martes, 24 de junio de 2014

Oxtotitlán.

Foto de Omar Solís.
Ya se está haciendo costumbre cambiar el rumbo, este domingo se volvió a variar el destino de los Caminantes del Maguey. Ahora nos dió por ir a un poblado llamado Acatlán (Lugar junto a las cañas o cañaverales), aunque no fue realmente al poblado a donde planeábamos ir, aquí nada más fue la base del inicio de la caminata ya que a donde queríamos ir era a una gruta que contiene pinturas Olmecas, llamada Oxtotitlán.
Composición de una foto de la Wikipedia.

Aunque la presencia de la cueva con murales era el motivo, a los caminantes les interesaba también disfrutar los caminos con su flora, fauna y los paisajes. Este día no fue la excepción ya que hubo paisajes hermosos y sorpresas.

Así fue que llegamos a Acatlán en auto; un poblado conocido por sus artesanías y sus costumbres además que también tiene una historia desde 1200 ac, el poblado se encuentra encajado en uno de tantos pequeños valles que tiene la enorme Sierra Madre del Sur, así que ya estando ahí nos enfilamos caminando al lugar mencionado; o sea las cuevas de las pinturas.

Se caminó rumbo al oriente cruzando un rió por un puente peatonal, sobre un río que una vez que se mira la altura del puente se sabe lo crecido que acostumbra estar en los temporales, ahora nos tocó con poco flujo, pero para nada despreciable. Junto al puente una represa que seguramente la usan para juntar agua para las siembras de riego ya que algunas milpas tenían espiga y elotes, mientras la de temporal apenas se miraban recién germinadas. Cruzamos el puente; y luego, tan sólo caminando unos metros nos encontramos con un hermoso espacio con tres grandes y frondosos árboles donde en tiempos remotos alguien instaló un trapiche del que ahora sólo queda el mecanismos de hierro de los rodillos.
Foto de Omar Solís


Curiosamente en este lugar llegó Solovino, un perro de pura raza criolla; negro con manchones blancos que sin pedírselo fue nuestro guía, y esto de guía es una verdad increíble porque nos llevó hasta la gruta nos esperó y regresó con nosotros hasta el trapiche donde después como apareció se fue. Atento a que el grupo no se separará demasiado; cuando caminaba volteaba y regresaba por nosotros, no fue por comida; ya que cuando se le ofreció no la quiso. Además se miraba muy contento con lo que hacía.
Foto de Omar Solís

Ya con guía agregando además las indicaciones en el camino, la caminata resultó tranquila porque la preocupación ya no fue la ruta ahora toda nuestra atención dedicados a disfrutar el hermoso pasaje, una vereda semi empedrada con terrazas empedradas, árboles bordeando todo el camino dándonos sombra por todo el recorrido, subimos hasta la cueva por escalones de piedra y miramos desde ahí un inmenso paisaje de tierras de cultivo, rodeados los lotes por inmensos guamúchiles y otros especies de árboles. Sin olvidar la vista que siempre presenta la majestuosa Sierra Madre.
Foto de Omar Solís

Las orquídeas no faltaron está vez, por lo que las colecciones de algunos caminantes creció, quiero indicarles que las orquídea, algunas, se caen de los lugares elevados donde se encuentra, caídas a la larga mueren, son estas las que preferimos adoptar.

La fauna rara no dejó de faltar y ahora encontramos unos saltamontes negros con cabeza roja que se agrupan en colonias sobre la planta víctima devorándole todo el follaje.
Foto de Google
Entramos a la gruta y apreciamos en lo que se puede las pinturas, todo el lugar resguardado y cuidado por personas responsables, existe un jardín botánico con descripción de la gran cantidad de plantas en los perímetros de la cueva. No hubo en el momento que estuvimos quien nos hablará de las pinturas así que utilizamos la tablet de Omar para informarnos. Curiosamente en ese lugar si existe señal para celulares. A Jorge se le resbaló el número de los que éramos y puso once en el libro de registro , quedó muy preocupado por el error así es que aclaramos, por si es necesario, que solamente fuimos diez, pueden dejar de buscar al número once.

Foto de Omar Solís

Regresamos y nos fuimos a Chilapa donde teníamos un encuentro con Horacio para comer con un poeta y amigo de los caminantes, que se aventuró para invitarnos a comer, ahí escuchamos a Rubén Darío Acosta declamar sus poemas ingeniosos y bellos, a Horacio también lo oímos declamar otros; incluso yo leí uno de los míos. Ya embelesados de tanta poesía, con la panza llena de manjares Chilapeños y mezcaleados con los propios de la región, lo último a excepción del resignado; recordandoles que fue en auto la ida y venida, la mayoría regresamos a Chilpancingo.

Más fotos aquí.

Foto de Omar Solís

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Foto de Omar Solís.

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