sábado, 9 de agosto de 2025

El salvador.

 

 


Compañeros y compañeras:

La mecánica para imponer un dictador —¡y que nadie se confunda!— no viene del cielo, no viene por obra de Dios, aunque algunos quieran creerlo así, como si fuera una profecía. ¡No! Esos dictadores no los nombra la voluntad divina; los nombra, los fabrica, los financia la oligarquía mundial, las grandes corporaciones, esas que se llevan la parte más grande, la tajada más jugosa, de los recursos de nuestros pueblos.

¡Así fue en América Latina, así fue en África, así fue en Asia! Lo hemos visto con Batista en Cuba, lo vimos con Somoza en Nicaragua, con Pinochet en Chile, con tantos otros peones del imperialismo.

¿Y qué hacen antes, compañeros? Crean un clima de miedo, un ambiente de crímenes atroces, de violencia inhumana; someten a la población con lo que ellos llaman “delincuencia organizada”, pero que no son otra cosa que ejércitos mercenarios, ejércitos de uniforme o sin uniforme, entrenados y armados por los mismos que controlan las bolsas de valores y los bancos internacionales.

Después, cuando el pueblo ya está agotado, atemorizado, cuando parece que no hay salida… colocan a un títere. Un presidente de cartón, que se populariza encarcelando a miles, que usa ese respaldo para cambiar las leyes, perpetuarse en el poder y entregar, en bandeja de plata, todos los beneficios a sus verdaderos patrones.

Y así, compañeros, es como países enteros —y aquí digo El Salvador, pero podrían ser muchos más— caen bajo esa maquinaria. Y luego, con cinismo, nos lo venden como un ejemplo, como un modelo, como si fuera algo bello, como si fuera un milagro de orden y progreso.

Pero la verdad, compañeros, la verdad que aprendimos en la Sierra Maestra, la verdad que nos enseñó la historia de nuestros pueblos, es que ningún dictador, ningún títere del imperialismo, trabaja para el pueblo. ¡Trabaja para el dinero, para el poder extranjero!

No hay comentarios:

Publicar un comentario