jueves, 2 de octubre de 2014

Asesinos.*


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Dibujo a escala de Edgar P. Miller.

Estábamos en el año de 1968, el mismo en que yo había terminado la secundaria, en la historia de mi vida este año significa el de mi realización internacional, aquí en México se realizarían los Juegos Olímpicos, en esta época los Juegos Olímpicos eran todavía como los idealizaba el Barón Pierre de Coubertin(1), quien ya había muerto; desde el principio del año habíamos estado entrenando, aquellos que portaríamos el fuego olímpico en la sub sede de regatas que sería Acapulco, los entrenamientos eran como los de los atletas, por lo mismo mi condición física era excelente, al mismo tiempo, debido a que tenía que presentar mi examen de admisión a la vocacional del Instituto Politécnico Nacional, estaba estudiando intensamente por lo tanto; en mi se cumplía el lema de “mente sana en cuerpo sano”, no recuerdo la fecha exacta en la que tuve que ir a México para sacar la ficha del examen de admisión pero se que fue antes del 2 de octubre, llegué a México al departamento en Tlatelolco que recientemente habían comprado mis padres, no crean que al chas chas (2), sino que con esos créditos que daban a 15 años con mensualidades crecientes, en esta época la inflación era un término que se usaba para decir que andaba uno de borracho (3), la acepción que se le da ahora ni se conocía (quizás los que estaban estudiando economía en Harvard la conocían y luego la pusieron de moda), la unidad habitacional era un ejemplo a nivel mundial, pero como todo lo que hacen los gobernantes en México también ésta era sumamente criticada, la población le encontraba muchos peros (4), el día que saqué la ficha, después de regresar al departamento, me fui al centro a ver una película, a un cine, que si mal no recuerdo se llamaba Orfeón y que se encontraba en una de las calles que desembocan a la plaza de la constitución. Al salir del cine, cuando había terminado la función, me tocó vivir el caos ocasionado por una de aquellas manifestaciones, en el zócalo, del movimiento estudiantil de 1968, esta vez se habían quemado varios camiones urbanos y me tocó oír las sirenas de los bomberos y verlos pasar; así como a los granaderos que a gran velocidad se dirigían al centro, me tocó ver la estampida de muchachos activistas huyendo para no ser atrapados.

Desde donde me encontraba podía ver arder los camiones en el zócalo, no sé por qué pero sin inmutarme caminé en sentido contrario, rumbo a San Juan de Letrán, que era la calle donde yo debería tomar mi transporte; cual no sería mi sorpresa al saber que no había tal: todo se había suspendido. Al principio me preocupé, sobretodo cuando oí un comentario de que los granaderos aprehendían a los estudiantes que encontraban; yo no conocía muy bien México y por mis adentros me pregunté: -¿y qué si me confunden y me llevan?-. Yo creo que por la edad, que lo hace a uno imprudente y después de ver desde ahí las torres de Tlatelolco me dirigí caminando en ese sentido, no era corta la distancia, pero el que yo mirara el rumbo me dio confianza, llegué sano y salvo y más tarde con mi hermano Carlos y mi amigo Luis Flores que vivía ahí mismo salimos a cenar, nos dirigimos a un merendero que se encontraba en la misma unidad, en la planta baja de uno de los edificios más grandes, este lugar tenía televisión. Ya sentados y como la televisión estaba sintonizada en el noticiero de Jacobo Sabludovsky. En él, mostraron las tomas del zócalo, incluyendo cómo los granaderos atrapaban y golpeaban a los muchachos, en silencio terminaba de merendar y recordando aquel ambiente tan pesado y caótico que viví en el centro. Hasta la fecha, aunque yo no participé en ese movimiento activamente siento que lo viví así; y entiendo por lo que pasaron todos aquellos activistas del movimiento del 1968.

Días después sucedió el trágico día 2 de octubre en Tlatelolco “ la matanza”, yo, en esa fecha, ya me encontraba nuevamente en Chilpancingo, me enteré por la televisión, pero regresé a México a presentar mi examen de admisión y pude constatar las mentiras que posteriormente dieron las autoridades militares en cuanto a que ellos sólo dispararon al los pisos altos del edificio Chihuahua, que era según ellos donde estaban los que les disparaban a la muchedumbre, yo vi toda la planta baja del edificio, que incluso, parte de la fachada que da a la plaza, se encuentra por debajo del nivel de la plaza: todas las paredes estaban llenas de perforaciones en forma de embudo como de unos 10 cm de profundidad, muestra del poder de los disparos, sobre el mármol y el concreto, parecía queso gruyere; los vidrios de los aparadores de las tiendas estaban hechos pedazos; las puertas metálicas de los elevadores perforadas de lado a lado, y eso que eran dobles. Todo ese daño, sólo pudo haber sido logrado con disparos del ejército que se encontraba resguardado sobre el puente del paso a desnivel que se encontraba al otro lado de la plaza de las tres culturas, en la avenida San Juan de Letrán, ver croquis (Fig. 1), en el corte vertical se puede ver claramente como los tiros, que desde ahí disparaban a la multitud reunida en la plaza, y que no lograban su objetivo; o sea los cuerpos de los manifestantes, terminaban en la pared de la planta baja del edificio Chihuahua,... ―¡malditos asesinos!


*Extraído del libro: de todo como en botica de Edgar Pavía Miller.

1"Coubertin, Pierre de (1863-1937), pedagogo y pensador francés. Nació en París, de padres aristócratas franco-italianos. A pesar de haber sido un reformador del sistema educativo francés debe su fama al hecho de haber reorganizado los Juegos Olímpicos.", Enciclopedia Microsoft® Encarta® 98 © 1993-1997 Microsoft Corporation. Reservados todos los derechos.
2 Al contado.
3 Se decía vamos a inflar por decir vamos a tomar. También estuvo dura la inflación; en lugar de estuvo grande la borrachera.
4 Pretextos, defectos.

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