miércoles, 27 de abril de 2022

UNO DE MIEDO.

 

Salí temprano; más temprano que lo acostumbrado. Con dirección a mi negocio. No eran tiempos de bonanza por lo que me dirigí a él un poco desganado. Llegué y abrí la puerta del edificio. Dirigiéndome posteriormente a la entrada interior, una vez ahí encendí las luces y procedí a quitar los candados de los pasadores. A continuación levanté la cortina de la entrada principal y después las de las vitrinas de exhibición. Inmediatamente seguí con el resto de la rutina que no tiene caso explicar aunque podría para fastidiarles pero no tengo esa intención más bien quiero continuar con lo que seguro sé sí puede interesales a ustedes.

Sentado en mi escritorio, mientras corregía mi primer libro llegaron algunos clientes a quienes atendí. Cuando los últimos se retiraban mi madre desesperada me gritó desde la puerta interior (quiero aclarar que mi negocio tiene frente a la calle una entrada y por la parte de atrás otra que da al área general del edificio; ésta es a la que le llamo puerta interior) a donde acudí para ver que se le ofrecía. Ella me dijo, preocupada y llorosa, que mi padre se había caído en la azotea y que al parecer era muy fuerte el golpe; ya que incluso lo hizo vomitar y desmayar. En el momento en que mi madre me lo decía, uno de los agentes de venta que acuden por rutina al negocio llegaba por la puerta principal, por lo que yo le dije a mi madre que en un momento subiría ayudarla. Actué así, pensando que mi madre exageraba, realmente no pensé que hubiera sido grave la caída ya que mi padre se había caído varias veces en los últimos años, sin embargo debo confesar que si me quede preocupado al grado de que se me notaba, tiempo después el vendedor me lo hizo saber.

Fui hacia donde se encontraba el agente iniciando nuestra rutina de compraventa. Mientras atendía a un cliente, que interrumpió nuestra junta, el agente se sentó en uno de los sillones que se encuentran en el área de venta. Desde ahí, tranquilo, observaba lo que yo hacía. Al retirarse el cliente. Paco, que es como se llama el agente, viéndome con misterio me dijo, al tiempo que levantaba un muñeco que se encontraba bajo el mostrador, que me habían hecho un embrujo; enseñándome el fetiche. Era un muñeco vestido de blanco, con ropa parecida a la de un enfermero, probablemente a un médico, con pelo pintado sobre su cabeza liza, donde parecía había perdido, por el uso que ya había recibido como juguete, el pelo que tuvo incrustado cuando nuevo. También, como parecía más muñeca que muñeco, la persona que lo abandonó, le habían dibujado, con bolígrafo, genitales masculinos. Lo tomé y acomodándole sus piernas articulares lo senté sobre el mostrador y me sonreí incrédulamente.

Nunca me ha espantado la brujería, no creo en ella. Continuamos paco y yo con la reunión comercial. Llegó mi hijo para asistirme, como lo acostumbra todos los días, justamente cuando el agente se retiraba. Éste último al salir del negocio me dijo que tuviera cuidado con las brujerías que no las tomara a la ligera, fue cuando le dije: pues a lo mejor debo hacerlo, mi madre me acaba de notificar que mi padre se cayó. El agente se puso pálido sin embargo con el gesto preocupado, me interrogó al respecto. Fue ahí donde me hizo saber que me veía preocupado y que el pensó que era por el muñeco. Se retiró y no lo vi sino que hasta el siguiente mes.

Subí a ver a mi padre y resultó que realmente su caída había sido grave ya que dos semanas después se confirmó que tenía una rotura de la cabeza del fémur que sólo sanaría con cirugía: incrustándole en su lugar una prótesis. Operación, que a la edad de mi padre o sea a los ochenta y seis años y para un individuo que ya sufrió tres infartos, puede ser muy complicada.

El muñeco estuvo sobre el mostrador mucho tiempo, mi padre fue operado salió con éxito de la operación, hasta un día en que mi esposa me preguntó que era lo que pensaba hacer con el muñeco, le dije, en tono de burla, sin conocimiento de causa, sólo fanfarroneando: “Para una brujería otra”, diciéndole también que si dejaba el muñeco sobre el mostrador la brujería se le revertiría al embrujador, si llegaba éste a entrar al negoció y veía que no me ocasionaba temor su embrujó. Mi esposa se rió y dijo: mejor le quito la ropa para lavarla; intenta quitarle las manchas de bolígrafo que tiene, para luego venderlo en “El Vejestorio”1. No pude quitar los genitales pintados; al menos no con alcohol ni aceite ni mucho menos con agua y jabón. Bueno ese día que se lavó la ropa y se limpio el muñeco. Mi padre murió, la causa realmente no se supo, no fue la fractura ya que de eso terminó curado con la cirugía y como no se hizo autopsia aceptamos la sugerencia de los médicos que fue por la edad, más bien los nervios que lo fueron debilitando hasta su muerte, nunca se supo a ciencia cierta el de porque los nervios.

Durante la convalecencia de mi padre yo escribí una narración a la que le puse como nombre “El Gato”; el nombre resultó debido a que según mí padre fue un gato la causa por la cual se cayó y fracturó.

Pues, continuando con la historia del misterio debo decir que a un día antes de cumplirse el mes desde la muerte de mi padre, alguien dejo un cachorro de gato dentro de una bolsa de Sam´s2, tirada en el arroyo de autos justo frente a mi negocio, durante el día escuché los maullidos sin determinar cual era el lugar preciso, fue hasta la hora de la comida que me di cuenta donde se encontraba, como no podía en ese momento levantarlo; lo que hice, fue tratar de ponerlo a salvo en la banqueta rejuntándolo a la pared del negocio.

Me pareció milagroso el que ningún auto lo hubiese atropellado, ya que incluso algunos autos se habían movido: entrando y saliendo de donde la bolsa se encontraba.

Así es que me fui a comer.

Al regresar noté que la bolsa seguía en donde la dejé sólo que no por mucho tiempo ya que unos escolares que venían, al ver la bolsa la patearon, resultando la protesta inmediata del gato y posteriormente de uno de los escolares, que seguidamente al ver que su compañero repetiría la acción le dijo: —no mames güey no ves que es un gatito. Ya no lo patearon, el joven que advirtió lo alzó dejándolo, después, junto a la pared de mi negocio. Entré, abrí y posteriormente me dirigí a donde se encontraba la bolsa para revisar el contenido; convenciéndome, con asombro, que era sólo un pequeño cachorro de gato asustado, muy joven; eso sí, a pesar de su terrible día, no tenía ningún daño físico, aparente; así es que opté por recogerlo momentáneamente con el afán de conseguirle una familia adoptiva.

Lo hidraté, le di alimentación energética, lo desparasité; por dentro y por fuera, y lo coloqué en una caja de cartón bien ventilada con un letrero que decía: busco familia que quiera un lindo gatito.

A pesar de la mala suerte de ese día, mejoró al siguiente, ya que sin ofrecerlo se lo llevaron. Digo que sin ofrecerlo, porque de quien hablaré no se percató de la caja ni del letrero. Llegó esa persona pidiendo veneno para ratones, comentando que en su pueblo los gatos eran escasos y quienes tenían los vendían. Se le ofreció, sin costo, el gatito; para ser llevado al campo como valioso animal de trabajo. Feliz él y su nuevo dueño partieron a la provincia.

Un mes después; el 30 de octubre, ya que había cerrado para ir a comer, alguien toca la puerta. Resultó ser mi amigo Joel Cortes, compungido porque su gatito siamés, que había sido golpeado por uno más grande, estaba agonizando. Advertido de que era inútil tratar de curarlo, me pidió que se quedara para evitar que su hijo presenciara la muerte del minino. Acepté y traté dentro de lo posible por curarlo. Cerca de las 21 hrs., el gato, al parecer mejoró incluso despertó del efecto del tranquilizante y me buscó lo alcé, acababa de llegar mi amigo Federico el veterinario a quien se lo mostré; lo estuvo acariciando, también lo auscultó con buen pronóstico, diciendo que no se veía tan grave, así que muy animado lo dejé en su caja donde ronroneando se durmió. Al día siguiente me encontré con la triste noticia de que estaba: duro, tieso, rígido, estirado, muerto.

Para el día 30 de noviembre por ahí de las 19 hrs. Una señora entra al negoció, ¡ya sé que adivinaron! Con un gato moribundo, mi temple se deshizo; en mi negocio es raro que lleven gatos enfermos es más común que vaya gente, molesta, pidiendo algo para matarlos3 y salen más molestas por que no les vendemos lo que buscan. Pero he a aquí otro gato y exactamente a treinta días ¡que pasa!, pues no tuve otra opción que pedirle a la señora que lo llevara con un médico, disculpándome que yo no era veterinario.

Después recapacitando me di cuenta que después de la muerte de mi padre: a la semana se murió un estimado amigo y compañero de juego, Juan Álvarez, al mes murieron los padres de otros dos buenos amigos: de Marco Manzanares y de Luís Manuel Parra, esa misma semana murió mi amigo Alonso, padre también, de mi amigo Carlos, luego muere repentinamente la esposa de mi amigo Alfonso ¿?. Pero eso no es todo hace una semana la perra mascota y cuidadora de la casa de mi hermana empezó a ponerse débil y triste terminó muriendo sin que ningún tratamiento médico la salvara sólo tenía diez años, son muchos para un perro, pero de estar visiblemente sana: en una semana murió, este caso no esperó los treinta días sólo quince ¿tendrá algo especial?

El colmo del maleficio llegó al año de la aparición de la muñeca fue cuando un pariente del agente de ventas, aquel que encontró la muñeca, me avisó que había fallecido de una extraña enfermedad que empezó hace precisamente un año y que al final terminó matándolo. El agente que encontró la muñeca pintada como hombre y vestida de médico, era un individuo sano de no más de cuarenta años.

Yo entiendo que todos los días muere gente y animales. Pero esta distribución espacial tan a modo parece dejar de estar siendo aleatoria; situación que me dejó pensando en la muñeca que dejaron en mi negocio. Sobre todo ahora que se aproxima el siguiente año. ¿La dejaron o llegó? La muerte, en género, es femenina, o sea, una muñeca fatídica, terriblemente funesta.

Ya estamos a un año más desde la aparición del muñeco(a); y ¿qué sucede?, mi hermana se cayó y tuvo una fractura como la que le sucedió a mi padre. Además también la tiró un gato, bueno no precisamente, pero así les dicen aquí a los ayudantes de los funcionarios. Aunque mi hermana dice que fue un desliz y el ayudante no es un gato más bien podría ser muñeco que sólo intento evitar la caída.

¿Empiezo a creer en la brujería? ¡No supercherías! Lo sucedido más bien son casualidades acomodadas a modo. Tal vez tengo necesidad de algo divino que consuele mi alma; creer que existe algo más allá de la muerte, soy humano y como tal dicen que el creer es parte de nuestra genética. Quizás. Pero más bien yo sólo creó que son casualidades. Nos estaremos viendo… ¡esperen un momento! creo escuchar un maullido en mi patio, aquí termino voy a ver que sucede.

Pero no puede ser, ahora es el mismo mes en que mi padre murió hace dos años, ¿y que sucede? sin síntomas especiales, Almita, nuestra querida amiga, casi hermana, sufre una enfermedad que requiere una operación donde le extirpan una camada de tumores del útero con un peso semejante al de un gato. ¿Quien tendrá ese muñeco y cual será el conjuro para neutralizar el hechizo?

Al parecer esto todavía no tiene fin, un cachorro de gato, negro para aumentar el misterio, se mudó a mi patio, era el que maullaba, ya lleva tres meses y sigue estando muy en su casa ni la presencia del perro lo anima a retirarse, al parecer el perro no lo ve, posiblemente por el color o quizás porque mi perro está viejo y probablemente tenga cataratas, sólo lo ventea y lo oye. Ya les contaré en otra ocasión lo que sucedió con este gato. ¿Más fatalismo?, quizás éste será el conjunto de todas las almas que vienen a esperar mi deceso. No me queda otra que esperar a que el gato viva muchos años por vida, y que de verdad tengan siete vidas.

2009.

1 El vejestorio es el negocio de mi padre.

2 Indico la marca para que el lector considere la calidad moral de algunos de los clientes de estas tiendas.

3 En mi negoció vendemos plaguicidas urbanos. Alguna gente considera plaga a los gatos sin embargo nosotros no y por lo mismo no les vendemos, molestos, nada que pueda servirles para matarlos.

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