martes, 4 de junio de 2013

Un pedazo de novela.

Edición de una pintura de Jeremy Mann

Llevo algo de tiempo escribiendo una novela, me preguntan ¿Qué cuando? Como no sé, les daré un poquito de ella, por el momento:

"Es hermosa, tan bella que estuve mirándola mientras parada estaba a escasos metros de mí, mis ojos fascinados enfocaron una de sus orejas, ¡es tan bella! Que quedé extasiado con la vista fija sin distraerla hacia otra parte de su ser. ¿Cómo es que la naturaleza puede poner tanta belleza en tan pequeño espacio? Un laberinto de relieves a la primera vista, anárquicos, pero al ver el conjunto de  materia, su plasticidad me dejó estupefacto con esa hermosura abstracta, las curvas  de la oreja formaban declives y relieves de una armonía increíble, los realces del pabellón queriendo envolver el lindo laberinto parecía pronosticar una caída en la depresión del orificio del oído, que con su profunda oscuridad contrastante aumentaba la belleza del conjunto. La textura de la piel se apreciaba excitante con una luz que incidía transversalmente, haciendo brillar, como hilos de oro, unos delicados vellos que convertían el espectáculo en algo más sensual, el brillo dorado resaltaba sobre la piel tersa color piñón, la combinación de sombras producidas por una superficie irregular matizaba los colores de esa carne tierna,  la suave caída de un lóbulo carnoso de color rosa ruborizado resaltaba el conjunto que al igual que el resto del oído titilaban con el brillo del vellón suave y aterciopelado. Súbitamente un estruendo, luego, un pequeño pero perceptible escurrimiento escarlata precipitándose frente a mis ojos; que, entretenidos, no captaban a imaginar el trágico suceso; después, el silencio sepulcral; enseguida nada que disfrutar para mis ojos absortos.
Mi vida de sicario no me permite recordar al individuo liquidado pero esos momentos de placer carnal quedan estigmatizados en mi mente."

Edgar P. Miller.
Marzo del 2011.





   

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