Foto de Edgar P. Miller |
En el frente un hermoso lago, al fondo, majestuosamente se miran dos volcanes inmensos, el penacho de humo que libera uno de ellos no dejaba dudas en cuanto a su naturaleza activa, la enigmática belleza es reforzada por los glaciares de la cima. La vista espectacular indicaba la grandeza del lugar. Las cristalinas y calmas aguas del lago reflejaban todo lo que sucedía en el momento, un sol intenso y directo iluminaba a través de las nubes, como reflectores en la noche de gala de una diva de Hollywood, mostrando las acciones del momento en uno de los islotes dentro de la increíble masa de agua de colores turquesa con diferentes matices; penetrando la luz hasta el fondo de la misma. Las orillas del lago cubierto de plantas acuáticas, ahuehuetes y pirules servían de marco a todo lo que acontecía ahí.
En el islote una ave, enorme águila real, con la mirada perdida en la inmensidad del destino, teniendo en una de sus garras a una temible serpiente cascabel, atrapada de la cabeza sensualmente con el pico, mientra, agitada juntaba su cloaca a la de la víbora, esta última se retorcía al parecer de placer, agitaba sus cascabeles como si fuera música en un rito diabólico, probablemente le aterraba el resultado final de esta relación a la que fue arrastrada por su desenfrenada pasión.
Ya es el 2050 no existe humano que pueda ver al planeta cubierto totalmente de “solomillo” una hierba transgénica que desquició la vida del planeta apoderándose de la superficie, también del carbón de la atmósfera. "Solomillo" espera su fin.
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