminó temporalmente afectado con mí salida del comercio, sin darse cuenta que él mismo ocasionó todo el problema, Siempre parece ser que es así. La población exige sin conocimiento de causa, un gobierno incompetente y perverso que busca beneficiarse a expensas de la petición ciudadana. Resultando: Un daño, retroalimentado por ignorancia, a toda la población. Cuando digo que temporalmente es por que como yo ellos hicieron su parte para resolver su problema. Así es como funciona el mundo los grandes problemas los ocasionan los gobiernos, los ciudadanos comunes resuelven sus pequeños problemas como pueden y seguimos existiendo.
Con el beneficio de que los milagrosos plaguicidas de entonces ahora son los demonios de la contaminación. Lo mismo resultará con muchos otros productos que salen de nuestra maravillosa tecnología y de nuestras populares y necias necesidades.
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