martes, 26 de septiembre de 2017

Somos un caso.

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Los mexicanos tenemos defectos al igual que los pobladores de otras partes. Pero resalta una actitud individualista en nosotros que nos convierte en una sociedad que se mira corrupta, estudiada a profundidad, al menos en la perspectiva que la miro yo, es una población que lucha por su subsistencia sin tomar en cuenta códigos de conducta éticos y morales. Tal vez porque no le dejan de otra.
En una ocasión mi hermana se quejaba diciéndole ladrona a una señora que vendía dulces en la puerta de la escuela Morelos, vendía unos chocolates, que costaban un peso en la dulcería, a diez pesos. Además, los que llevaban a sus hijos a la escuela les daban dinero, el mismo que gastaban comprando el chocolate. Yo soy comerciante y hacía coraje cada que en los periódicos decían: los comerciantes ladrones subieron los precios. Era época de hiperinflación donde el culpable directo era el gobernante y no los comerciantes. Sin duda había algunos que se aprovecharon de la situación.
Le explique a mi hermana de como funcionaba la economía de esa señora, para que entendiera que no robaba, sino que vivía de las utilidades de lo que vendía. Así pues, que ella para vivir necesitaba X suma de dinero al día para su sustento y pues tenía que sacarlo de la mercancía que vendía.
Pues bien, mirando las cosas así entenderemos porque cada quien en México hace lo que hace, o sea todos necesitamos un mínimo de capital para sobrevivir. De ahí parte todo lo demás.
Los grandes comerciantes también viven de las utilidades de lo que venden pero tienen competencia y por lo mismo no pueden subir arbitrariamente sus precios, así que ellos pueden hacer dos cosas: disminuir costos o destruir de alguna manera la competencia.
Disminuir costos suena ser la mejor opción, pero esto lleva a la proliferación de otros males, como son disminuir salarios y oprimir a sus proveedores para hacer lo mismo descendentemente hasta llegar a los productores base.
Así pues que se ve claro, que moviéndose la economía por donde sea termina fregando al trabajador, que a la vez también requiere de un capital para sobrevivir y de alguna manera tendrá que obtenerlo.
Pues existen varias maneras, una es tener dos o más empleos, otra tener un ingreso extra, como el de la señora de los dulces, también puede sacarse materiales de donde trabaja. Y desde luego retroalimentando la competencia yendo a comprar lo más barato.
Así pues en esto último podemos echar una mirada al funcionamiento económico en la industria de la construcción, en ella las grandes constructoras, las de menos escrúpulos, para ganar mercado; sobretodo hacerse del capital destinado a la construcción, destruyeron aquella competencia que eran escrupulosa, disminuyen costos también para lograr ganar los concursos. Ahora, gracias a un temblor, sale a relucir de donde salió la utilidad. No sólo el de las empresas constructoras; sino que de todos los elementos que de una u otra manera participaron en la construcción.
No estoy de acuerdo que las cosas sean así; aunque así sean evidentemente, ni quiero que así continúen; algo se debe hacer para que no suceda esto.
El problema mayor es que no sólo sucede en la construcción, esto se puede ver en la medicina, en los organismos legales y en otras industrias y profesiones. Ya ni decir en el proceso “democrático”.
Probablemente alguien se sienta ofendido y diga que él no es así, le pregunto: ¿Acaso no busca el mejor precio al comprar cualquier cosa deseada?. Y existen otros pequeños comportamientos que pasamos desapercibidos que ayudan a que las cosas sean así.
A lo anterior se le puede agregar el efecto de los codiciosos y ambisiosos. 

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