All alone by Iman Maleki |
Hubo un tiempo
donde escribir en el periódico era deseable, llegó a ser un lugar exclusivo y
privilegiado, sólo aquellos que de una u otra manera estaban relacionados con
los que ya escribían en ellos o con los editores y gobernantes tenía la
posibilidad de llegar a escribir en uno. También llegó hacerlo quien tenía el
capital necesario para poner su propia editorial, aunque fuera por un pequeño
tiempo si no era del agrado del gobernante en turno.
Pero también era
necesario saber hacerlo, esto hizo que se limitara el oficio de escritor a unos
cuantos, no es difícil darse cuenta la pobreza de escritores famosos que
existían en México y el limitado número de periódicos debido a este
acaparamiento.
Esa situación
propició que la escritura pública; o sea, el oficio de escribir para el público
en general, se corrompiera, al grado tal que los espacios disponibles; tanto
para el periodismo, como para la publicación de libros, fuera tan limitada. Este
espacio cultural estaba dada para aquellos cortesanos, o sea quienes dedicaban
su talento de escritor a promover y alabar
al gobernante en turno, meticulosamente describían las bondades de lo
que hacían, su historia y el por qué de los poderosos. Ellos se encargaban de
nulificar la crítica que de alguna otra manera se colaba en las masas, pudiendo
hacer sentir mal al jefe, su familia y gobiernos afines.
La llegada de la
televisión y la radio volvió la alabanza oficial en un gran negocio que quedó
en unos cuantos, aún más reducido que cuando solamente se hacía a través del
papel. Sin descartar a los periódicos y editoras de libros que sobrevivieron en manos de los
mismos dueños de las televisoras; y los que no, a merced de su crítica poderosa.
Lo anterior tuvo su
gran época de oro, por lo que
desenmascarar las pilladas de los gobernantes se volvió un oficio
peligroso y complicado, que continúa hasta los tiempos actuales. Lo que demuestra
que sus comparsas mediáticas no surten el efecto deseado y los poderosos tienen
que recurrir al terror para mantenerse en posesión de la gallina de los huevos
de oro. Obviamente este método aumenta los asesinatos de escritores al número
de escándalo internacional.
Al llegar la gran
red o sea Internet los periodistas y editores tradicionales se vieron superados
por multitud de geniales escritores libres, quienes en minutos ahora despedazan
aquel que hace del oficio de gobernar su negocio, aquellos escritores de antes;
sobretodo esos a los que las tecnologías nuevas no se le pegan ni con cola loca,
por la falta de ingenio de todo tipo, ya que sólo son capaces de adorar a quien
les da el chayote, respingan en contra de los twitteros, de los comentarios del
Facebook, incluso de los comentaristas de café y mezcal, en defensa de su
patrocinador cada vez que les sacan sus trampillas al sol en la red. Estos
columnistas mediocres que critican, sin
ingenio ni talento a los escritores de la red, lo hacen queriendo minimizar a los
talentosos y revolucionarios escritores de la red, que los han superado en todo
ya que escriben por el gusto de hacerlo y además lo hacen a veces mucho mejor
que aquellos que se posesionaron de los medios tradicionales creyendo que
tenían la noticia como propiedad a su disposición y modos, para poder engañar a
las masas, sin misericordia, para su beneficio.
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