miércoles, 7 de noviembre de 2012

¡Qué chica!



 A muchos escritores les da por narrar sobre sus recuerdos, incluso yo también lo hago en ocasiones, es una tentación; a veces, insuperable. Por otro lado también algunos les gusta describir los lugares que visitan, con mucho gusto se me ha ocurrido también a mi hacerlo, pero realmente a mi la literatura en donde uno inventa situaciones es la que me fascina, los recuerdos y los lugares, sólo me gustan para el escenario; también la de describir personas, agregando partes de una con las de otras, para formar personajes de cuentos me encantan. Ahora les convidaré de esto último una descripción reciente.
La vi desde lejos caminar, al primer ojazo pensé que era una beldad de las que ahora pululan en la ciudad. Mi yo masculino inmediatamente brillo, así que me puse presto para no perderme ni un detalle, se acercaba con un bamboleo de nave en alta mar casi tempestuoso, me dije: caramba, “si como lo mueves lo bates que sabroso chocolate”, así moviéndose sexy, se fue acercando y me di cuenta que su vestido dorado estilo imperio con plisado grande bamboleaba como una bandera a toda asta. Ya más cerca, noté que el vestido imperio (por  si ustedes saben o no este modelo de vestido femenino  se ajusta apenas abajo del busto y de ahí cuelga hasta donde termina el vestido, en este caso terminaba más o menos a la altura de la mitad del muslo) a la chica le brincaba a la cadera sin pasar por cintura alguna, cadera inmensa de la que caían dos lianas que con buena vista y mejor consideración podríamos decir que eran sus piernas; delgadas tirándole a famélicas, el plisado del vestido, de campana amplia, se movía sin pudor, dejando casi ver la región sombría donde se juntan las columnas de Hércules, interesante mujer; que, firme y segura de su atuendo y de su figura, caminaba bamboleándose al ritmo cadencioso de sus caderas, considerando ella; y que bueno, que tenía lo suficiente de sensual para hacer parar a cualquiera del sexo opuesto, dejándolo atónito ante su belleza, creo que así fue conmigo, al final de cuentas, ella nunca se enterará del fiasco que resultó para mí el haberme parado para hacer semejante ridículo.
Dicen por ahí que no existen mujeres feas, seguramente así es, sin embargo existen muchas chicas fachosas que no combinan su figura con la ropa adecuada para lucir lo mejor y ocultar lo temible.
Siguió caminando y pasó por donde estaba yo, creo que incluso volteo ligeramente a verme con ojos dormilones, quizás orgullosa de saber que me paré a mirarla, después continuó su andar, cosa que me permitió ver y comprobar lo ya visto. Siguió con su salero, moviendo su vestido de lado a lado, mostrando lo que solamente debería ver ella en el espejo. Dirán a ti que te importa, realmente tienen razón: nada, pero de ahí salen los personajes, a los que se ven y los  que miran también, te dan material para escribir y eso a mí me divierte.

No hay comentarios:

Publicar un comentario