martes, 11 de julio de 2023

Cómo llegar a polímata.

 


La vida que tenemos es única, por lo que cada momento que vivimos debe ser uno de felicidad, aunque tengamos encajado un clavo en la uña. El dolor que nos ofrece ese clavo sólo nos recuerda que estamos vivos y nos agrega experiencia y conocimiento. Y no conoceremos otra manera de sentir emociones que ésta que ya tenemos que es nuestra propia vida.

No se a quien se le ocurrió que teníamos que estar encerrados desde los tres años en cuartos pequeños frente a un adulto que supuestamente nos enseñaría; a no sé qué tantas ocurrencias. Haciéndolo suave, una cárcel del “conocimiento”

Tómese un día y camine por el campo, aproveche ahora que aún existe, y vague por él observando todo lo que tiene vida, trate de entender cómo se las arreglan para vivir esa vida a su alrededor sin acudir a la escuela.

Pues bien, lo anterior fue sólo una disertación sobre algo escabroso, de lo que pocos en este siglo se atreven a hablar.

Pero hagamos una remembranza de nuestro tiempo vivido, las interacciones que hemos tenido con diferentes personajes; y tratar de hacer un compendio de todo eso que de ellos aprendimos.

Aún recuerdo cuando apenas tenía escasos seis años, iniciaba mi educación primaria, vivía en los departamentos que alquilaba el señor Alarcón enfrente de la iglesia de San Francisco del barrio con ese mismo nombre.

Había varios niños de mi edad y alternativamente o juntos jugábamos todos los días. No se como surgió la idea, el caso fue que nos dio por coleccionar las figuras que entonces traían los paquetes de los cerrillos Clásicos de la Central Cerillera.  Eran impresiones de pinturas; de las que siempre nos han dicho que son clásicos, pero con las redes ahora sabemos que existen multitud de pinturas, de esos tiempos, tan lindas o mejores que ellas. El caso es, como ya en otra plática comenté, que en el predio, atrás de la parroquia, se usaba de basurero; pues ese era el lugar indicado para buscar los paquetes vacíos.

Casualmente en los alrededores de la parroquia rondaba entonces un indigente apodado el Chivo, este apodo debido a su barba blanca parecida a la de un caprino. Pues bien, de ése humilde personaje, culto, por cierto, (al parecer Florencio Salazar escribió algo sobre él) aprendimos que existía un álbum que la misma cerillera proporcionaba para el juego que habíamos iniciado, por cierto, por ahí anda uno que mi hermano Jorge completó. Hasta mi madre se involucró en la colección de figuras.

Pero, así como El Chivo nos compartió su conocimiento, existieron varios personajes en mi vida que me enseñaron pequeñas cosas que, en conjunto, considero yo, fueron las que me formaron para mi creatividad y habilidad para resolver problemas.

Otro que recuerdo; y que también en mi primer libro lo menciono, fue aquel que, ahora fue en la colonia donde vivo actualmente, indigente también, y casualmente también en un basurero; que los de la colonia improvisaron, para esto de improvisar basureros los de Chilpancingo son muy hábiles, recogíamos frascos para practicar el tiro al blanco con las resorteras. Este otro personaje, un día se acercó, estábamos jugando a el burro con una baraja española; entonces yo rondaba los diez años, él nos enseñó unos trucos con ella, nos dejó asombrados; como cualquier niño se asombra con un truco. Pero hubo dos que incluso yo seguí utilizando, en ocasiones porque era fantástico ver como quedaban impresionados los que lo miraban. Uno, que se hacía con dos palillos de dientes o similares y el otro con un cinturón y con un pequeño listón de madera de los que había entonces muchos tirados en el llano donde jugábamos; había sido un aserradero ahí.

El de los palillos consistía en poner uno en la palma de la mano y con el otro frotándolo en el cabello, posteriormente acercándolo al de la mano lo hacía brincar. El truco es lograrlo, se los dejo de tarea.

El del listón y el cinturón consistía en hacer una ranura a la mitad al listón donde encajará el cinturón para que pudiera colgar de este. Luego poner una punta del listón sobre el dedo índice y ver como se balanceaba sin caerse ambos al suelo.  Después de mostrar que se podía se le daba al otro para que repitiera el truco, he ahí la gracia, a él no le funcionaba.

Así se va aprendiendo en la vida pequeños detalles que a la larga lo convierten en un individuo útil a la sociedad y no uno como aquellos que tienen hasta doctorado y se quejan de que no hay empleo.

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