Era
aún muy temprano cuando alguien tocó al departamento, estaba yo
solo; no recuerdo porque, abrí; era el Chivo, que sin decirle pasa
se metió, para él el departamento era su segundo hogar, seguido se
la vivía ahí.
Era el año de
1971, tenía poco más de dos años que yo había llegado a vivir a
la Ciudad de México para efectuar mis estudios. En ese momento
cursaba el primer semestre de mi carrera de ingeniería en la ESIME,
en las instalaciones de la calle de Allende, un viejo convento.
No me causó
sorpresa que el Chivo estuviera ahí, no era la primer vez; ya que
era sábado y por lo común hacíamos reventón. Pero si, el que fuera
tan temprano.
—¿Que onda?
—vístete vamos a
la tocada en Avandaro.
—¿Qué tocada?
—¿Que no sabes?
Van a tocar grupos de rock allá en Valle de Bravo.
—¿donde queda
eso?
—A un lado de
Toluca, vámonos.
—Cabrón, yo no
tengo dinero.
—Yo tampoco, pero
antes pasamos al taller y juntamos unos fierros.
Quiero aclarar que
entonces poco me atraía la música en cualquier genero la oía en la
radio, como fondo musical cuando dibujaba o para bailar en las
fiestas pero no tenía cultura sobre los grupos que la tocaban.
El Chivo tenía un
taller de radio técnico en Tacuba, era de su papá pero ahí operaban
todos los hermanos para reparar lo que las víctimas llevaban.
Así que me vestí
como acostumbraba todos los días y salimos del departamento,
después de tomarnos un licuado que preparé, ese sería mi comida
del día. Nos dirigimos a Tacuba, al taller.
Ya ahí el Chivo se
puso a revisar un radio que había dejado el dueño de la pollería,
para suerte de ambos, solo tenía un falso contacto en la entrada de
alimentación, que inmediatamente soldó Enrique (El Chivo). Luego
nos pusimos en marcha para llevárselo al pollero y cobrar, así
fue, le cobró cien morlacos, algo así como la cuarta parte de lo
que me enviaban mis padres de mesada, era un radio de transistores de los que terminaron costando una miseria, con esos cien pesos en proporción, luego, bien se pudo comprar tres, entonces eran artículos caros de importación.
—Bueno con esto
nos alcanza— dijo Enrique
—Que bueno— le
contesté.
De ahí fuimos a
casa de Enrique, disque a cambiarse dijo.
—así estás
bien—le dije
—no mames, es un
festival de rock, hay que ir chingón.
—¿Cómo?
—Ya verás.
Así que nos metimos
a la vecindad donde vivía, un edificio viejo de esos como muchos hay
en Tacuba, corredores amplios y rincones misteriosos, con
habitaciones por todas partes.
Antes
quiero advertirles que el padre del Chivo era ingeniero militar de transmisiones.
O sea, el estudio en el colegio militar y en la escuela militar de transmisiones.
Pues ya dentro de la
casa, me dirigió a un ropero enorme donde había casacas de cadete;
abrigos de lana, de esos que se miran en las películas de la segunda
guerra mundial, que portan los soldados que están de guardia, de
color verde seco, entallados y largos hasta los tobillos.
Me dio una casaca
de cadete y me ordenó: —ponte ésta y coge un abrigo porque en ese
lugar hiela. Pues así le hice. El debe saber, yo nunca había estado
en ese lugar.
Así que ya
ajuarados salimos de la vecindad.
Subimos al
transporte público rumbo a la central camionera para tomar el bus
que va a Toluca. Nos embarcamos en el primero que salió y tenía
lugar, cuando llegamos a Toluca ahí trasbordamos a un pollero que
iba rumbo a valle de bravo. Esta era una carretera angosta pero con
unos paisajes de ensueño.
Es corta la
distancia, pero a unos tres kilómetros del pueblo ya no había paso,
delante del camión había una fila de vehículos que se perdía de
vista a lo largo.
Así que los
pasajeros, desesperados porque el vehículo no se movía, le
preguntaron al chófer cual era problema. Solamente contestó que
hasta ahí llegaba. Lugo propuso, que el que quisiera caminar al
pueblo que se bajara; el que no, pues regresaría a Toluca.
Ni madres dijo
Enrique, ya estamos aquí, así que nos bajamos e iniciamos a
pedalear.
Caminamos a un lado
de la multitud de vehículos que estaban en el camino, algunos ya
descompuestos sobre calentados. No se realmente el punto preciso donde
nos bajamos del camión, pero si sé que fue antes de ver el hermoso
lago, que después me entere que era una presa.
Puse el mapa al
principio de este documento, para dar una idea que tanto tuvimos que caminar,
mencionaba que Enrique llegó temprano a mi departamento y pues
después de la larga caminata llegamos, anocheciendo, en la
oscuridad al lugar del evento.
Era un
amontonamiento de personas increíble, nunca había visto tanta gente
reunida en un lugar, aún en lo oscuro se miraba inmenso. Entramos al área del concierto por el lado izquierdo del escenario, mirando desde
el escenario. Y fuimos caminando bajo una leve llovizna hasta llegar
al centro del amontonamiento.
Tuvimos suerte, ya
que en donde nos paramos estaba una familia, bueno los vástagos; o
sea, hermanos y hermanas, ellos llevaron una casa de campaña que nos
permitía en parte esquivar la llovizna. Les llamó la atención
nuestra ropa y por lo mismo fuimos parte del espectáculo privado de
esas personas; también de otras alrededor que incluso nos tomaron
fotos, nunca vi las fotos. Tal vez, si se salvaron, luego se
conviertan en memes. Ahí pasamos la noche, mientras los grupos, a
unos cien metros, se desvivían tocando para complacer a la
audiencia.
Ya comentaba que no
tenía cultura musical en esos tiempos, así que para mi la
diversión estaba en la plática con las personas con las que
convivíamos, cansado de la larga caminata me senté en el lodoso
suelo, y para no estorbar me salí del tendido y me acosté sobre una
superficie con pasto y lodo, bajo la insistente lluvia.
Así fue que me
quedé dormido bajo la lluvia. Que buenos son esos abrigos militares
para estos climas, no les pasa ni el agua ni el frío, dormí como
bebe, a pesar del escándalo de la muchedumbre y de la música, todo
eso y el cansancio me arrullaron. Ya desperté al amanecer del día
siguiente entre el mitote que ocurría en diferentes escenarios del
lugar. Lo que sucedió: se escuchaba ruido y desde lejos se miraba
mucho movimiento, gente desnuda que pasaban de un lugar a otro por
encima de todos; lo que fue, hasta después lo supe en los diarios.
De los grupos que tocaron, lo se porque he leído en algunas crónicas
del evento. En el perímetro del lugar había soldados. Me pareció
curioso que cuando alguien pedía mota, lo mandaban con ellos. Y sí,
ellos se la vendía, debo recordarles que entonces no estaba
penalizada.
El reventón siguió
toda la mañana, no recuerdo si almorzamos algo o comimos, si
orinamos y cagamos, lo que se es que ya en la tarde iniciamos el
camino de vuelta, eramos una multitud la que caminaba; entre ellos
algunos completamente drogados y desnudos. Como en las películas,
mis recuerdos no se centran en las necesidades básica, solo en la
acción o los momentos interesantes.
Pasamos el pueblo,
para ver si había transporte; ilusos, no había, seguía el bloqueo
de autos. El lugar lo recuerdo como romántico; típico mexicano, pero
solo pasamos por él. Recuerdo que fuimos a una miscelánea que estaba
en el centro del pueblo; junto a un jardín con kiosco. Saliendo del
pueblo en una bajada se mira el lago; en un playón se estaban bañando
muchos chavos desnudos. Seguimos hasta donde terminaba la fila de
autos, que al parecer habían pernoctado ahí, tal vez con miedo a
que les robaran algo al vehículo.
No había manera de
conseguir transporte ya para entonces de casualidad en la mole humana
nos encontramos a Vicente; un amigo también asiduo a los reventones
del departamento, con el caminamos un rato. Andando por la
carretera, rumbo a Toluca, se detuvo junto a nosotros un auto con
muchachos y chavas, dijeron: cabe uno más, el buen chivo y Vicente
dijeron que fuera yo quien me subiera, así lo hice, claro está que
después del: mejor tú, no que tú, etc.. Pero me subí cuando vi
que el que manejaba se desesperaba. Grandes personas los del auto,
toluqueños, agradables persona, fueron platicando entre ellos todas
las peripecias que se acordaban del evento, no recuerdo nada. Salvo
que iba entre dos de las chicas. No puedo negar que iba yo entusiasmado, sabía que eso había sido algo diferente a lo que
ocurría en nuestro México de entonces. Sobretodo teniendo tan cerca
la masacre de Tlatelolco.
Habíamos quedado de
esperar en la terminal de camiones, los del aventón me dejaron justo
frente al estadio de futbol del Toluca, Nunca más supe algo de
ellos. De ahí no se como hice para llegar a la terminal; tal vez
como dice el dicho aquel: preguntando se llega a Roma.
En la terminal sin
dinero, con mi atuendo extravagante, la gente se me quedaba mirando.
Contar lo siguiente me apena, me encontré con alguien conocido;
quien fue el que me prestó para el bus, ya que se hacía tarde y
solo quedaban dos corridas más para la Ciudad de México y todavía
no compraba el boleto, así que ya con el dinero prestado compré el
boleto y me regresé a México. No sabía que camión tomar en la
terminal, tomé uno que decía Chapultepec. Me dije: si me
deja por ahí, ya se como me las arreglo. Así fue, al día siguiente
me habló el Chivo, me dijo que el acababa de llegar a su casa, el
clienta lo vi días después y resulta que él se juntó con un
grupo de los que fumaban marihuana y estuvieron de viaje dos días en
el bosque. Feliz me lo contaba.
No se que saque de
esta aventura. Sé que causó preocupación en quienes tenían el
poder entonces.
Que de ahí surgieron algunos grupos de rock que posteriormente
crearon lo que ahora se llama rock mexicano. También hubo muchos
mitos sobre lo que sucedió y no esos días. Las masas son las masas,
¡cuidado!, nunca se sabe que resultará. Para mi fue un reventón
como muchos que a esa edad se acostumbra o se acostumbraba en mi
época. El lugar fue especial y creo que fue lo que más me gusto de
todo el asunto. Después volví acompañado con mi novia la que ahora
era mi esposa y otros amigos. Tengo mejores recuerdo de esa ocasión
que de cuando fue el festival. Pero me queda el orgullo de decir que
estuve en ese festival. Así como también digo con orgullo que fui
portador del fuego olímpico cuando fueron las olimpiadas en México.
Tal vez son parte formativa de cada quien esos eventos.