viernes, 24 de febrero de 2012

Perro callejero.



¡Hola!, soy un perro callejero y mi nombre es Chichi, No es mi primero nombre ya que antes me llamaba Chucho. Hoy almorcé en Vips, me comí un pañal desechable y unas tortillas mohosas, después me quite la sed con el agua de un pequeño charco junto a la alcantarilla del estacionamiento de Sams.  Mi madre fue una perra callejera que murió atropellada en la autopista del sol por un automóvil, mi padre no lo conocí ya que cuando nací el ya no estaba, yo llegué al mundo en un baldío de una de las colonias de la ciudad; con mis hermanos fuimos cinco. De cachorros éramos hermosos, por eso cuando pasó un individuo llamado Hermilo nos recogió sin avisarle a mi madre y nos llevó a vender al estacionamiento de la Comercial Mexicana, siguiéndonos entonces, fue como mi madre murió, Hermilo nos anunció como cachorros de  golden retriever[1] así que como nos vendió baratos en un día repartió, a mis hermanos y a mí, entre sus clientes. Yo me fui con un niño que llegó con su abuelito al que le ladré y el me acarició, yo le lamí su mano y él sonrió pidiéndole a su abuelito que me comprara, tardó un rato el señor para decidirse pero dada la insistencia de Manuelito, que es como se llama el niño, me compraron.
Yo sin madre, con hambre y frió; sentí muy bonito cuando el niño me cargó. Llegando a la casa de Manuelito me dieron leche, que me acabé y una frazada donde me quedé inmediatamente dormido, los días fueron pasando a todo dar, Manuelito me iba a ver y jugaba conmigo, me compraron una pelota y un hueso de carnaza que yo me pasaba mordiendo todo el día cuando Manuelito no estaba; cuando estaba, me lo aventaba, cosa que yo no entendía pero corría preocupado por él y lo volvía  a morder, él me gritaba chucho, chucho, … entonces dejaba el hueso y corría preocupado hacia donde estaba Manuelito y le ladraba y movía la cola temeroso de que algo me fuera a suceder.
Así fueron pasando los días hasta cuando el papá de Manuelito llegó de un viaje  y me conoció, se acercó a mí, me levantó y con una cara de fuchi, que dice: ¿y este perro corriente, quien lo trajo a la casa o cómo se metió?
Ahí terminaron mis días domésticos, después me subió a un auto y dirigiéndose al basurero público, por el camino, antes de llegar, me lanzó por la ventana; con la suerte que fui a caer a un matorral de huisache, donde   solamente me espiné, pero de los males; el menos, mejor.
Ahora soy perro libre camino todo el día. Como en los mejores restaurantes, entre comida y comida me echo a filosofar. Después busco una sombrita, cuando hace mucho sol; o una cubiertita cuando hace mucho frió, para dar mis siestecitas.
En está vida perra, que ahora es mía y no tengo porque perseguir el hueso, ni menearle cola, ni mucho menos lamerle la mano a nadie, he llegado a la conclusión de que más vale perro libre que perro con hueso.

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