martes, 5 de agosto de 2014

La belleza y Los Caminantes del Maguey.

Serge Marshennikov.jpg
Pintura de Serge Marshennikov

Ya terminada la caminata tradicional, que los Caminantes del Maguey efectúan desde Chilpancingo hasta Amojileca; y una vez saciado el apetito con un exquisito almuerzo preparado por Mary y su ayudante estrella; que también es su nuera, partimos a la terminal de las combis (transporte público) para regresar a Chilpancingo, subimos a una, ya todos acomodados en el pequeño espacio del transporte, sentados como si fuéramos caballeros de la mesa redonda, el vehículo partió rumbo a Chilpancingo, de improviso el vehículo efectúa una parada; ahí, como de la nada, ¡surge la flor más bella del ejido! para subir a la combi, con su short ajustado y corto de mezclilla prelavada, que nos mostraba en su totalidad sus juveniles y bien formadas piernas, una blusa ligera mostrando la silueta del resto de su delicado y sexi cuerpo. Emperatriz la caminante al mirarla inmediatamente le mandó una mirada de puñal a su marido, quien de reojo solamente pudo disfrutar por un instante de la fascinación momentánea, pasó frente a mi, juntito, traté por educación de evitar que mis rodillas pudieran rozar sus piernas, aún deseando lo contrario, luego, ella se sienta a mi lado; suertudo habrán dicho los demás, pero curioso resulta que el que más cerca está es el que menos ve; así que, lo que ví fue como mis compañeros, con rostro rejuvenecido por el suceso, estaban con la mirada fija a mi compañera de asiento. Ella con su bien maquillado y hermoso rostro blanco, blanco como el de la mayoría de los habitantes de Amojileca, pero éste lindo, con una sonrisa sensualmente natural miraba a la concurrencia aglomerada en ese pequeño espacio. Ismael, quizás para ligar o tal vez para tranquilizar a la joven bella del acoso de las miradas, inmediatamente interrogó con las palabras claves: ¿estudias o trabajas?, no fue eso precisamente lo que preguntó pero como si hubiera sido, ella con la misma sonrisa y el temple de quien sabe que tiene el control le respondió a satisfacción, mientras mi compañero Oscar, frente a nosotros, imagino, que por su mente pasaba la canción de su pariente, Secreto de Amor: “Secreto de amor te digo, te quiero como a ninguna”. No me perdí la mirada que Juan le tiraba al bombón, que ya hasta se imaginaba estando en sextas nupcias. Mientras, Bolívar más cerca de ella que los otros, ya se le volteaban sus ojitos al mirar tan cerca de él a increíble belleza con la tristeza de quien sólo podrá conformarse con un taco de ojos, a mi no me quedó otra que resignarme y disfrutar el aroma de su bien perfumado cuerpo y deleitarme con el timbre de sus sensual voz al hablar. El encanto se disipó inmediatamente cuando con esa modulada voz le pidió al chofer la bajara en la maderería, ¿cómo, ya?, inmediatamente los rostros de todos, incluyéndome, volvieron a la edad correspondiente, solamente Emperatriz rejuveneció al instante.


Y como dijo José Alfredo Jiménez: “ ya ni llorar es bueno”



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