Primer acto.
En toda farsa oficial son
necesarias ciertas constantes (le llamaremos farsa oficial aquello que hacen
los gobernantes para hacer creer que lo que sucede en un país es algo
importante y necesario para la población):
·
Una población expectante, deseosa de un suceso.
·
Involucrar a la población en la farsa, pero no para
decretar el resultado.
·
Utilizar a individuos popularmente confiables para que
dirijan el rumbo de la farsa.
·
Aparentar legalidad en las acciones.
·
Tener un chivo expiatorio a quien culpar del resultado
no esperado por la población.
Segundo acto.
Pues bien, aquí en México está en operación la última etapa de la gran
farsa electoral:
La población estaba a la
expectativa del triunfo de su candidato y perdió.
Se involucró a la población: trabajando
como funcionario de casilla y emitiendo su voto.
Algunos conductores de los
medios, principalmente los más confiables son utilizados para emitir posibles
teorías de lo que sucedió, cuestionan a invitados igual de prestigiados para
que aporten su punto de vista, dirigiéndolos desde luego hacia una línea
conocida de solución, conocida por los maquinadores de todo el proceso.
En las cámaras, diputados y
senadores de uno y otro partido, hablan de seguir el curso legal de las
elecciones, dando explicaciones basadas en la ley aprobada por todos ¿?.
Ya se visualizó al posible
culpable de que exista una confusión, las encuestas, día a día dirigen el
debate en contra de ellas para posiblemente culparlo del los resultados no
esperados, o sea que la población tuvo una percepción equivocada de lo que
sucedería, pero que nada tenía que ver con la realidad que es la que presenta
la autoridad confiable y legítima.
Tercer acto.
En toda competencia los
contendientes desean ganar; en algunas, a veces solamente se compite por el
placer de la contienda, pero en cuestión de elecciones todos los beligerantes
tienen un objetivo definido, intención que no siempre resulta ser la de sus
seguidores. Por ejemplo, un candidato que tiene un nivel bajo de posibilidades,
podrá estar compitiendo con el único propósito de que su partido mantenga el
registro; pero también, mañosamente, para quitarle votos al contendiente no
deseado por el sistema establecido con el que está de acuerdo. Con esto se
puede notar que sus seguidores están siendo engañados por lo que su participación
encaja en el de una farsa.
Cuando existen leyes a
respetar, incluso aquellas por las que la población no esta de acuerdo, entre
los ciudadanos consientes hay quienes las acatan para cumplir con ellas, mas no
por que estén de acuerdo en el propósito, así que algunos votan y aceptan ser
representantes de casilla no porque deseen esa participación o por que crean en
su propósito más bien lo hacen por cumplir las leyes y mantenerse en la
legalidad. O sea que estas personas legalmente son metidas en la farsa.
Existen comunicadores e
intelectuales famosos, por algún hecho realizado a favor de las mayorías o por que
resultaba reconocido por ellas como algo que era importante, además que el
suceso en su tiempo tuvo una gran difusión. La fama los encumbró, no sabemos si
por lo mismo o por su propia naturaleza cambiaron de ambiciones, ahora sus intereses
son en contra de aquellos que en un tiempo lo aclamaban y que ellos sin saber las
nuevas intenciones los consideran aliados. Como ven estas personas están como
parte de la farsa.
En una ocasión me tocó ver un
curso de capacitación legal para diputados, en donde una magnífica abogada lo
impartía, siento no recordar su nombre porque merece ser nombrada, pero con sus
enseñanzas me di cuenta de lo complicado que es determinar un delito, así que
cuando los del IFE hablan de leyes poco tiene que ver aquello que esperan los
ciudadanos.
Lo digo porque hacen las leyes
de tal manera que parece que nos protegen. Pero a la hora de exigir se cumpla;
resulta que quien debe hacerlo no tiene manera de lograrlo, por lo que la
violación queda impune. Así que todo parece legal en la farsa; pero de nada
sirve.
La población es manipulable ya
es una afirmación científica, dada la cantidad de sucesos donde a resultado
cierto. Así que con el solo cambio de atracción, es suficiente para que las
masas olviden la ofensa. Pues bien para empezar ya culpan a las encuestadoras
de mentir o ser incompetentes, lo que sea, entre más jalado sea lo que se diga
de ellas mayor atractivo para la población y más lejos la tendrán del verdadero
problema, ¿es una farsa?
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