Tuve un sueño terrible,
probablemente el sueño de muchos, pero a mí me llegó como pesadilla. Digo que
para muchos mi pesadilla es su sueño porque al parecer cosas que aparecían en
ella cotidianamente las desean las mayorías.
Les platicaré. Resulta que
desperté y fui, como lo hago todos los días, asomarme a la ventana, mi cuarto
tiene vista al arroyo, pero al de autos que circulan por la calle. Les decía
que eché un vistazo por la ventana, pero cual no sería mi sorpresa al ver que
desde el poniente hasta donde termina la calle estaba repleta de camionetas de
lujo de esas de muchos pasajeros pero que en ella solamente va uno, de las que
gustan tanto a los automovilistas de ahora, también circulaban de otros modelos
de automóviles; tanto como circular suena exagerado, realmente iban a vuelta de
rueda, pero no terminó mi sorpresa ahí; sino que siguió, ya que las banquetas
estaban ocupadas por multitud de vendedores de fritangas, frutas, artesanías y muchas
chuchearías. Los que atendían vestidos
con esos hermosos atuendos que usan las pocas etnias que existen aún en la
montañas de Guerrero, unos miles apenas pero que se imponen como si fueran
mayorías, gracias a todos los convenencieros que se les unen sin serlo para
sacar prebendas.
Fíjense que esto de las ropas típicas
autóctonas ya está desapareciendo, son pocos quienes las manufacturan y menos
quienes las usan, ahora usan ropa que llega de oriente, porque nuestros autóctonos
ya no están en condiciones de estar días trabajando en un telar haciendo estas
obras de arte, tanta despensa de carbohidratos los enfermó de diabetes y ahora exigen
asistencia médica, prefieren hacer mítines y cobrar por ir a votar, lo anterior
acompañado de todos los beneficios sociales que han obtenido sexenio tras
sexenio, más las ayudas internacionales; les permiten dejar a un lado la
elaboración de prendas artesanales. Ahora se visten con tenis, guaraches de
hule, gorras en lugar de sombrero, pantalón de mezclilla en lugar de calzón y
playeras en vez de camisa de manta, las damas ya ni conocen los rebozos, los
huipiles mejor los venden que usarlos. Mucha
de la ropa que utilizan ha llegado en pacas de otros lugares como auxilio de
desastres. Así vez a Jacinto Nepomuceno Tecuapa con una sudadera de Oxford
Todos andan con su celular en la mano. Las verdaderas comunidades autóctonas
realmente no eran miserables, quizás vivían diferentes a los individuos de las grandes
ciudades pero tenían modos de vida dignos y propios, trescientos años de
influencia católica trastornó sus verdaderos usos y costumbres convirtiéndolas
en un mazacote de costumbres ajenas. Ahora sí son miserables y viven de la
caridad, se salvan algunos pocos, pero no por mucho tiempo.
Regresando al sueño después de
ver lo mencionado bajé; aparecí en mi sueño leyendo el periódico que informaban
la desaparición del transporte público; dizque porque entorpecía el tránsito
vehicular, también un decreto donde se permitía mercadear en las banquetas para
disminuir el desempleo apoyados por los créditos del PYMES,
además que se había promovido entre los bancos créditos hasta por cincuenta
años a quienes quisieran un auto para transportarse.
No cabía en mi perplejidad de
lo que sucedía, después aparecí saliendo de mi cochera caminando, no uso auto
pero tengo cochera, frente a ella mi vecino estacionado, estorbando la salida; o
sea, no permitía el paso en auto, de todos modos no era necesario. ¡La banqueta
bloqueada por vendedores no permitía que saliera andando! Mi vecino, sobre su auto de lujo, me volteó a ver
con una sonrisa boba, encogió los hombros como disculpándose, él algo
fastidiado al parecer llevaba ya algunas horas tratando de meterse al arroyo de autos para circular
pero no se lo permitían los demás conductores. Veía desde arriba como todas las
calles de la ciudad estaban igual, también todas las banquetas. Quise salir y haciéndome
de ladito y flaquito, logré llegar a la guarnición de la banqueta pero no
existía manera de caminar por ella, así que aprovechando lo lento de los autos
caminé por la calle entre ellos hasta caer en una alcantarilla abierta, ¡es un
sueño! me dije, Chilpancingo no tiene alcantarillas. Desperté en el piso de mi
cuarto, relajado, sabiendo que solamente había sido una pesadilla. Sin embargo,
tengo miedo de ir asomarme a la ventana.
Great story. These thing inspire me
ResponderEliminarGracias por el comentario.
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