martes, 23 de octubre de 2012

A Omeapa no a pata.



Camino rudo.

Este domingo cambió la rutina, siempre es bueno cambiar lo cotidiano con algo diferente, ahora la tecnología sustituyó al primitivo transporte de los caminantes y el recorrido fue en cuatro ruedas. Volví a arriesgar mi vida, primero al subirme a esos monstruos fatales y la segunda al transitar por una ruta conocida como peligrosa, tan peligrosa que cuando pasamos por ella no había nada que mostrara vida, ya hasta los criminales tienen miedo de pasar por ahí.
Nuestra ruta ahora fue en sentido contrario al acostumbrado. El destino fue Omeapa; la razón ir almorzar con el escritor guerrerense Juan Sanchez Andraka[1], así fue que nos encimamos en el patas de hule y partimos siguiendo la posición de Venus, o sea al Este. La primera parada táctica fue Tixtla, la cuna del consumador de la independencia de México, Vicente Guerrero, pueden deducir que su nombre le dio designación al estado, no crean que lo de Guerrero tiene que ver con cuestiones bélicas, no esos sucede en otros lugares más al norte, de México, aquí tiene que ver con honrar a un insurgente.
Siguiendo el comentario del recorrido, una vez estacionados en la plaza central de esta histórica ciudad, nos bajamos y nos fuimos de placeres, no piensen mal, no de placeres carnales sino más bien relacionados con la palabra plaza. Ismael con su gran experiencia en esto de los placeres se dio el liderato para la compra de las viandas que pondríamos para el almuerzo, con buen tacto y gusto compró un buen de gorditas de frijoles, de garbanzo y de pipiza; luego, pues una vez ya metidos en esto de los placeres nos fuimos sobre los chicharrones; sabiendo que almorzaríamos también pozole. Asimismo compramos unas bolsitas de salsas de la región, picositas pero sabrosas, nada de “valentinas” estas son caseras hechas con productos de la región, les diré que aquí en Tixtla aún existen algunos hortelanos que cosechan buenas verduras.
Con nuestra buena colección de viandas regresamos al quemamundos y partimos rumbo a Omeapa. Esto de andar en motorizados hace que todo sea a la velocidad del pedo, así que cuando llegamos a Omeapa la hicimos de despertador del escritor, que no nos la mentó porque al parecer le gustó nuestra presencia, aunque no tanto la hora de llegada. Pues bien, mientras la señora, (pobres señoras siempre les cargamos el compromiso), nos preparaba lo ofrecido, nosotros le dimos baje a los nísperos de los árboles de la pequeña huerta. Luego, acompañados con unos mezcales y estas frutitas agridulces de botana esperamos hambrientos el almuerzo.
Da más hambre la tensión nerviosa de andar en vehiculo, que esas caminata de diez quilómetros acostumbradas. Así que cuando llegó el pozole le entramos casi sin comentarios hasta terminar; eso sí, acompañado de las gorditas, los chiles cuaresmeños, guajes y otros manjares que no recuerdo bien ahora. Después con mezcales y la agradable charla de Juanito; que es un excelente conversador, la pasamos de perlas, no nos preocupamos de la manejada porque Moisés estaba tomando medicina y por decisión unánime y propia fue el conductor resignado.
Pero si pensaban que después partiríamos derechito a Chilpancingo: se equivocan, saliendo de Omeapa nos dirigimos a Tepolzin, que es un asentamiento prehispánico abandonado, que tiene una vista increíble hasta el valle de la laguna de Tixtla; además de todos los profundos paisajes montañosos de la hermosa Sierra Madre del Sur a sus alrededores, incluyendo una inmensa montaña que no pude saber, ni nadie pudo decirme cual era. Estuvimos ahí tomando con medida hasta el finiquito del agave que llevábamos y entonces más por carencia que por gusto regresamos a la capital, no contentos con la medida Ismael nos invito a su casa donde yo quede pasmado con lo inmenso de la obra musical, que me mostró Ismael, de Héctor Cárdenas; cantante y compositor ya fallecido, como se dice ahora, pero que se mantiene en el recuerdo de todos aquellos que escucharon sus melodías, muchas que aún dicen algunos son anónimas.
Una vez habiendo visitado suficientemente la casa de Ismael me retiré a mi casa, agotadísimo de esta magnífica caminata extrema, acostándome a descansar y despertando hasta el día siguiente.


[1] Juan Sanchez Andraka, es el escritor guerrerense más leído, su libro “Un mexicano más” es el más conocido, incluso fue utilizado para la realización de una película.

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