jueves, 20 de septiembre de 2018

Me faltan palabras para describir tu belleza.


Foto de #EdgarPMiller


Salí a caminar este domingo como en cualquiera otro, a fines del verano y a mediados de la temporada de lluvia, el camino escogido fue rumbo a la cueva donde surge el Río Huacapa.

Ya de regreso camino por la campiña del lugar, una que para ojos citadinos sería sólo aquel paisajes que pasa rápido por los cristales de sus autos; para mi es mucho más que eso, me faltan palabras para describir tu belleza campiña de mi tierra; yo no te escogí para nacer en ella pero aquí fue y no quise abandonarte por eso sigo contigo.

Camino lento escuchando el ruido constante del agua que caudalosamente corre en el cauce del río, lo miro y por momento siento como el agua huye precipitadamente a ocultarse en el mar, siento que percibe su destino asqueroso al pasar por mi ciudad, Chilpancingo. Pero él es insensible, me digo, ni se entera, es mi mente la que le da sentimientos. Ahora su masa líquida es abundante gracias a las copiosas lluvias y a que aún quedan algunos bosques en sus vertientes, sus afluentes también llevan escurriendo cristalinos hilos de agua. Las piedras en su rivera se vuelven de colores cuando se mojan; pierden ese gris terroso acostumbrado, ahora son gemas brillantes que adornan la corriente.

Sigo mi andar rodeado de este lugar tranquilo pero con la incertidumbre de las amenazas conocidas y miro hacia el frente, el horizonte se observa igual que aquel de nuestro destino, uno borrascoso inquieto que cubre poco a poco el añil del cielo, los nubarrones forman rostros de ogros fantásticos que quieren devorar el cielo. Me aterra, piensa bonito, mejor miro otras cosas, me inquieta imaginar el futuro; vive el presente me digo, entonces miro a mi derecha y ahí como reina salida del palacio, miro una planta buscando el cielo; coronada con una flor carmesí y una espiga a su lado como custodiando a ella para protegerla usando los estiletes de sus granos. Debajo de ellos, un sembradío de maíz, la milpa, despliega ese verde inconfundible de una plantación sana, que prospera gracias al temporal y al trabajo esforzado del agricultor, quien hará sustentable su alimentación.

A media distancia, detrás del cultivo, los variados árboles conforman un joven bosque, probablemente una reforestación que ha tenido un éxito limitado. En él se miran surgir las palmeras de capulín; fruto que era mi delicia de niño, también unos ocotes y bastantes cedros y encinos que han perdido el ocre y ahora son como una carpeta esmeraldas en el monte. La flora en Guerrero es basta, se mezclan diferentes especies de plantas formando un abrigo consolador que evita la erosión del suelo lo que permite la formación de manantiales. A lo lejos siguen los árboles desteñidos por la luz apenas entrante que traspasa el nublado, dando un toque azulado a la montaña.

Sigo mi camino entre multitud de especies de hierbas pequeñas y bellas con flores de todos los colores semejando una pintura de Jackson Pollock

Querido terruño me faltan palabras para describir tu belleza; otros, con pocas pueden hacer un decreto para destruirte.

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