Aunque ya es el último
año del sujeto que nos gobierna, no puedo dejar a un lado la siguiente descripción
que encontré sobre personas de esa manera de actuar.
“Hay un último tipo
de violencia que necesita ser descrito: la “sed de sangre” arcaica. No es la
violencia del impotente; es la sed de sangre del hombre que aún está
completamente envuelto en su vínculo con la naturaleza. La suya es la pasión de
matar como modo de trascender la vida, por cuanto tiene miedo de moverse hacia
delante y de ser plenamente humano. En el hombre que busca una respuesta a la
vida regresando al estado preindividual de existencia, haciéndose como un animal y librándose así de la carga de
la razón, la sangre se convierte en la esencia de la vida; verter sangre es
sentir ser fuerte, ser único, estar por encima de todos los demás. El matar se
convierte en la gran embriaguez, en la gran autoafirmación, en el nivel más
arcaico. Por el contrario, ser muerto no es más que la alternativa lógica de
matar. Este es el equilibrio de la vida en el sentido arcaico: matar a todos
los que pueda, y cuando la propia vida esté saciada de sangre, uno está
dispuesto a ser muerto. El matar en este sentido no es esencialmente amor a la
muerte. Es afirmación y trascendencia de la vida en el nivel de la regresión más
profunda…”[1]
El autor ya se
murió, por lo que espero no resucite y me exija derechos de autor, quien lo reescribió,
vive pero no tiene nada que reclamar, no es de él.
[1] Fromm, Erich; El corazón del hombre; fce;
colección popular; México; 1974. desde Muerte
a filo de obsidiana de Eduardo Matos Moctezuma.
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