Azotea (foto de Edgar P. Miller.) |
Mientras las comunidades del campo mexicano luchan para parecer metrópolis de hormigón, la gran ciudad de México trata de regresar al aspecto campirano.
Me tomé dos días de vacaciones y caí en esta metrópoli, lazos familiares me llevaron para allá.
En esa ciudad fue donde hice mis estudios profesionales y donde tuve mi primer empleo. Salí corriendo de ahí cuando iba a nacer mi primer hijo porque el lugar lo miraba inhabitable para una familia, así que me mudé a la ciudad pequeña donde nací y fue donde crecieron mis hijos y donde radico actualmente.
Chilpancingo no es ni la sombra de lo que fue cuando me fui a estudiar, gobiernos llegan y se van y en lugar de mejorarlo lo empeoran, con la complacencia de las mayorías, al menos eso dicen ellos.
Primer piso (foto de Edgar P. Miller) |
A diferencia, la gran ciudad ha tenido gobiernos que la han mejorar, primero con la intención de que no colapsara y después para hacerla más habitable, atractiva para el turismo; asombrósamente, en parte, lo han logrado.
Cuando yo salí de ella había un programa que se popularizó con el eslogan: adopta un árbol, que fue un éxito, porque los lugareños lo tomaron en serio y se plantó camellones y glorietas, baldíos; y cualquier espacio polvoso con árboles, convirtiendo a esa ciudad de tolvaneras en un bosque increíble, aún recuerdo cómo los habitantes iban con amor a regar su arbolito adoptado.
Me invitaron a comer el día que llegué; y qué mejor manera de comer que bajo la sombra de unos árboles, así es en el centro de la ciudad en un restaurante de primera, Azul Histórico, bajo la sombra de los ficus. Las fotos muestran desde arriba y ya bajo los árboles el restaurante, no sólo se arbolan los espacios exteriores sino que alguno habitantes lo hacen en los interiores.
Da vergüenza ver lo que hacen a los árboles en Chilpancingo.
Planta Baja. (foto de Edgar P. Miller) |
Continuará.
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