lunes, 17 de diciembre de 2012

El Arco.



" Artemis " 24" x 36" oil on panel © 2007 Donato Giancola private collection 

_¿Mamá no tienes una escoba vieja que no te sirva?
_¿Qué quieres?
_Una escoba.
_¿Ahora tú, vas a barrer?
_No, ¡ah! qué estoy jugando, quiero el palo de una escoba.
_Deja ver.
Suspende la mamá lo que hace, caminando fastidiada, va a donde están las escobas y encuentra una ya gastada e inútil; mira, aquí tienes, ahora ya vete a seguir jugando para que yo pueda terminar de hacer la comida.
No mamá, pero de éstas no quiero; de las de otate, ¿qué no sabes?
De esas de otate no tengo yo no compro escobas de esas.
Se voltea Pepe y regresa con sus cuates para decirles que no consiguió el palo, se mueven todos y así de casa en casa hasta que cada quien consigue su palo de otate, ya con él, van por el viejo machete y empiezan a partir los otates, el proceso: aunque parece sencillo, para los chamacos de diez años, se vuelve una hazaña monumental, más si consideramos que el machete mohoso ni filo tenía, pero eso no fue suficiente freno para que los jóvenes entusiasmados iniciaran a construir su arco.
Pararon el otate, que no era otra cosa que un palo como de un metro veinte centímetros de largo y dos centímetros de diámetro, de un tipo de carrizo duro y flexible como el bambú pero no es hueco como el tallo de  esa gramínea tan útil,  éste es sólido con el brillo de la superficie y los nudos característicos de esté tipo de plantas, posteriormente le pusieron el machete tanteando partirlo a la mitad, ya puesto en posición, con una piedra iniciaron a golpear, lo que ocasionó que el otate se rajara a lo largo dejando dos piezas una de mayor grueso que la otra la cual se escogió para el arco; así, todos le siguieron al primero con la misma técnica hasta que cada quien tuvo su pedazo.
Después empezaron hacerle unos surcos en cada extremo, a la mitad que escogieron, a manera de canal de retención para la cuerda del arco, con los hilos de los costales de alimento del ganado que previamente habían obtenido en la Hacienda, trenzaron varios hilos y con cera de Campeche lo untaron para darle mayor fortaleza, de esa manera fueron cada uno haciendo la cuerda para su arco.
Poner la cuerda fue algo que ninguno pudo en ese momento, sólo se miraron unos a otros, ya que requería de mucha fuerza para poder doblar el palo y que la cuerda quedara tensada. Así que decidieron pedir ayuda a una persona adulta, quien lo hizo, con suerte de que vieron la técnica y después ellos mismo lo concibieron. Más vale maña que fuerza, el arco sirve de palanca para doblarse así mismo con ayuda de un pie y la rodilla de la pierna contraria. Bien, ya estaban los arcos.
Sí, ¿y que vamos a tirar? dijo uno de ellos, no tenemos flechas. Pues con los pedazos de otate sobrante y el viejo machete empezaron hacer flechas, a éstas se les amarraba una pluma de gallina de un lado y se le doblaba, sobre el otate, una corcholata en el otro extremo, se le hacía una pequeña rajadita del lado de la pluma para meter la cuerda; y ahora sí, a tirar con los arcos. Caramba que día, se cansaron de tirar flechas y después ir a recogerla, a todo lo que se movía le tiraban con pésima puntería pero como se divertían, proponían concursos para ver quien la mandaba más alto. Entre bromas, gritos y carreras anocheció. Después llegando, al día siguiente, de la escuela, a seguirle hasta que se gastaron los arcos y los ánimos después se invento otro juego, así pasaban los años de infancia.
Aquí en Chilpancingo y sus alrededores, este material el otate se utilizaba para construcciones típicas de bajareque, camas, guacales, bastones y muchas otras cosas que no recuerdo. Ahora tiene tiempo que no lo he visto, ni siquiera como palo de escoba.  

fotoğrafçı DEN-SAU-PIN

    

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