martes, 8 de octubre de 2019

Levedad.




Foto de #Edgarpmiller

Camino rumbo a la plaza central de Chilpancingo: Jardín Cuellar y Bravo, antes; ahora, primer congreso de Anáhuac. Con calma avanzó por la avenida rodeado de montones de basura y perros que hurgan en ella para lograr algún alimento, pocas personas caminan por la misma arteria, todavía está oscuro; la única luz es la de los nuevos candiles que pusieron. En el oriente inicia a resplandecer la aurora. Algunos autos empiezan a circular por las diferentes calles. Inicio mi entrada a la plaza y el estruendo de las campanas de la iglesia rompen sonoras, también desquician el silencio. Quien las mandan  sonar da por hecho que es mandato divino el hacerlo y que todos las escuchan como música celestial, no les importa si existe otra opinión, tampoco como interrumpen éstas pensamientos, pláticas, meditaciones o la paciencia de aquel que muere en su lecho o la calma del enfermo que sufre. No me fijo por donde ando y por poco me atropella un auto que indebidamente circula por la plaza. ¡Quítate burro! me grita, quise mentarle la madre pero llegó a mi mente el recuerdo del amigo que lo acuchillaron por menos. En la plaza caminan personas con rumbo a la iglesia a presenciar la misa, su caminar es precipitado, su semblante es de esperanza, asumen que rezando, comulgando y escuchando misa la multitud de problemas que se cruzan en la vida serán solventados o al menos disminuidos. Otros en la plaza enfrentan su realidad trabajando en los servicios que el ayuntamiento ofrece: los que recolectan la basura y los que barren, algunos vigilantes cruzan esporádicamente también, pero también están los pecadores amantes de lo lúdico, que se desmañanarón después de pasar un sábado loco y que seguirán el resto del domingo. En su vida llena de insatisfacciones hacen esto para poder soportar la levedad del ser durante la semana.

Me siento en una jardinera húmeda, porque la banca de hierro tiene más agua y es más fría, me profundizo en mis pensamientos y así concluyó que a la población del mundo no le interesa el daño ecológico que ocasionan, pero sí aquel que le afecta inmediatamente, por eso le pide a dios que lo resuelva. Pasa rápido el tiempo, inician a llegar mis compañeros. Los traunsentes que entraron a misa; ahora al salir, se miran cabizbajos, tal vez dudando de que el Dios pueda serles útil, ahora tendrán que enfrentar la realidad con todas las fuerzas del universo que interfieren con nosotros y todas las otras que nosotros mismo hemos puesto en nuestra contra sin darnos cuenta. Tal vez Juanita el próximo domingo venga a misa y rece dos credos en lugar de uno para que las cosas mejoren. Ya no vamos a usar bolsas de plástico; ahora compraré un carro más grande para llevar mis canastas de mimbre, tal vez razone.

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