domingo, 8 de junio de 2014

En el jardín del tiempo.

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Jardín de San Mateo en Chilpancingo hace sesenta años.


El viernes fui a Tixtla, Guerrero, pero no con el interés de disfrutar los placeres que otorga esta pequeña localidad, fui para asistir a la presentación del libro de poemas “En el jardín del tiempo” de de mi amigo Horacio.

La presentación fue en el “Museo interactivo del mezcal” que pertenece a unos amigos recientes que conocimos en una de las andadas de los caminantes por Almolonga. Amantes de la cultura estas lindas personas y también decididos promotores, se propusieron que Horacio presentara su libro en ese agradable lugar; y así se hizo y ahí estuvimos..

Al lugar asistimos la mayoría de los Caminantes del maguey, parte fue por la amistad con Horacio; pero más por interés, porque sabíamos que sería algo especial además de interesante ya que Horacio leería poemas propios. Ya lo hemos escuchado declamar algunos poemas de los grandes poetas. así que su privilegiada voz ya la hemos disfrutado cuando dice poemas y cuando canta esas canciones hermosas que acostumbra; pero oír y conocer así la producción propia era algo deseado.

No nos defraudo, sus poemas llenos de parábolas, armados con gran imaginación y cuidado literario; hablan del dolor, del amor, de la vida, del tiempo y del espacio.

Horacio amante de la docencia, no pudo hacer a un lado su yo educador e inició su participación con algunos buenos consejos, dirigidos para aquellos que desean aventurarse en la maravillosa experiencia de escribir poemas e incluso para escribir prosa, no diré todo lo que dijo; pero aquella máxima, de que uno debe escribir, no para complacer; sino por el placer de hacerlo, yo la he tomado como norma y extiendo la recomendación.

Así pues con la facilidad que tiene para rociar palabras adecuadas y con la entonación que da su magnifica voz. Fue desenrollando encantos, historias, sentimientos, ideas, consignas a través de la lectura de sus poemas usando la dicción adecuada.

Admiró en sus escritos versados a sus padres, a sus hijos, a su mujer y no se olvidó de sus mascotas; ahora sí como decíamos de aquellos chilangos que pasaban por Chilpancingo de vacaciones para Acapulco, se llevó hasta el perico, y sí, Papageno su querido perico apareció en la poesía.

Y se fue en solitario hasta que quiso y al terminar permitió que un público de amigos, como él mismo lo dijo, le aplaudió y le dijeron lo merecido. Ahora sí que Horacio Adame en esta presentación recibió su merecido.

No se pierdan la oportunidad de leer el libro en esta vida, que es la única que tenemos. No sea que se les acabe, como a la consola Telefunken de Horacio, antes de disfrutarlo
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