Pintura de Fabio Ballario. |
Teníamos muchas ganas de conocerte,
durante meses estuvimos emocionados
esperando tu llegada,
cada movimiento que hacías
en el vientre de tu madre,
nos causaba alegría.
Por fin naciste;
fue el día más feliz de nuestras vidas.
Tu llanto sonoro calló el silencio,
fue la diana que avivó el lugar.
Después todo fue calma;
mirar como succionabas la leche
del seno de tu madre
me ponía la piel chinita;
a la vez, nos daba tranquilidad a todos.
Los siguientes días,
tu madre y yo, la pasamos junto a ti,
mirando como crecías,
pendientes de cada actividad que realizabas,
mirábamos como progresabas:
física y mentalmente.
Festejamos cada logró de tu pequeña existencia,
el día en que alzaste tu cabeza,
cuando tú solo te volteaste,
cuando lograste sentar sin ayuda,
el día que balbuceaste tu primera palabra,
cada vez que nos sonreías o le sonreías a otros.
Aún recuerdo cuando te paraste solo;
fue día de fiesta;
y mayor, cuando iniciaste a caminar por tu cuenta,
tus primeras frases nos emocionaban,
posteriormente, era un halago oír tus conversaciones
contando tus aventuras.
Pasó el tiempo...
cada día era uno de fiesta estando a tu lado,
tu primer día en el jardín de niños ,
tus pláticas sobre la escuela,
la vez que llegaste de ahí a la casa
no queriendo esperarnos
y decidiste partir solo.
Fue pasando el tiempo
y con el tiempo creciste,
hasta ser un joven inquieto
y deseoso de seguir los estudios.
Lograste entrar a una escuela
para continuar los estudios de maestro,
decías que un pueblo te estaba esperando;
y que tu deseabas ir ante él...
Ahora no sabemos donde estás
alguien te apartó de nuestro lado
alguien hizo a un lado
tus sueños y nuestros anhelos
también alguien ha permitido que antes eso le sucediera a otros,
a muchos otros...
nosotros no lo sabíamos
y ahora es una pesadilla saber
que miles sufrían como ahora lo hacemos nosotros,
por lo mismo, es mayor nuestra angustia,
nuestra desesperación es intolerable...
y no sabemos de tí y tal parece que aquellos que
tienen la obligación de ayudarnos...
no lo hacen, nos duele saber estar solos, sin ayuda;
a merced del mal...
Sí, sí fingen que lo hacen, pero no es así;
al parecer, ellos saben más de lo que dicen,
se siente, llega ese sentir de que conocen al culpable
¡saben! y no intervienen
¡¿por qué?!
Edgar P. Miller.
noviembre del 2014
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