lunes, 21 de junio de 2010

Recapacitando.



  Un día que estábamos tertuliando después de un partido de fútbol, un individuo que se nos acercó al parecer motivado por nuestra conversación, no platicó lo siguiente:

Yo en una ocasión motivado por los comerciales de autos me compré uno de esos modelos familiares costosos y amplios, después me di cuenta que donde vivía no podría tenerlo, ya que la casita no estaba adecuada para alguien de mi categoría, es decir alguien que tiene un auto como el que adquirí. No me quedó otra (¿?) que comprar una casa adecuada a mi posición. Compré una con cochera para poder estar a modo con mi adquisición. Así estuve feliz unas semanas con mi nuevo estatus de vida; incluso, fachosamente, en febrero fui a pagar los quince mil pesos de tenencia, para demostrar que yo era un individuo de clase. Todo iba bien hasta que aquel día en que se enfermó mi niña, grave la subí a la camioneta, pero cual no sería mi sorpresa, al abrir la puerta, cuando vi que estaba un auto estacionado frente a mi garaje sin permitir que pudiera salir del cobertizo. No me quedó más remedio que parar un taxi; que pasó después de esperar media hora, para dirigirme donde el médico para que mi hija fuera atendida. Por suerte todo quedó en una mala experiencia. No fue grave el ahogamiento que sufría por lo que se alivió. A partir de ese momento opté por dejar el auto afuera del garaje con la providencia de que no me sucediera lo mismo.

¿Qué creen que siguió? Les diré, una mañana, al salir para ir al trabajo me encuentro a la camioneta sobre tabiques, sin llantas, sin espejos; hasta el parabrisas y el medallón le quitaron los ladrones. Mi impotencia me hizo sentirme idiota. A quien se le ocurre dejar medio millón de pesos tirados en la calle fue el pensamiento que llegó al momento. Después queriéndome consolar me dije: el seguro que pagué, pero cual, el seguro paga robo total y siniestros; pero esto no. Fui al ministerio público y después de perder tres días quedó el acta levantada. Ahora, me dije, a esperar que nuestras autoridades resuelvan lo que tienen que resolver. Claro está, con la advertencia que me hicieron: de que es muy difícil recuperar los accesorios; ya que no existe modo de identificarlos. Sí señor, a que imbécil se le ocurre presentar una denuncia con la esperanza de recuperar lo robado. Bien, a mí. Me fui a la casa a sufrir mi decepción, Tratando de poner mi mente en calma y reconsiderando lo que hice y lo que debo hacer.

Pues bien. Lo primero que concebí fue vender lo mejor que pude lo que quedó del auto. Con parte del dinero acondicioné mi cochera como local comercial, con el resto del dinero compré accesorios para autos y abrí en mi local un negocio. Incluso me alcanzó para vocear unos promocionales en la estación de radio. Esto me permitió que mis principales proveedores, los cacos de accesorios, se enteraran que existía. Quienes me vendían a precio de: — ahí jefe deme lo que quiera. Gran negocio el mismo día que compraba se vendían, curiosamente, a los mismos que se los robaban. Me volví famoso con mi tienda ya que siempre, decían, conseguían la pieza que les hacía falta.

No todo fue “miel sobre buñuelos” ya que de repente llegaba la autoridad competente para quererme acusar de complicidad en el robo de partes, pero fácil me los quitaba ya que ahora en lugar de pagar tenencia, pago mochada; que para el caso es mejor. Ah, y quiero también decirles que en lugar de gastar en gasolina tengo utilidades, y desde luego pago Isr, Ietu y entero el Iva. Viva México.




Nota de advertencia: todos los personajes son ficticios si llegara a parecerse a un hecho real, es casualidad.

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