Llegó el año nuevo, se fue el
anterior, el tiempo siempre frontal que no voltea a ver lo que deja atrás,
siempre hacia delante sin preocuparle algún obstáculo, ¡no lo tiene!, seguirá su eterno
caminar para el frente dejando cadáveres biológicos y minerales sin
preocupación alguna, el nacimiento de galaxias y de hoyos negros perpetuamente,
en las nebulosas la vida nace y muere con un continuo mover de energía y
materia de infinitas dimensiones, con un tiempo sin tope.
Mientras, yo, algo
desvelado por las fiestas de fin de año, algo crudo, también hambriento, pero
sobre todo con ganas de miar, me levanto y corro a desaguar, no pude evitar al
pasar por la terraza quedarme a mirar al nuevo año, miré hacia las montañas y
me di cuenta que este año nos trajo unos cerros poblados de cedros, encinos,
ocotes y también otras coníferas, se miran los verdes matizados en la ahora más bella Sierra
Madre del Sur, las aves trinaban
con la melodías propias de cada especie, formando sinfonías abstractas de
ruidos melódicos y variados, en una multitud de cañadas cubiertas con parotas,
ceibas y bocotes que ya incluso empiezan a blanquear el follaje como árboles
nevados por sus flores.
La niebla majestuosa escurre
por las montañas como ríos caudalosos, al verla, incluso, lograba palpar su
humedad, caramba que bello año valió la pena soportar el anterior para llegar a
ver éste, una cascada se miraba a lo lejos escurrir en una apenas perceptible
cañada cubierta por inmensos amates, al instante sentía que me escurría el agua
por los pies, ¡chin! se me había olvidado que tenía que ir a orinar, en esto estaba, cuando me despierta mis señora diciéndome:
¡Edgar ya orinaste el colchón nuevo
caramba se va manchar!
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