jueves, 14 de septiembre de 2017

El tiempo, la lectura y el saber.


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Piedras atrapadas, foto de Edgar P. Miller


Es indiscutible que con el tiempo se adquieren conocimientos que de otra manera no se obtienen, el adagio aquel: “que más sabe el diablo por viejo que por diablo”, tiene su parte de verdad, pero tiene más de solapador de ignorantes.
Definitivamente el tiempo hace su gran aporte, pero muy poco para aquellos que en su vida no han buscado soporte externo, como sería la lectura, para aclarar sus dudas, por lo que se terminan muriendo esperando que el tiempo se las aclare.
Cada que escribo algo, como lo que estoy haciendo ahora, es con el fin ingenuo de ayudar a quienes viven en la eterna confusión, causada por la información caótica que surge en el entorno de todos. Pero cuando lo hago, igual me doy cuenta que quienes más necesitan estas notas son precisamente aquellos que ni leen ni les importa leer, además consideran que el cúmulo de información que tienen en el cerebro es la sabiduría irrebatible que han acumulado con el  tiempo,  que como ya lo dije en un principio lo es en parte pero igual, mucha de esa información es lo que los tiene en un constante interrogante en cuanto a que hacer; viven en una duda constante o como en un tiempo se decía en el oscurantismo; tomando decisiones malas o simplemente sin tomarlas dejándose llevar en la corriente que mueven los demás que están en iguales circunstancias.
El peligro aumenta para todos cuando los mitos, esas recomendaciones falsas que pasan de generación a generación; sin que se atrevan a ponerlas en duda, se afirman como verdades en el comportamiento de muchos. Y sucede, porque aunque muchos de esos mitos ya han sido desmitificados; o sea, probada su absurda realidad; así que son falsas sus promesas y maravillas, quienes creen en ellos no leen ni les interesa hacerlo por lo que no se enteran que es así y aceptan la verdad de sus ancestros tan ignorantes como ellos o que tenían menos posibilidades de corregir la percepción de lo que forjaban como verdad.
Pero el mal no queda ahí, sino que se expande más cuando alguno que cree en ellos le da por escribir sobre los mismos usos y costumbres como verdades absolutas, sin hacer la investigación necesaria. Aún ellos leyendo poco pueden ocASionar lo peor, ya que quien leyó la mentira afirmará después que es verdad, diciendo que él ya la estudio.
Existe algo que se llama el pensamiento crítico y que debe existir en aquel que realmente quiera saber de las cosas en su verdad más próxima, ya no aspirar a la verdad absoluta, sino que a la más cercana a ella.
Así pues digo: que sí su lectura es fantástica acepte que está en la fantasía, pero sí quiere ser guía, mejor vuélvase crítico estudiando esta parte del conocimiento y después convénzase a sí mismo de la verdad de lo que quiere divulgar.

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