Regresando al caso aquel en que se está volviendo moda nombrar a Dios en las tomas de posesión de los cargos a los gobiernos. Déjenme sugerirles una oración, algo autóctona, para todos esos que en lo sucesivo quieran salirse de lo laico del Estado Mexicano.
Aquí va:
¡Oh señor nuestro humanísimo, amparador y gobernante invisible e impalpable! Bien sé que me tenéis conocido, que soy un pobre hombre de baja suerte, criado y nacido entre estiércol, hombre de poca razón y bajo juicio, lleno de muchos defectos y faltas, que ni me sé conocer, ni considerar quién soy…
Me habéis puesto en la dignidad y trono real, ¿quién soy yo, señor mío, y qué es mi valer para que me pongáis entre los que vos amáis, conocéis y tenéis por amigos escogidos...?
¿Qué modo tendré en gobernar y regir esta vuestra república?
¿Cómo tengo de llevar esta carga del regimiento de la gente popular, yo que soy ciego y sordo...?
Puesto que ya tenéis determinado de ponerme en escarnio y burla del mando, hágase vuestra voluntad y disposición, y cúmplase vuestra palabra…
Nezahualcóyotl vida y obra; José Luís Martínez; Fondo de Cultura Económica; pág. 27.
¿Qué les parece?
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