martes, 1 de enero de 2013

Llegó el año nuevo.



Llegó el año nuevo, se fue el anterior, el tiempo siempre frontal que no voltea a ver lo que deja atrás, siempre hacia delante sin preocuparle algún  obstáculo, ¡no lo tiene!, seguirá su eterno caminar para el frente dejando cadáveres biológicos y minerales sin preocupación alguna, el nacimiento de galaxias y de hoyos negros perpetuamente, en las nebulosas la vida nace y muere con un continuo mover de energía y materia de infinitas dimensiones, con un tiempo sin tope.
Mientras, yo, algo desvelado por las fiestas de fin de año, algo crudo, también hambriento, pero sobre todo con ganas de miar, me levanto y corro a desaguar, no pude evitar al pasar por la terraza quedarme a mirar al nuevo año, miré hacia las montañas y me di cuenta que este año nos trajo unos cerros poblados de cedros, encinos, ocotes y también otras coníferas, se miran  los verdes matizados en la ahora más bella Sierra Madre del Sur, las  aves trinaban con la melodías propias de cada especie, formando sinfonías abstractas de ruidos melódicos y variados, en una multitud de cañadas cubiertas con parotas, ceibas y bocotes que ya incluso empiezan a blanquear el follaje como árboles nevados por sus flores.
La niebla majestuosa escurre por las montañas como ríos caudalosos, al verla, incluso, lograba palpar su humedad, caramba que bello año valió la pena soportar el anterior para llegar a ver éste, una cascada se miraba a lo lejos escurrir en una apenas perceptible cañada cubierta por inmensos amates, al instante sentía que me escurría el agua por los pies, ¡chin! se me había olvidado que tenía que ir a orinar, en esto  estaba, cuando me despierta mis señora diciéndome: ¡Edgar ya orinaste el colchón nuevo caramba se va manchar!

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