by Alex Alemany |
En la literatura y el cine se
escriben historias que van desde las apegadas al la realidad hasta aquellas que
llegan al extremo de la fantasía.
En las de tramas policíaca,
donde aparecen los detectives exageradamente agudos en sus investigaciones como
lo fue hace tiempo Sherlock Holmes personaje de Sir Arthur Conan Doyle y posteriormente en la televisión vimos a Columbo y ahora SCI, vemos como persiguen al criminal en base a parámetros científicos
altamente sofisticados; incluso. Nosotros que vivimos en el mundo real,
llegamos a pensar que eso esta sucediendo en las investigaciones que hacen
nuestras autoridades periciales cuando de descifrar un crimen se trata.
Es común creer que lo primero
que se necesita para aceptar que existe un asesinato es encontrar al cadáver; a
partir de él, vemos en las historias contadas como se empieza la trama de la investigación
acuciosa para llegar al homicida, con detalles técnicos y posteriormente con
juicios increíblemente interesantes
astutos e inteligentes.
Por eso también hemos
visto como los criminales, para burlarse
de la justicia, tratan de desaparecer el cuerpo del delito para no ser
descubiertos. Mucho recuerdo aquellas
películas de gángsteres en los Estados Unidos, en donde para perpetrar el crimen
perfecto, los mafiosos tiraban el cadáver en el cemento colado de una
construcción o les hacían los famosos zapatos de cemento o les ataban un bloque de cemento en las piernas y
los tiraban a la parte profunda del mar, río o lago.
Podemos seguir poniendo
ejemplos, de cómo en la escritura policíaca, tanto para leer como en los
guiones del cine, se suceden los intentos de ocultar al muerto para
evitar ser culpables, sin muerto presente el cadáver no se busca, se considera desaparecido el
sujeto y así pasan años sin averiguación hasta que casualmente aparecen unos
restos por ahí entonces es cuando se emprenden las pesquisas para resolver el crimen.
Historias viejas son
continuadas por otras recientes, tocando el tema de esa manera. Llegan incluso
a formarnos mentalmente una realidad ficticia de que las cosas realmente así
son. Pero despertemos de esa somnolencia literaria y miremos nuestro entorno.
Los criminales no desaparecen a sus víctimas, aquí no lo hacen, incluso las
dejan en los lugares más visibles, deliberádamente perceptibles.
Ahora ¿que sucede?, ¿que
pasa?, ¿donde está el misterio?, ¿resulta igualmente fácil escapar con el
cuerpo desaparecido que con el cuerpo presente?
La literatura y el cine del
que hablo probáblemente sea ficticio, así es que no le haremos caso, podríamos
caer incluso en la manipulación de quienes hicieron ese tipo de sugerencias. La
verdad es que aquí, en nuestro real y tangible mundo, se suscitan asesinatos en
serie, día tras día; y no aparecen los culpables, salvo de algunos, que vienen
siendo minoría; los más, quedan impunes; o sea, el cuerpo no es útil para
llegar al criminal.
Como sabemos, creemos cosas
que no son reales porque se nos quedaron a través de nuestras vivencias
diarias, pero como vivimos más frente a un libro, un monitor, que nos mandan
eventos irreales; que en un entorno verdadero que pueda influenciarnos con la
realidad, cada día que pasa somos menos reales y más habitantes de un mundo
mental irreal pero viviendo en el suelo de uno real, lo que nos convierte en
víctimas de la verdad.
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