Existen
momentos en la vida en los que siento ser demasiado pesimista, es
entonces que me pongo a escribir con la intención de hablar de lo
bueno de este mundo; y claro que encuentro multitud de cosas
agradables de las que puedo escribir o hablar, personas interesantes,
cultas; también inteligentes. Paseando por los alrededores de mi
ciudad natal veo flores hermosas, plantas exóticas y gente; mucha
gente que vive al parecer en calma y sin problemas. Curiosamente me
encuentro con personas trabajadoras, dedicadas en cuerpo y alma a su
actividad productiva y a la crianza de sus hijos, vendiendo sus
productos en una mesa fuera de su casa, frutas frescas de esas que
no se consiguen en los grandes almacenes. Nos damos cuenta que esta
gente en el campo tiene varias actividades productivas con las que
saca el sustento cotidiano. También encuentra uno en la calle a un
perro callejero que mueve su cola mostrando amistad en lugar de
orinarnos para fastidiarnos el día, también a otros que le ladran e
incluso intentan mordernos pero al final desisten por piedad o por
que ya no es tan animal.
En
la mañana, camino rumbo al centro; y sí, aún encuentro al amigo
que saluda e incluso al extraño que lo hace para crear una atmósfera
amistosa. He tenido días magníficos donde un automovilista me sede
el lugar en una esquina en lugar de intentar atropellarme para
ganarme el paso. También se cruza uno con una linda madre joven
acompañando a sus bellos hijos rumbo a la escuela, sonriendo con una
dentadura hermosa arreglada por un magnífico ortodoncista.
Así
volteo a ver el cielo y me doy cuenta que tiene un azul hermoso que
pocos pintores logran igualarlo, con nubes sedosas que medio cubren
un sol haciendo el efecto de un diamante engarzado, ese astro bello
que todos los días volvemos a sentir dándonos su calor y luz
proporcionando toda la energía que necesitamos y que nosotros
desaprovechamos, ignorándolo, metiéndonos en edificios con luz
artificial.
En
mi camino encuentro, cómo entre la grieta del concreto una plántula
encontró su camino para crecer; he incluso florear y volver a tirar
semilla para mantener su especie, sin atención especial ni mucho
menos con programas de asistencia social.
Sí
que existen hermosas cosas que contar de este precioso mundo que nos
prestaron para vivir en armonía con el resto de los seres vivos a
quienes también les dieron el permiso. Los cantos de los gorriones y
el vuelo de un colibrí nos recuerda que no estamos aquí para
destruirlo sino para disfrutarlo en armonía con todos esos seres
agradables. El vuelo atrevido de los zanates con sus graznidos
escandalosos nos traen el deseo de volar como ellos para movernos
entre las ramas de los majestuosos amates y ceibas que aún podemos
apreciar en algunas partes.
En
primavera nuestra fea ciudad se vuelve hermosa gracias a los escasos
arboles que aún existen. Mucho de ellos en estas fechas florean, así
ve uno los lilas de la jacaranda, el rosa, amarillo y blanco de los
robles; el coral de los tulipanes de la india y el blanco del
casahuate. Algunas rejas cubiertas de bugambilias moradas, rojas
rosas y blancas; también el rojo fuego de los tabachines brotan
esporádicamente para deleitarnos.
Después
de la primavera o a fines de ella, empiezan los incendios
tradicionales de los cerros secos por la carencia de lluvia,
provocando un nublado humoso que nos permite enfermarnos de las vías
respiratorias para beneficio de los médicos, que de algo tienen que
vivir, pero también nos asombra permitiendo formar unas interesantes
puestas de sol: esplendorosas y coloridas. Además nos recuerdan, las
quemas, que se preparan las tierras para que esa pobre gente obtenga
su apreciado alimento, que de otra manera tendrían que mendigar por
un voto.
Pues
sí, hasta la sangre que escurre en arroyos irisados y purpuras de los
desmembrados, cuando uno quiere, puede verlos hermosos, bellos,
coloridos, porque la belleza esta en todas partes aún en el momento,
en el preciso instante en que morimos al dejar espacio para que otras
vidas continúen disfrutando lo que uno ya hizo si quiso o prefirió
morir sin hacerlo.
Así
es como me siento a veces, pero hoy estoy optimista y quise
regalarles algo de lo bellos que es vivir en este mundo. Frío,
tibio, caliente, claro, brillante y obscuro, callado, ruidoso y
armónico, un mundo de contrastes, hermosos, permisible para los
artistas que son quienes día con día le sacan el máximo provecho
al mostrarnos lo que nos muestra a todos y hasta aquello que
solamente los sentidos talentosos del artista pueden palpar, para
que luego nos lo den a modo en sus obras.
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