Fue por ahí del año 1957 cuando aquí en
Chilpancingo (una ciudad que en ese
entonces tenía aproximadamente 12 mil habitantes, a la cual llegaban de las
poblaciones aledañas, en los transportes foráneos, cargamentos de aves, huevos
y otros comestibles para el abasto de la ciudad ), donde se inauguró, como a un
kilómetro del centro del lugar, lo que hasta 1987 se le llamaría “la planta
avícola”; realmente este conjunto lo
constituían: una planta avícola, con una incubadora para 43 mil huevos y varias
galeras para pies de cría; un centro de inseminación artificial, con ocho toros
de alto registro; una fábrica de alimento y un centro de fomento porcino; cada
uno de los centros con su laboratorio propio. Aunque parezca ficción, por el
tamaño de la ciudad, este lugar existió, y lo más asombroso del caso:
funcionaba. Esta infraestructura se construyó con la idea, a futuro, de que se
edificaran más y de esta manera lograr la autosuficiencia pecuaria. Para
lograrlo, aparte de la existencia de la planta avícola, recordemos, que
también, a unos metros al este de ésta, existía una Escuela de Promoción
Agropecuaria, en la que se preparaban técnicos agrónomos, que, en un futuro,
completarían el objetivo deseado. Nadie en esa época imaginaba siquiera que llegaría la globalización y aunque la
misma no fue la causa de que dicho centro y escuela desaparecieran; porque su
extinción se debió a causas menos técnicas y más corruptas, sí fue este sistema
mercantil lo que me permitió recordar, que sí a la planta avícola se le hubiere
visto como la percibieron los que la planearon; sí hubiera prosperado,
multiplicándose en el estado y por qué no decirlo en el país, dado que era un
proyecto federal, probablemente el estado de Guerrero produciría sus
requerimientos de proteína animal e incluso exportaría a otras regiones los
excedentes; además de que la mayoría de la población tendría un empleo
productivo y no de parásitos como los empleos que tienen la mayoría de los que
habitan, Chilpancingo, actualmente. Regresaré
a lo de la globalización, por que casualmente en el lugar donde antes se
fincaba el progreso de Chilpancingo actualmente construyeron (estoy hablando
del 2005) un centro comercial de la empresa AURRERA, que obviamente no produce
nada; que todo los alimentos que vende son de otros lugares lejanos y tan baratos como los consigan; que no mejora
en nada la condición de los habitantes de Chilpancingo; salvo inspirar su ego seudo
burgués de decir: ―qué, aparte de una Comercial Mexicana, un SAMS,
ahora también tenemos un AURRERA. Aunque
quizás proporcionen como dicen algunos políticos errados algunos empleos, sólo que de salario muy
mínimo, que sustituyen al mejor salario de los dueños de los pequeños negocios que quebrarán; no
porque estos pequeños vendan más caro, sino porque la condición humana, aquí,
al menos en Chilpancingo, es de ir a comprar al lugar más nuevo, con comodidad
para estacionarse y que sea promocionado
en los medios, cuestiones que sólo se pueden lograr con una suma de dinero muy
grande la cual los pequeños comerciantes quisieran para aumentar su inventario
o pagar sus créditos; el precio a fin de
cuentas no es el factor primordial; aunque sí podría serlo, entre dos
económicamente iguales.
Para nuestros actuales y “gloriosos”
gobernantes esto es el progreso, sólo que no se dan cuenta que no es el de
Chilpancingo; sino que es el de las grandes empresas globalistas y que tarde o
temprano nos dejarán en la miseria, sirviendo sólo de esclavos a los intereses
de los países del primer mundo que al final son los que se llevan la tajada más
grande.
Eso sí, no me deja de admirar y divertirme
maliciosamente después de la observación que hice, cuando pasé por ese
lugar: donde una vez estuvo la planta avícola, y en el que viví durante un año; que precisamente, a un
lado, colindando, está una Delegación del Gobierno Federal de cuyas oficinas
salen empleados los días de quincena, a surtirse en este centro comercial; sin
darse cuenta que la presencia del mismo sólo los ofende a gritos; o, como si
fuera un cartel enorme, del tamaño de las instalaciones, que escrito les
expresa, precisamente a ellos, a esos empleados, que son unos inútiles e
incompetentes; y todo esto porque ellos son los empleados, precisamente, de la
Secretaria de Agricultura Ganadería Desarrollo Rural Pesca y Alimentación, así
de grande es el nombre y así de grande la inutilidad para solventar
precisamente todo lo que su calificativo menciona. Ahora los vehículos foráneos
llegan a Chilpancingo repletos, no de verduras, no de gallinas, no de huevos,
sino que de individuos que vienen; algunos a manifestarse para que les den
dinero; otros a comprar víveres y artículos suntuarios en los centros
comerciales globalistas que mencioné anteriormente.
Edgar
Pavía Miller
Noviembre
del 2005