Edición de una pintura de Jeremy Mann |
Llevo algo de
tiempo escribiendo una novela, me preguntan ¿Qué cuando? Como no sé, les daré
un poquito de ella, por el momento:
"Es hermosa, tan
bella que estuve mirándola mientras parada estaba a escasos metros de mí, mis
ojos fascinados enfocaron una de sus orejas, ¡es tan bella! Que quedé extasiado
con la vista fija sin distraerla hacia otra parte de su ser. ¿Cómo es que la
naturaleza puede poner tanta belleza en tan pequeño espacio? Un laberinto de
relieves a la primera vista, anárquicos, pero al ver el conjunto de materia, su plasticidad me dejó estupefacto con esa hermosura abstracta, las curvas de la oreja formaban declives y relieves de
una armonía increíble, los realces del pabellón queriendo envolver el lindo
laberinto parecía pronosticar una caída en la depresión del orificio del oído,
que con su profunda oscuridad contrastante aumentaba la belleza del conjunto.
La textura de la piel se apreciaba excitante con una luz que incidía transversalmente,
haciendo brillar, como hilos de oro, unos delicados vellos que convertían el
espectáculo en algo más sensual, el brillo dorado resaltaba sobre la piel tersa
color piñón, la combinación de sombras producidas por una superficie irregular
matizaba los colores de esa carne tierna,
la suave caída de un lóbulo carnoso de color rosa ruborizado resaltaba
el conjunto que al igual que el resto del oído titilaban con el brillo del vellón
suave y aterciopelado. Súbitamente un estruendo, luego, un pequeño pero
perceptible escurrimiento escarlata precipitándose frente a mis ojos; que,
entretenidos, no captaban a imaginar el trágico suceso; después, el silencio
sepulcral; enseguida nada que disfrutar para mis ojos absortos.
Mi vida de sicario
no me permite recordar al individuo liquidado pero esos momentos de placer
carnal quedan estigmatizados en mi mente."
Edgar P. Miller.
Marzo del 2011.
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