miércoles, 6 de marzo de 2013

De película.

Nino Castenuovo et Catherine Deneuve
 sut le tournage du film. © agnès varda
Siento que soy de la generación formada por el cine, nací a mediados del siglo veinte, precisamente cuando el cine de Hollywood se había consolidado, era en ese entonces, y a partir de esos años, cuando esta manera de hacer cine se adueñó del mundo. Unos años antes o después; probablemente, pero para los fines a los que quiero llegar la precisión no cambia las cosas. Así que continuaré con mi intento de platicarles algo más.
Desde que nací ya existía cine en el pueblo donde vivía. Así es que desde muy pequeño íbamos a ver películas, no tantas como se hace ahora que se tiene cine en casa; no, entonces, cuando muy seguido, una vez a la semana: al matiné. Así es, que quiera o no mi cerebro se fue forjando en relación a esas proyecciones y al entorno de mis actividades cotidianas, pero debo confesar que el cine tuvo mucho que ver en mi formación. En un época ni siquiera lo consideré así, pero al pasar del tiempo y viendo el comportamiento de la sociedad en general, considero que sí tuvo influencia.
Les platicaré algunas cosas del cine. En las películas, en el transcurso de una hora y media, se proyecta toda la vida de un personaje: vemos como nace, crece se desarrolla y muere; una vida de noventa minutos, lo que dura un partido de fútbol, de ahí que muchos de nosotros apenas aprendemos a caminar y ya queremos tener todo lo que tienen los más viejos de nuestra sociedad, que lo han logrado en toda una vida de esfuerzos y sacrificios, algunos, otros robando. Un deseo genuino dado que en el cine en mucho menos tiempo los personajes lo logran. Pero lo anterior es sólo peccata minuta, en cuanto a la afectación que tienen en la sociedad.
Pongamos otros ejemplos. En las películas los servicios de emergencia llegan en fracciones de segundos al lugar del siniestro y en menos de que yo lo escribo ya tienen a los heridos en el quirófano, operándolos de emergencia para salvarles las vidas; y saben que se logra con eso, pues que en la vida real queremos que así sea; y, también, creemos que así es.
Se podrá argumentar que es ficción, que la gente debe de entender eso, que debe ser un individuo inteligente, que no tiene porque caer en falsas creencias. Todo lo anterior podría considerarse verdadero; pero la realidad es que el humano no funciona así, no es máquina perfecta, es un animal todavía. Su organismo de percepción está adaptado a la naturaleza que ha estado con él durante la existencia de la especie, para él, lo nuevo, producto de los avances del hombre, son ajenos a su evolución de millones de años. Así es que aunque él sabe que es mentira o medias mentiras lo proyectado en el cine, su cerebro lo maneja como hechos reales, sucesos, experiencias, y se va amoldando su conducta a esos eventos.
Todos hemos visto, cómo en las películas los malvados son encontrados por magníficos investigadores periciales, que encuentran una aguja en el pajar gracias a su habilidad y a todas las herramientas modernas que nos muestran en el cine. Sin embargo, en la realidad vemos como los malos se comen a quienes gobiernan y que cada día son más quienes delinquen y con mayor impunidad. Ya ni decir en nuestras comunidades del tercer mundo, donde apenas saben escribir quienes averiguan los crímenes. Sin embargo gracias a esas magníficas películas de detectives, las de abogados y de espionaje; estamos en la creencia que atrapar delincuentes es posible; también llegamos a pensar que dentro de las corporaciones policíacas existen superhombres capaces de atrapar al más peliagudo granuja. La parte buena es que aquellos que se saturan con toda esa basura de Hollywood, al menos por miedo a ser atrapado, no entra o se pasa al lado de los criminales.
Pero queda claro que cuando somos víctimas de los malhechores hablamos pidiendo auxilio a la policía y esperamos una respuesta de película, y sí es una respuesta de película, porque se tardan en llegar el tiempo que dura una de ellas, al presentarse lo ponen en suspenso con una sarta de preguntas babosas y después nos hacen reír con su respuesta ridícula para atrapar a quien hizo el daño.

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