lunes, 25 de julio de 2011

Maldito el Bendito.




Lo que en un tiempo fue la bendición ahora resulta la maldición. Cuando Chilpancingo se convirtió en la capital del estado, con ello obtiene el privilegio de tener una gran cantidad de empleos, al ser sede de los poderes las oficinas de ellos también residen aquí. Lo que arroja una cantidad increíble de puestos de trabajo. No siendo Chilpancingo lo suficientemente grande; ni tener una población lo adecuadamente preparada, hace que muchas personas empiecen arribar de otros lugares para cubrir las plazas que se requiere para el funcionamiento del juego del poder.
Después, regresa la bendición, ahora con la famosa descentralización propuesta por los poderes federales, lo que hace que a Chilpancingo lleguen nuevos empleos, los que también son cubiertos por algunos Chilpancinguenses, pero muchos, también, por personas de otros lugares. Ahora Chilpancingo es una ciudad enorme, con un crecimiento caótico y con igual carencia de servicios, con familias que han llegado de otros lugares, algunas educadas y buenas; que se integraron a la comunidad lugareña, otras que realmente sólo han venido a parasitar la ciudad.
Ahora en estos tiempos precarios, donde la carencia de empleos es harta, y más harta la calidad de ellos, las familias arraigadas, sufren el desaire de los cobijados. Todas aquellas familias, que apostaron por hacer de este lugar un espacio donde vivir con sus hijos; sufren las inclemencia de lo que en un tiempo hacía de este lugar un sueño.
La llegada de grandes empresas comerciales, que a diferencia de los empleos que ofrecían las dependencias gubernamentales, éstas ofrecen puesto miserables, que a nadie le podrían dar lo necesario para mantenerse, ni mucho menos mantener una familia. Además, de no ofrecer tan siquiera eso, éstas, desbancan aquellas familias que lo apostaron todo; creando empresas familiares para traer a la comunidad los abastos tan necesarios en una ciudad en crecimiento. Estas empresas locales, establecidas con el esfuerzo de sus propietarios, abriendo, en algunos casos, espacios comerciales que eran vírgenes en esos tiempos debido a que nadie apostaba a que pudieran ser redituables, lidiando con autoridades rapaces que inventaban reglamentaciones absurdas para multarlos en lugar de apoyarlos para que crecieran formando una elite empresarial.
Ahora son desplazados, algunos por la competencia desleal que hacen los grandes consorcios; desleal, porque llegan con el respaldo de todas las autoridades, las cuales efectúan sus compras con ellos, otros quiebran, porque llegaron empresas agiotistas; arrebatando todo el dinero de los miles de empleados del gobierno, que en un principio eran clientes locales  y ahora sin dinero, debido a sus endeudamiento, para comprar ilusiones y fantasías, no les queda para compra sus insumos indispensables teniendo que endeudarse más. Ese sistema comercial perverso, terminó por afectar a los comercios de giros diferentes a los que llegaron arrebatando todo. Muchos empleados del gobierno, desconocedores del calvario que es poner y mantener funcionando un negoció, debido a que gozan de un salario fluido, jugaron naipes, apostando a comprar en las nuevas empresas; ajenas, sin arraigo al lugar y con otros intereses, perdiéndolo todo los empleados, ya que al ir desapareciendo los espacios para empresas pequeñas, sus hijos se enfrentan a un futuro incierto, con empleos harto competidos; pudiendo aspirar, sólo a la huida del lugar o vivir con un salario de miedo. Si es que no resulte lo peor y se unen  a la delincuencia organizada. 

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