martes, 19 de marzo de 2024

Cuatro litros de Mezcal.

 


Me levanté a las seis de la mañana, bajé ya vestido a la biblioteca a preparar lo que llevaría a la caminata. Lo primero que preparé fue el moka, esta bebida se prepara con cacao y café, sin dulce la prefiero, aunque se le puede poner miel de abeja. Dejé calentando el agua con el cacao, existe algo interesante al prepararla, el cacao ya dorado y molido se pone junto con el agua a calentar, sin embargo, el café se agrega ya que la infusión empieza a hervir luego se apaga, se deja reposar unos dos minutos y se cuela al recipiente donde se transportará.

Lo anterior lo hice en la cocina así que regresé a la biblioteca, bueno dice mi esposa que ya también es taller y cuarto de tiliches, así que ya ahí inicié a meter a la mochila los demás menjurjes que llevaría, ya traía de la cocina una toronja y una rebanada de queso, los que junto a una botella de mezcal los metí.

Revisé en la computadora las redes, el WhatsApp primero, para ver si ya había caminantes dispuestos, nada, bueno revisé mis portales de las demás redes y regresé a la cocina, ya hervía el agua, así que le agregué el café, esperé y colé para que entrara al termo donde lo transporto. Regresé a ponerlo en la mochila.

Ya son las seis treinta y no hay valientes, puse un saludo de buenos días; contesta Emperatriz deseando una buena caminata. Después Nolo sube un buen video de comida mexicana, pero no dan señales de que caminar sea su pasión, tienen otras pasiones. Son caminantes virtuales, nadie dijo nos vemos, no, nadie. No importa me puse las botas, cogí la mochila y un envase, de pet, vacío de agua de seis litros para ir a Xocomanatlán a recoger el mezcal que apartamos; dejó 500 pesos a cuenta Omar. Llevé el de plástico en lugar del de cuatro litros de vidrio porque esa actividad marcó mis planes del día.

Salí de la casa después de dejar un mensaje en el whats que ya me dirigía a la plaza, llegué a ella y ahí en el lugar de reunión estaba Sócrates.

–Que tal Sócrates ¿qué piensas?

–Solo se que no se nada.

Estaba con una perrita, me dijo que ya cumplió los veintisiete años, para Ripley, nunca había sabido de una que viviera más de 15. ¿Será otro logro de AMLO?

Bueno nos despedimos y esperé sentado frente al edificio absurdo de Pioquinto. Nada, sonaron las campanas y ningún valiente se presentó, así que inicié la caminata rumbo al transporte. Ya en el camino fui afirmando mi recorrido: me voy en el transporte a Amojileca, ahí tomo la de Xocomanatlán, recojo el Mezcal con Alfonso y me regreso caminando a Amojileca para comer en los Sabores del pueblo.

Cruce la remodelada Alameda, luego camine por Juárez le tomé una foto a la palmera cuata que está frente a lo que fue casa del Profesor Francisco Escobar seguí hasta llegar a la esquina de 13 de septiembre y ¡oh sorpresa ahí estaba la ceiba. Esa que en otra ocasión dije habían cortado; no miento, incluso iba con Hermes y le dije: –ya viste Hermes cortaron la ceiba.

Me contesto: –sí

Pues no, ahí está, ¿o vivo alternando mi vida entre diferentes dimensiones? 


 Qué bueno que está, ya venía saliendo el vehículo que me transportaría así que le hice la señal, se paró y subí, vacía, bueno no, traía un pasajero, uno viejo como yo, pero algo más timorato ya que venía cubierto con cubre boca, saludé al subir y pagué. Pensé ya se subieron los cuatreros a la diligencia para robar, pero no, llegamos sin contratiempo a Amojileca. Ahí ya estaba a punto de partir el transporte a Xocomanatlán.  Así que me subí, me dije: Víctor anda culeco; yo prefiero los alimentos después del ejercicio. 

 Pague los treinta y cinco pesos que cobra el transporte y esperé, me dijo el chofer que en veinte minutos, así que abrí mi cel en la biblioteca que llevó en él y leí el cuento Perfecto Luna de Elena Garro, en diez minutos de espera llega otro vehículo repleto de turistas que abarrotan el nuestro; bueno el del concesionario.

Salimos y llegué a Xoco, me dirigí con Alfonso, estaba su hija, bueno no estaba, pero después de un rato salió con una sonrisa encantadora, le muestro mi recipiente.

–¡quiere los seis litros!

–no, solo los cuatro que te apartamos.

Me sirve el mezcal, lo arreglo en la mochila e inicio la caminata deseada desde ya algún tiempo.

Caminé disfrutando cada metro del trayecto, no puedo negar que extrañé las peripecias de mis compañeros, las charlas con Chavira, con mi estimada amiga Arcelia y las ocurrencias de Marcos. Al renovado caminante Álvaro con quien se reiniciaron las fogatas para comer tacos con tortillas calientes y desde luego a Omar con todas las experiencias que hemos vivido.

 

Caminé buscando todas las veredas posibles y puedo decir que fue poco lo que caminé por la carretera, me fastidia. Encontré parajes interesantes,  iba tan emocionado que se me olvidó por completo que traía cargando los cuatro litros de Mezcal, llevaba otro medio litro para el consumo del trayecto, así que hice tres paradas mezcaleras; incluso en los límites del terreno del papá de Víctor puse el bodegón. Tomé hermosas fotos y fui escuchando la música que me gusta todo el camino; incluso, en una parada se me acercaron las aves, vi volando a un halcón o gavilán con su cría o pareja.

 

Al pasar por la cueva a lo lejos oí que me gritaron, al parecer era Emiliano; lo saludé, ya no tuve ánimos de visitarlo porque el hambre es canija. En otra ocasión espero.

No se me cruzaron ni animales de uña ni venenosos, mucho menos sicarios y chaneques. Fue una buena caminata, con la inspiradora compañía de las vibraciones dimensionales de todos los que han caminado conmigo; o yo con ellos.


 

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