sábado, 17 de enero de 2015

Extinción.

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Foto de los Caminantes del Maguey.
Cuando los Caminantes del Maguey salen a caminar en los caminos que recorren tienen como compañía a la naturaleza. Esta señora es eso que está ahí puesto en nuestro entorno, vivo y bello; eso que tanto amamos unos y que tanto desprecian otros. Parecería raro creer que existan personas que desprecian la naturaleza, pero créanlo existen y al parecer son bastantes, quizás mayoría.


El avance del conocimiento del hombre ha convertido a éste en una especie soberbia que minimiza la importancia de la vida natural, del paisaje natural y al parecer todo aquello que no sea producto de la destreza humana.

Sin embargo ese ente ni siquiera a podido clasificar o registrar todas las especies de vida que existen en el planeta, o sea el humano no las conoce todas, ya sabemos que son muchas las conocidas pero hasta ahí.


También sabemos que así como ya hubo cinco grandes extinciones de especies en el planeta causadas por cataclismos naturales, actualmente vivimos una de las mayores y esta no es precisamente ocasionada por acción ajena al ser humano, sino que es precisamente este bastardo quien la está ejecutando. Lo peor es que muchos ni lo saben, a los más ni les interesa y quienes lo saben y les interesa los tildan de alarmistas y rebeldes. En los últimos cuarenta años ya extinguimos más de la mitad de la vida salvaje de la tierra, hemos finiquitado alguna que ni siquiera conocemos ni conoceremos algún día, así de inconscientes somos.

Así pues, ¿qué podemos esperar de una humanidad que ignora la vida?, que la destruye, que ni siquiera intenta conocerla para después a sabiendas que la destruye sepa de lo que fue culpable y su lamento quede callado con su culpa.

Esa humanidad a la que sólo le interesa su miserable espacio confortable, logrado con su miserable ignorancia, a esa sociedad que edifica su entorno artificial destrozando vidas ajenas, sin sentir el mínimo sentimiento de culpa, en alas del progreso, es la humanidad que incluso escribió escrituras divinas para justificar a un Dios dadivoso que les autoriza destruir todo para su beneficio. De ellos no podemos esperar ni compasión, ni solidaridad, ni alguna cosa que permita evitar que entre nosotros mismos nos estemos matando, destruyendo, vejando. ¿Quien se va a interesar en tantos cadáveres sacado de fosas clandestinas, a quienes le interesan los secuestrados, quien está preocupado por las amenazas de muerte de aquellos que no se someten a otros?. A nadie, escúchelo bien, porque somos una especie insensible, asesina y cobarde, una bola de animales que nos escudamos en creencias primitivas, ingenuas, que sólo nos permiten seguir siendo criminales. Tan criminales que también matamos o ignoramos a quienes intenten abrirnos los ojos para que miremos nuestros terribles actos.


Promoviendo un progreso falso, ya que ese progreso no hace del humano un ser mejor; sino que lo convierte en uno cada día más despreciable. El dispositivo más sofisticado hecho por el hombre, ni siquiera compite en perfección y sofisticación al de la especie viva más insignificante que existe en nuestro planeta.

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