Me gusta la lluvia,
porque su sonido es como una sinfonía, inicia con un adagio suave, continua en presto hasta el éxtasis de menuett
y trío con los truenos; y después, decae con el allegro molto del murmullo de
los arroyos que formó.
Después los aplausos y las
hurras de quienes supieron disfrutar esta melodía gratuita y benefactora. Seguido,
de luces que iluminan el paisaje mojado de colores brillantes que resaltan
gracias a la humedad. El aroma fresco y limpio de la hierba y del suelo, que
recuerdan aquellos tiempos en que no existía smog, acompañan el silencio del
final de la sinfonía.
Camino sobre la avenida
húmeda, algo obscura aún por el cielo nublado que no permite a la aurora
mostrar su cara, algunas luminarias fundidas le dan ánimo a la penumbra, mis
pasos suenan al andar, debido al impacto sobre el concreto de las botas que
porto. La resonancia producida, gracias a la escasez de individuos en una de las
arterias que fue la principal; hace no muchos años, se oye como inicio de una película de terror.
Ayuntamiento Chilpancingo. |
En la plaza, el médico Jorge, sentado,
solitario en una banca húmeda a consecuencia de la sinfonía del temporal,
espera a los caminantes, llego y junto a él esperamos a los demás. Al fin,
después de algunos minutos Bolívar se vislumbra a lo lejos en los límites de la
plaza Primer Congreso de Anáhuac, ya con algo de luz del amanecer, al
comprender que no habrá más compañía, fue que partimos los tres. Suficientes
para una caminata al lugar acostumbrado donde nos espera un almuerzo típico. Ahora,
al parecer, no habrá música ni canciones, debido a la ausencia de Horacio,
Tulio y Francisco; pero las charlas no se hacen esperar y como rosario continúan
desde el centro de Chilpancingo hasta a el santuario acostumbrado donde hacemos
el bodegón de viandas: un medio litro de mezcal de la chicotona y un cuarto de
queso de Zumpango; con limones y sal hacen el justo entremés para el descanso temporal
mientras disfrutábamos el magnífico
paisaje de ese lugar, después continuamos hasta algunos pasos adelante de Amojileca
donde nos dirigimos a la pozolería de Domingo,
en donde almorzamos un rico pozole acompañados de quelites de la región y amenizados
con la charla campirana del anfitrión. Unos chilangos perdidos en la sierra
madre en busca del mejor mezcal de Guerrero nos acompañaron ese momento, con
anécdotas y bromas.
Santuario de los caminates. |
Después regresamos al pueblo y
en la diligencia motorizada volvimos a Chilpancingo, en donde el compañero
Jorge nos invitó a su casa; aunque Bolívar tenía prisa, no quisimos desairar la
invitación; y que bueno, porque pasamos una tarde memorable
en compañía de la madre del Médico,
quien platicándonos del viejo Chilpancingo trajo a mi memoria
lugares que se habían borrado
temporalmente, también nos deleitó cantando preciosamente unas hermosas melodías
de su juventud, mientras nosotros aprovechamos para engullirnos unos espíritus
del caminante Ingles, para estar a tono con el ambiente de este momento bohemio
y con el nombre de nuestro grupo.
No queriendo despilfarrar
tanta memoria y buenos momentos optamos
por disipar la reunión y partir cada quien a su cueva familiar, dejando algo
para subsecuentes ocasiones.
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