jueves, 5 de diciembre de 2013

Remontando el Río.


Este domingo primero de diciembre, los caminantes volvimos a cambiar la ruta, ahora se fue para Amojileca pero se hizo por camino diferente; y que bueno.




Nací en Chilpancingo, a pesar de ser de aquí no es donde he vivido todo el tiempo; pero sí la mayor parte, nunca había estado en la ruta que les describiré enseguida, a pesar de estar tan cerca de la ciudad.

El camino que seguimos fue el cauce del Río Huacapa lo remontamos desde la presa hasta la entrada de Amojileca, esta población es la única antes de llegar al nacimiento del río.



Partimos del punto de reunión acostumbrado: la plaza central de Chilpancingo, de ahí tomamos un taxi y como en lata de sardinas el conductor nos llevó en su compacto a los seis caminantes hasta la desviación a Chichihualco, que es donde también se encuentra la presa de Cerrito Rico; el punto escogido para iniciar el recorrido.

Caminamos un pequeño tramo de terracería para después iniciar la caminata por el lecho del río, vimos la presa aún llena con las aguas que la alimentan, el líquido se mira azul y transparente inundando los lotes de cultivos adyacentes, se miran las copas de los árboles, que durante mucho tiempo han crecido a orillas de esa masa de agua intermitente, surgir sobre la superficie del líquido que inunda el lugar.



Así pues, continuamos caminando por la ribera, todavía se miraban los vestigios que en septiembre el río había dejado de lo destruido, algunas cercas destrozadas y terrenos azolvados, pequeñas cabañas destruidas, árboles derribados; además uno que otro ganadero sobreviviente continúan con su explotación pecuaria ya que la vida sigue su curso a pesar de lo que sucede con la naturaleza.




Seguimos entre vestigios de enseres y basura doméstica que trajo el río de arriba arrastrando durante aquella creciente. La basura fue lo de menos y tiene remedio, lo mejor es que el río nos muestra su encanto al correr así como también el paisaje que lo rodea; esa belleza de la naturaleza encantadora y que le recuerda a uno la emoción de estar vivos, una corriente con caudal importante se mueve tranquila a veces y traviesa también en partes. El caudal se extienden y acortan por lo que se camina de un orilla a la otra del mismo cruzando y mojándose los pies en busca de camino fácil. En un inicio el agua sólo cubre los tobillos, pero curiosamente a manera que nos movemos rumbo a donde nace el río el torrente va en ascenso.



En esta ocasión nadie quiso dejar al recuerdo mental lo vivido y al parecer todos llegaron armados con cámaras fotográficas para materializarlo, incluyéndome, así que aquí pondré las tomas que me emocionaron del recorrido y faltarán algunas otras, que por múltiples causas no podré darme gusto mostrarles.

En Chilpancingo básicamente existen dos estaciones del año, la temporada de lluvias y la de las secas, pero ahora que he salido al campo nuevamente, me doy cuenta que el paisaje marca bien las cuatro estaciones; les mostraré unas fotos donde se aprecia el otoño en todo su esplendor. La flora del lugar es increíblemente variada, muchos de los árboles nos muestran colores diferentes al verde, realmente están en floración a diferencia de los otoños más al norte donde el colorido lo dan las hojas muertas. Los diferentes colores también nos dan indicio de lo variado de la flora.
















El agua del río estaba fría, pero menos de lo esperado por lo que mojarnos resultó halagador más que molesto; a veces, preferimos cruzar mojándonos que usando los tepanoles, muchas veces me quedé rezagado tomando fotos y apreciando las encantadoras playas del río, el colorido de las piedras pulidas por la corriente, oír como el sonido del agua al romper sobre las rocas contrastar con el silencio del campo, mirar los cambios de luz al pasar por la vegetación iluminando el agua transparente a la vez que la penetra hasta el fondo; mientras, luego me preparaba para la siguiente toma. Después precipitaba la marcha para volver hacer lo mismo en algún otro rincón bello.




Tuvimos poca compañía animal, algunas bestias domésticas; silvestres: principalmente insectos y aves, también algunas ardillas huyendo; al parecer ya saben la calaña de animales que somos los humanos. Vimos excrementos de zorras sobre las piedras y huellas de mapaches en las playas limosas. También volvimos a ver las mariposas del santuario (Zebra Heliconian Heliconius charithonia)y muchos otros insectos que abundan en el campo; al menos estos animales han sobrevivido a la depredación del hombre.
Mariposa Heliconius charithonia
Foto de Bolívar Alonso Romero.
El color del rió cambia con la luz del día, así que siempre eran vistas con diferentes coloridos las corrientes, los lugares profundos también mostraban una tonalidad diferente, por otro lado las montañas siempre presentes nos daban sus gamas cambiantes, los riscos se miraban altísimos desde lo profundo de la cañada más aún cuando les pegaba el rayo de sol. Comparando una caminata por las calles de una gran ciudad donde los rascacielos están a un costado; así aquí los cerros, pero considerablemente más altos y desde luego distíntamente hermosos.







A medio camino, en un lugar donde se mira que el río ha participado en la construcción del paisaje con la insistencia de su corriente ayudado con el embate de sus crecidas, nos quedamos un momento para hacer el tradicional receso, instalamos el bodegón en una enorme piedra que nos labró el agua para este propósito y servimos los mezcales, ahora no fueron los cantantes ni la música; así fue que entre bromas y anécdotas la pasamos alegres para después recorrer el último tramo del recorrido planeado.







Esta última etapa es realmente hermosa pero como todas las hermosas también es esquiva, poco se deja ver el río por el único camino que existe para su recorrido, subiendo cumbres y mirando deslaves, apenas se vislumbra una bella catarata a través de la espesa vegetación, así fue que continuamos hasta llegar otra vez a la parte plana donde la rivera se extiende permitiendo el paso adyacente al río.















En estas latitudes no nieva, si acaso llega a escarcharse un poco en las partes más altas; pero curiosamente, la floración de los cazahuates logran mostrar la aproximación del invierno cubriendo su follaje de blanco algunos tiran todas sus hojas para mostrase en traje de novia.






Ya para terminar el recorrido, vimos con sorpresa que la meta ya no existía, ese lugar, que en un momento consideramos perfecto para degustar unos mezcales a la sombra de unos ancestros sauces, escuchando a Horacio, Tulio y Pancho cantar, había desaparecido arrastrado todo por el río: camino y árboles se esfumaron, sólo quedó el subsuelo de cantera verde que por su dureza apenas pulió la brava corriente que llevó este río hermoso pero entonces convertido en una torrente violenta y destructiva.





Después, hambrientos por la caminata y los aperitivos, nos fuimos a los Magueyes para el acostumbrado almuerzo del domingo de los Caminantes del Maguey.




Del nacimiento del Río Huacapa a Chilpancingo sólo está la población de Amojileca y por consecuencia, si esta parte del río se desea mantener limpia y viva, deberán cuanto antes hacer infraestructura para contener desechos del pueblo mencionado. Estamos a tiempo.

Las fotos, a excepción la de mariposas, son propiedad del autor, se pueden usar siempre y cuando den el crédito.

2 comentarios:

  1. Muy buena crónica, para antojarnos a caminar por allí. Magnificas fotos.

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    1. Le agradezco su comentario, el día que se decida hacer el paseo será uno que le dejará un sentimiento de integración con nuestro suelo. Mis mejores deseos.

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