Todas las mañanas en el Este
se ve brillando el lucero atolero, que es como se acostumbra nombrar aquí a
Venus, su gran brillo sigue observándose aún cuando el cielo aclara, mañana
volveré, como él lo hace, a caminar rumbo al poniente, siempre le gano, cuando
regreso se apena tanto que su luz se apaga y ya no logro admirarlo. Mañana te daré otra oportunidad planeta brillante, parece
ser que al menos a Júpiter ya estás por alcanzar, mañana lo comprobaré.
Este día no salió Venus, un
nublado tupido no le permitió seguirnos la huella. Ahora para cambiar un poco
el recorrido, nos fuimos en transporte desde la colonia PRD hasta Amojileca, de
ahí caminamos catorce kilómetros para
llega a un rincón verde de la sierra madre, Xocomanatlán, un pequeño poblado
metido entre los pliegues de las montañas que reverdecen gracias a los bosques
de jóvenes coníferas.
Hicimos un modesto almuerzo a
base de lácteos, y regresamos unos seis kilómetros hasta un terrenito del
amable amigo Abel Pastor quien nos levantó para llevarnos a conocer su granja; donde
cría conejos, cerdos y otros animales, además de elaborar Mezcal en temporada de secas. De ahí llegamos
amojileca donde en casa del mismo amigo nos tomamos unas copitas de mezcal
cortesía de él; ya tarde, regresé en transporte público a Chilpancingo, algunos
se quedaron al festejo de uno de los compadres de los caminantes. Chilpancingo
me recibió con torrencial aguacero por lo que no he podido apreciar a mi
querido acompañante Venus.
En esta ocasión tuvimos una
gran caminata apreciamos paisajes interesantes,
pero también fuimos testigos de cómo la moderna civilización se apropia de las
costumbres y como los habitantes de las pequeñas comunidades se vuelven
consumistas.
Les contaré algo que parece
poco pero que significa mucho.
La tortilla es un alimento que
desde tiempos precolombinos ya era básico para las familias mexicanas, cada
familia sembraba su milpa,
cosechaba, desgranaba, molía en el metate el maíz
después de pasarlo por el proceso de nixtamal, posteriormente sobre un comal de
barro calentado por un fuego de leña cocían las tortillas.
Poco a poco cada
proceso de esta costumbre se ha ido quitando o sustituyendo por otra según conviene
a cada familia. Ya en las ciudades quien quiere comer tortillas va y las compra
en una tienda, sin siquiera saber como o con que se hacen. Se preocupan más por
el precio que por la calidad. A quienes nos gusta ir a pasear a los pueblos lo
hacemos, en parte, porque podemos comer los alimentos tradicionales en su
manera primitiva de elaboración. Las tortillas han ido pasando por un proceso
de industrialización desde hace ya bastante tiempo, primero dejaron las
familias de sembrar el maíz; optando por comprarlo o mendigarlo al gobierno en
turno. Quienes elaboraban el nixtamal, dejaron de molerlo en su metate y acudieron
a los molinos mecánicos.
Se dejó primero el comal de barro y se uso uno de lamina
de hierro, después se eliminó la leña y se sustituyó por gas, después el
proceso de hacer la tortilla con la mano cambio al del aparatito que las
aplasta palanqueándolo, hasta terminar haciendo todo el proceso de elaboración
de la tortilla, desde la masa, por una maquina tortillera. Ya no se hace
nixtamal, ahora, se compra harina preparada
industrialmente y de ahí pasa a la máquina tortillera.
Se entiende que todo lo
anterior es válido si la calidad de la tortilla fuera la misma, que la
primitivamente hecha a mano; o si el resultado fuese mejor, pero no es así, las
tortillas de máquina son una porquería comparadas con las primitivas que llevan
todo el proceso manual.
Algunas familias en los
pueblos han sustituido algunos pasos que no afectan la calidad, como es el
molido del nixtamal y el cambio de comal y combustible con que se cocinan.
Pues bien todo esto se los
digo porque ahora que ya existe carretera hasta
Xocomanatlán, la señora que nos atendió amablemente para darnos de comer,
viene a Chilpancingo por sus tortillas de máquina, ¿que les parece? fuimos
hasta Xocomanatlán caminando catorce quilómetros, para comer tortillas de
Chilpancingo, aunque tomamos leche de vaca de verdad y queso real también, las señora amablemente también nos ofreció Coca
Cola.
Ni modo, el mundo cada día se vuelve
imperfecto, ¿o seremos los humanos los imperfectos?