El edificio, donde se albergaba el Cine Colonial de Chilpancingo, Guerrero, fue construido sobre una barranca que el gobierno concesionó al Sr. Elías Naime Nemer, realmente ignoro si fue a él o a su padre. Es un gran edificio de departamentos y en la parte baja accesorias comerciales y el cine. Cuando yo lo conocí ya tenía algunos años de uso incluso debido al histórico problema del agua sus baños siempre estaban sucios, quise empezar por ahí porque hasta la fecha cuando algo huele mal mi esposa dice: huele a los baños del cine colonial. Dije gran porque fue uno de los mayores de su época.
La sala del cine le daba congruencia a su nombre, era la imitación de una plazuela colonial, a mi ya me tocó ver el interior algo deteriorado, incluso su cielo raso estaba destruido en gran parte y mucho de los balcones artificiales también. Pero aún con todo lo mencionado fue un gran centro de reunión para los habitantes de Chilpancingo. Aún con las ratas que de vez en cuando salían a pasear por el frente.
Se hacían proyecciones de películas nacionales e internacionales toda la semana, el domingo incluso matiné para niños en la mañana y el estreno de la semana por la tarde que duraba en cartelera domingo, lunes y martes. Tenía función para adultos en un día y multifunción de películas viejas en otros. Acudían personas de todas las clases sociales en un orden increíble. En su interior se aplaudía se reía se animaba a los actores como si estuviera ahí el muchacho chicho de la película gacha; y desde luego el famoso grito al cácaro cuando algo fallaba: “cácaro bandido”. ¿Cuantos no habrán recibido ahí su primer beso o hicieron o recibieron su primera declaración de amor?.
Foto de Rogelio Memije Del Moral |
Era mi paso diario cuando iba a la primaria y también a la secundaria en el primer y segundo año. Tenía un hermoso anuncio sobre la marquesina como los de Broadway; con focos que parecía que se movían alrededor de donde estaba el anuncio de la función del día alumbrado desde su interior y escrito con letras de colores.
Ya en otra ocasión escribí sobre él Cine. Aquí pueden leerlo.
De un lado de la puerta principal estaban los cartelones de la función del día y del otro lado se ponían las que vendían los tacos de pellejos y enchiladas, semillas, garbanzos, etc. ¡Ah! y desde luego aquellas tortas famosos de huevo o chorizo. El cine tenía adentro, por ocasiones, una fuente de sodas; elegante adornada con fotos de las divas y galanes de entonces, pero no tenía constancia, además vendía cosas que no era precisamente de los gustos del pueblo. Salvo la coca que era vendida incluso durante la función por unos chamacos que se paseaban por los pasillos con las cubetas con refrescos. Por cierto uno de ellos terminó siendo un importante empresario de Chilpancingo.
Cuando vi por primer vez la película de Cinema Paradiso me vino inmediatamente el recuerdo de este cine, sobretodo la cabina del cácaro y ese ruido misterios que producía como magia la máquina de proyección. Y desde luego muchos no tan jóvenes ahora recordarán aquellos momentos mágicos que pasaron aquí en gayola a un lado de la cabina de proyecciones. Parece ser que todavía escucho a aquellos ligeros gemidos en la obscuridad.
Cuando pasaba por la calle en la mañana me llamaban la atención que en ese momento llegaban las latas flejadas de los rollos de película. Me emocionaba saber que llegaba esa película que vi en el cartelón y que quizás podría ira ver. Me metía al vestíbulo del cine, que siempre estaba abierto salvo excepciones y me ponía a ver a detalle cada uno de los cartelones que estaban en las paredes de todo el rededor del mismo.
El edificio también albergaba un servicio de paquetería aérea, la taquilla y oficinas de un servicio de avionetas para ir a lugares que entonces era la única manera de hacerlo y que ahora no existe por razones desde luego absurdas.
En una pequeña accesoria del lado derecho de la entrada, que no correspondía al edificio, estaba la agencia Lotería Nacional que tenía una señora(Tere Magro) madre de uno de mis amigos(el pollito, José Luis Magro) que murió adolescente, y que desgraciadamente se me olvidó su nombre, en otras del lado contrario y en una banqueta a desnivel por arriba del metro con un barandal; entonces de tubo, estaba la refaccionaria Hércules..
Los departamentos eran al parecer los primero en su tipo que se hicieron en la ciudad y eran contratados por funcionarios que llegaban a trabajar en los gobiernos flash del Estado de Guerrero. Probablemente eran, cuando se hicieron, los únicos con baños de todo Chilpancingo ya que en el lugar se acostumbraba defecar en los patios.
Quizás después les cuente más.
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