domingo, 8 de mayo de 2016

Ecofatiga.

cactus.jpg

Acabo de leer un término que es nuevo para mi, puede también parecerles  a todos: ecofatiga. Nació como respuesta a la necedad de la población a cambiar de actitud con respecto al daño que le estamos ocasionando a nuestro hábitat. El término se aplica al enfado que muchos sufren de oír tanto sobre ecología. Al parecer la mercadotecnia ha destruido el fín, el propósito de la ecología; y se volvió ícono de posicionamiento mercantil de productos de consumo y de acciones políticas.
Estamos, si bien no ya desapareciendo de la faz de la tierra sí estamos muy cerca de que esto suceda. Sería muy necio si me pongo a querer convencerlos de que es así, pero lo es; desgraciadamente. Probablemente ya dejaron de leer o vayan a serlo por estar hartos de las teorías apocalípticas. Pero esto es científico, real, tangible. Las condiciones de vida en la tierra para los humanos se están colapsando.
Mirar lo escrito por mis cercanos congéneres, notando  su preocupación de las siguientes elecciones, de la falta de mantenimiento de las vías de comunicación, de los bloqueos, incluso de la inseguridad  o de las estúpidas declaraciones de X político o la vana necedad de revivir el Acapulco de los cincuenta me llena de incertidumbre con respecto a su real preocupación, su desidia de informar a la población e invitar a un cambio en la manera de vivir.
Siempre he creído que nuestra biología estaba diseñada para la supervivencia, pero al    parecer la contaminación del mundo también afectó nuestra maquinaria de advertencia y no nos damos cuenta que nuestra ruta se está terminando que ya destruimos el camino al futuro para nuestra especie y al  parecer no existe el plan B; o este es un secreto guardado para unos cuantos.
Nunca nos hemos puesto a considerar que la reacción de quienes gobiernan el mundo es tal, porque saben que después de nuestra generación ya no existirán muchas más, al menos que todos regresemos a una vida modesta sin tecnología de energía y ¿cómo va a ser eso de que ellos tan cacas grandes sean como la chusma?. O pareciere que para ellos cambiar es aquel dicho de “a coger y a mamar que el mundo se va acabar y los demás que se chinguen por pendejos”. Y disculpen lo prosaico de la expresión pero no me imagino que esos que tienen el poder puedan ser respetuosos de algo que no sea su posición y riqueza.
Y se acerca el día de la madre y después del padre. Y los hijos los felicitarán... ¿de qué?, de que las generaciones de los últimos sesenta años nos fregamos más de la mitad de los recursos totales de la tierra y que les dejamos un mundo más cochino que una taza del excusado del Cine Colonial.
Y ya brincaron algunos padres, sí es que llegaron hasta aquí. ¡No! yo me mato todo el día para darle lo mejor a mi hijo... sí, claro, quemando gasolina en su auto, gas en la estufa de la cocina y el calentador del agua, una casa eléctricamente alumbrada, de cemento; para diez personas donde sólo viven tres, ropa y accesorios de materiales sintéticos y acero, cobre y aluminio. Lavadora, licuadora, horno de microondas y como ya llegó el calentamiento global aquí en Chilpancingo queremos aire acondicionado para ver nuestro blue ray acostado en el king size de resortes de acero con forro de poliuretano, aquí donde antes teníamos que ponernos suéteres, de lana tejidos a mano, por las tardes. Todos vamos de compras sin bolsas y llegamos con bolsas y todo lo que compramos empacado con al menos tres envolturas y etiquetadas todas “porque así es más higiénico”, ¿higiénico? ¡madres! ya existe mas polietileno en el océano que róbalos y huachinangos. Existe en el pacífico una isla del tamaño de australia de pura basura plástica.
Hace más de cuarenta años me decía un amigo que él confiaba en que la ciencia encontraría la manera de revertir el daño que le propiciábamos al planeta. Tranquilo y confiado en su pensamiento siguió con su vida de consumo desmedido; probablemente millones como él,  hicimos lo mismo pensando de esa manera.
Sabemos, al menos yo sé dos grandes verdades: la primera.- que ya destruimos ecosistemas que ni siquiera sabemos cuál era su interacción con la demás vida del planeta, la segunda.- que las grandes corporaciones a nivel mundial controlan a los científico, al menos a la mayoría y también a los gobiernos del mundo; que además a esas corporaciones solamente les importan las utilidades.
Ante corporaciones que son administradas por humanos, pero en el estricto sentido de la verdad estas son impersonales, sin sentimientos o sea no son humanas.  Así que dentro de ellas la ciencia camina por veredas diferentes al bienestar de todos los humanos.
Existen científicos conscientes, es verdad, además de que entre estos últimos existe consenso en cuanto al daño ya ocasionado al planeta y la imposibilidad de revertirlo y que consideran que lo más importante ahora es detenerlo. Sin embargo el poder económico de las grandes corporaciones los hacen mirar ante las masas ignorantes de la población como locos catastrofistas, enemigos del progreso. Lo que resulta cómodo para todos aquellos que temen dejar de llevar una vida de consumo con la que se sienten tranquilos. Así pues que si los ricos dicen que aquellos mienten pues hagámosle caso a los ricos; por algo tienen tanto dinero, dirán. Así pues nos llevará la desgracia.
No me queda otra que recordarles el día de la madre. Felicidades.

Algunos enlaces que pueden interesar:
http://www.jornada.unam.mx/2016/05/10/opinion/017a2pol

No hay comentarios:

Publicar un comentario