Pintura de Edgar P. Miller. |
Desde luego que es privada; no existe duda de que es de cada quien, cada uno está saludable o enfermo y es un asunto privado mantenerse sano ya que cada individuo es diferente y diferente su actividad cotidiana.
La enfermedad, por otra parte, sí es pública. Porque llega de fuera y puede atacar a cualquiera, incluso teniendo todas las precauciones.
Pero dejémonos de filosofía y entremos en la cuestión social del asunto.
Actualmente existen dos maneras de atendernos cuando estamos enfermos, bueno son tres.
La primera y a la que muchos recurrimos es la automedicación, que funciona de maravillas hasta que ya no existe remedio recomendado que funcione, da resultado porque el ochenta por ciento de los males del cuerpo sanan con o sin tratamiento; así pues, que bien podemos hacernos pendejos un rato con remedios recomendados por los vecinos y familiares esperando que el cuerpo haga su función de sanarse.
Para el otro veinte por ciento entonces entra el siguiente rubro, acudir a una institución pública que quiera recibirnos para la atención del mal, donde si no resulta y nos dicen no; entonces tendremos que endeudarnos de por vida o endeudar a la familia y morir en una institución privada. Esto de endeudarse puede ser ya enfermo; o antes, si usted opta por pagar un seguro médico, que al final no cubre los verdaderos males pero sí le quita un buen de lana mientras sucede.
Pues bien el miedo no anda en burro y si algo le causa ñañaras a alguien es de que la chikungunya se le meta por todas partes, de ahí es el de porqué la medicina se ha vuelto un gran negocio y la han adoptado una bola de perversos ambiciosas para aprovecharse de la ingenuidad e ignorancia de más del cincuenta por ciento de la población, además, protegidos por los gobiernos desleales a su población.
Los fabricantes de medicamentos producen gran cantidad de químicos inútiles pero que venden a través de una red de vendedores sofisticados haciéndolos llegar a gran parte de la población, algunos de ellos no sólo no curan sino que enferman, cerrando con esto la cadena del gran negocio.
La hospitalización, quitando una pequeña parte que tiene de buena; que es de donde se anclan quienes la promocionan como panacea de la salud, diciendo que es algo maravilloso, es básicamente la causante de la tercera parte de las muertes en el mundo. Pero también es un gran negocio para aquellos que fabrican instrumental y equipo médico.
La corrupción en esto que llaman salud es tan grande que quienes estudian para el sector lo hacen bajo una perspectiva de enriquecerse y no de sanar enfermos, las fichas para entrar a las escuelas se venden al mejor postor y los egresados lo que menos les importa es estar bien preparados para sanar, están preparados para esquilmar al doliente. Existen excepciones pero cada día son menos quienes tienen la vocación para sanar; y más quienes buscan los reflectores y la riqueza.
Cualquier otra cosa que se diga de “la salud” no es más que proselitismo para que usted muerda el anzuelo. Y los grandes pescadores del capital sigan acumulando fortunas inimaginables.
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