Con tan solo diez años, sin
más aspiraciones que seguir jugando ese día, ya había conseguido las ruedas, éstas
solamente eran unos cojinetes dañados que había ido a pedir a un taller
mecánico, aún dañados rodaban y lo hacían de manera magnífica para el uso que después
les daría Nico. Junto a su casa había un taller donde hacían molduras de madera,
y lo que sobraba eran pedazos del material, una montaña de aserrín y trozos de
madera eran parte del paisaje de su entorno. Escogió dos pequeños listones de
no más de cuarenta centímetros y con el machete desafilado que consiguió en su
casa empezó a sacarle punta a cada extremo de la madera para insertar los
cojinetes, ya con los baleros[1]
puestos servirían de ejes de rodamiento para una caja en la que se deslizarían él y
sus amigos en la banqueta recién terminada de la nueva cuadra. Puestos los
cojinetes, unió con unos clavos mohosos uno de los listones a la caja de madera
vieja, de esas que antes se utilizaban para mandar mercancías de un lugar a
otro, al otro listón le puso en cada extremo unas armellas que se chilapeó[2]
de una reja abandonada en donde supuestamente ponían el candado, el cual ya
tenía muchos días que se habían robado otros, de las armellas ató una cuerda de
ixtle que eran muy usadas, entonces, para amarrar cualquier cosas que lo
requiriera, ya estaba el eje delantero armado, solamente faltaba ensamblarlo al
resto del vehiculo, para lograrlo inició a perforar el centro del listón con
una piedra puntiaguda, para atravesar por el agujero un gran perno que
trasroscado se lo regalaron en el mismo taller de los cojinetes, este perno
serviría para que el eje delantero pudiera tener la doble función de rodamiento
y volante. La tuerca no enroscaba, pero no era una preocupación ya que solamente
se pondría una vez y para lograrlo le puso la tuerca hasta donde enroscó y con
una gran piedra se terminó de ensartar. Se le notó una magnífica sonrisa entre
los labios resecos por el sol, sus blancos y completos dientes mostraban una expresión
de orgullo y felicidad infinita, algunas gotas de sudor rodaban por su frente
que solamente se las embarró con sus manos sucias manchando su rostro claro,
pero dorado por el constante asoleado que le daba el jugar al aire libre.
Vamos, dijo a los demás que se
la habían pasado viéndolo entusiasmados mientras terminaba el carro de baleros
con el que estarían jugando por días hasta que otra cosa le llamara más la
atención, entre caídas y risas, entre pleitos, de por quien volvería a dejarse
rodar por la banqueta y quien lo acompañaría para darle mayor peso y correr más
rápido, llegaba la hora de comer, después la de dormir y saliendo de la escuela
otra vez a deslizarle, nada importaba más que rodarse una y otra vez en el gran
vehiculo de baleros.
Un video sobre ese tipo de carros:
https://www.facebook.com/1047154371991426/videos/1926572080716313/
Un video sobre ese tipo de carros:
https://www.facebook.com/1047154371991426/videos/1926572080716313/
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