Camino rudo. |
Este domingo cambió la rutina,
siempre es bueno cambiar lo cotidiano con algo diferente, ahora la tecnología sustituyó
al primitivo transporte de los caminantes y el recorrido fue en cuatro ruedas. Volví
a arriesgar mi vida, primero al subirme a esos monstruos fatales y la segunda al
transitar por una ruta conocida como peligrosa, tan peligrosa que cuando
pasamos por ella no había nada que mostrara vida, ya hasta los criminales
tienen miedo de pasar por ahí.
Nuestra ruta ahora fue en
sentido contrario al acostumbrado. El destino fue Omeapa; la razón ir almorzar
con el escritor guerrerense Juan Sanchez Andraka[1],
así fue que nos encimamos en el patas de hule y partimos siguiendo la posición
de Venus, o sea al Este. La primera parada táctica fue Tixtla, la cuna del
consumador de la independencia de México,
Vicente Guerrero, pueden deducir que su nombre le dio designación al estado, no
crean que lo de Guerrero tiene que ver con cuestiones bélicas, no esos sucede
en otros lugares más al norte, de México,
aquí tiene que ver con honrar a un insurgente.
Siguiendo el comentario del
recorrido, una vez estacionados en la plaza central de esta histórica ciudad,
nos bajamos y nos fuimos de placeres, no piensen mal, no de placeres carnales
sino más bien relacionados con la palabra plaza. Ismael con su gran experiencia
en esto de los placeres se dio el liderato para la compra de las viandas que
pondríamos para el almuerzo, con buen tacto y gusto compró un buen de gorditas
de frijoles, de garbanzo y de pipiza; luego, pues una vez ya metidos en esto de
los placeres nos fuimos sobre los chicharrones; sabiendo que almorzaríamos
también pozole. Asimismo compramos unas bolsitas de salsas de la región,
picositas pero sabrosas, nada de “valentinas” estas son caseras hechas con
productos de la región, les diré que aquí en Tixtla aún existen algunos
hortelanos que cosechan buenas verduras.
Con nuestra buena colección de
viandas regresamos al quemamundos y partimos rumbo a Omeapa. Esto de andar en
motorizados hace que todo sea a la velocidad del pedo, así que cuando llegamos
a Omeapa la hicimos de despertador del escritor, que no nos la mentó porque al
parecer le gustó nuestra presencia, aunque no tanto la hora de llegada. Pues
bien, mientras la señora, (pobres señoras siempre les cargamos el compromiso),
nos preparaba lo ofrecido, nosotros le dimos baje a los nísperos de los árboles
de la pequeña huerta. Luego, acompañados con unos mezcales y estas frutitas
agridulces de botana esperamos hambrientos el almuerzo.
Da más hambre la tensión nerviosa
de andar en vehiculo, que esas caminata de diez quilómetros acostumbradas. Así
que cuando llegó el pozole le entramos casi sin comentarios hasta terminar; eso
sí, acompañado de las gorditas, los chiles cuaresmeños, guajes y otros manjares
que no recuerdo bien ahora. Después con mezcales y la agradable charla de
Juanito; que es un excelente conversador, la pasamos de perlas, no nos
preocupamos de la manejada porque Moisés
estaba tomando medicina y por decisión unánime y propia fue el conductor
resignado.
Pero si pensaban que después
partiríamos derechito a Chilpancingo: se equivocan, saliendo de Omeapa nos
dirigimos a Tepolzin, que es un asentamiento prehispánico abandonado, que tiene
una vista increíble hasta el valle de la laguna de Tixtla; además de todos los
profundos paisajes montañosos de la hermosa Sierra Madre
del Sur a sus alrededores, incluyendo una inmensa montaña que no pude saber, ni
nadie pudo decirme cual era. Estuvimos ahí tomando con medida hasta el
finiquito del agave que llevábamos y entonces más por carencia que por gusto
regresamos a la capital, no contentos con la medida Ismael nos invito a su casa
donde yo quede pasmado con lo inmenso de la obra musical, que me mostró Ismael,
de Héctor Cárdenas; cantante y compositor ya fallecido, como se dice ahora,
pero que se mantiene en el recuerdo de todos aquellos que escucharon sus
melodías, muchas que aún dicen algunos son anónimas.
Una vez habiendo visitado
suficientemente la casa de Ismael me retiré a mi casa, agotadísimo de esta
magnífica caminata extrema, acostándome a descansar y despertando hasta el día
siguiente.
[1] Juan Sanchez Andraka, es el escritor
guerrerense más leído, su libro “Un mexicano más” es el más conocido, incluso
fue utilizado para la realización de una película.
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