Gumaro se levantó algo tarde, quizás ya serían entre las once y las doce de la mañana. Moreno él, de estatura media, fornido, de 28 años de edad; ya era considerado un nini, estudió varias carreras de nivel medio pero al parecer no existía empleo para ellas, así que seguía viviendo con sus padre quienes lo medio mantenían.
Almorzó y después de ayudar a su madre a lavar los platos salió para encontrarse con sus amigos en una plaza cercana a su barrio, una de esas que remodelaron disque para mejorar el tejido social. Sus amigos y él habían acudido ya en diferentes ocasiones a algunos cursos de superación personal y tenido en su haber algunos proyectos productivos; pero todos fracasaron. Algunos por falta de capital y otros porque el mercado estaba saturado de empresas de esas.
Platicando con respecto a sus fracasos, que ellos miraban como aventuras económicas, a uno de ellos se le ocurrió una genial idea, como niño al ver un juguete, Miguel interrumpe la conversación; dirigiéndose a los dos dice:
— ya se que es lo que haremos para salir de este hoyo.
Miguel es el mayor un poco más alto que Gumaro; moreno tambien.
Los dos amigos se voltean y lo miran asombrados con dejo de burla. Lorenzo le dice:
— Carajo, pues que almorzaste que tiene tanta luz en ese cerebro que nunca funcionaba.
Lorenzo es el más joven: delgado y moreno de la estatura de Miguel.
— Fácil, no han visto las noticias.
— Cuales noticias— , le pregunta intrigado Gumaro.
— Las de estado de Guerrero, a la gente de allá la tienen cagándose de miedo, no existe mejor cliente para todo, que aquel atemorizado, el acobardado.
— Ahora sí, que te la jalaste— , dice Lorenzo — y que les vamos a vender sí aún le debemos al banco lo del último proyecto que nos dieron.
— Pues ahora sí que seré yo quien los pendejeará a ustedes: pues ellos mismos, los de las ciudades de allá. Oigan: Vamos y les robamos en su propia casa, están tan aterrado que con decirles bú se cagan. Finalmente les quitamos todo lo que tienen guardado de valor, principalmente dinero, alhajas de oro y plata. Ya verás lo fácil que será. Los negocio de empeño compran eso muy bien y sin tanto problema. La policía de esos rumbos son bien pendejos, muertos de hambre. Los que investigan los robos lo que quieren es ver cuanta lana le sacan a las víctimas. Así que, dos que tres meses de robos y juntamos la lana necesaria para comprar lo que después a ellos mismo les venderemos.
— A cabrón, cabrón, cabrón... y que chingados es lo que les venderemos.
— ¡Sistemas de seguridad!, cámaras, alarmas sistemas de control remoto, ♫ etc, etc, etc ♪, etc ♫... hasta me salió el reguetón. Los publicitamos por correo electrónico a los mismos que les robemos, vas a ver con que facilidad nos hacemos millonarios. Después a Gumaro los hacemos diputado. Y con el tiempo hasta presidente.
Así terminó el pequeño dialogo y partieron a ejecutar su plan.
Todo fue un éxito, hasta ahora siguen vendiendo sistemas de seguridad en todos los estados de la república, ya hasta tienen convenios con autoridades locales para que les permitan robar sin problemas, cabildearon para que fueran obligatorias las cámaras en algunos poblados; además Gumaro ya es diputado federal..
Almorzó y después de ayudar a su madre a lavar los platos salió para encontrarse con sus amigos en una plaza cercana a su barrio, una de esas que remodelaron disque para mejorar el tejido social. Sus amigos y él habían acudido ya en diferentes ocasiones a algunos cursos de superación personal y tenido en su haber algunos proyectos productivos; pero todos fracasaron. Algunos por falta de capital y otros porque el mercado estaba saturado de empresas de esas.
Platicando con respecto a sus fracasos, que ellos miraban como aventuras económicas, a uno de ellos se le ocurrió una genial idea, como niño al ver un juguete, Miguel interrumpe la conversación; dirigiéndose a los dos dice:
— ya se que es lo que haremos para salir de este hoyo.
Miguel es el mayor un poco más alto que Gumaro; moreno tambien.
Los dos amigos se voltean y lo miran asombrados con dejo de burla. Lorenzo le dice:
— Carajo, pues que almorzaste que tiene tanta luz en ese cerebro que nunca funcionaba.
Lorenzo es el más joven: delgado y moreno de la estatura de Miguel.
— Fácil, no han visto las noticias.
— Cuales noticias— , le pregunta intrigado Gumaro.
— Las de estado de Guerrero, a la gente de allá la tienen cagándose de miedo, no existe mejor cliente para todo, que aquel atemorizado, el acobardado.
— Ahora sí, que te la jalaste— , dice Lorenzo — y que les vamos a vender sí aún le debemos al banco lo del último proyecto que nos dieron.
— Pues ahora sí que seré yo quien los pendejeará a ustedes: pues ellos mismos, los de las ciudades de allá. Oigan: Vamos y les robamos en su propia casa, están tan aterrado que con decirles bú se cagan. Finalmente les quitamos todo lo que tienen guardado de valor, principalmente dinero, alhajas de oro y plata. Ya verás lo fácil que será. Los negocio de empeño compran eso muy bien y sin tanto problema. La policía de esos rumbos son bien pendejos, muertos de hambre. Los que investigan los robos lo que quieren es ver cuanta lana le sacan a las víctimas. Así que, dos que tres meses de robos y juntamos la lana necesaria para comprar lo que después a ellos mismo les venderemos.
— A cabrón, cabrón, cabrón... y que chingados es lo que les venderemos.
— ¡Sistemas de seguridad!, cámaras, alarmas sistemas de control remoto, ♫ etc, etc, etc ♪, etc ♫... hasta me salió el reguetón. Los publicitamos por correo electrónico a los mismos que les robemos, vas a ver con que facilidad nos hacemos millonarios. Después a Gumaro los hacemos diputado. Y con el tiempo hasta presidente.
Así terminó el pequeño dialogo y partieron a ejecutar su plan.
Todo fue un éxito, hasta ahora siguen vendiendo sistemas de seguridad en todos los estados de la república, ya hasta tienen convenios con autoridades locales para que les permitan robar sin problemas, cabildearon para que fueran obligatorias las cámaras en algunos poblados; además Gumaro ya es diputado federal..
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