Nacimiento del Huacapa. |
Recuerdo que por los años de 1956-1957 tuve mi primer contacto con el Río Huacapa, a diferencia de lo que mucha gente sabe, que conoce a través de lo que les han dicho, de la limpieza del río; la parte que cruzaba la ciudad por el lado poniente ya tenía algo de contaminación ocasionada por las aguas negras y basura, que algunos pueblerinos arrojaban a su ribera.
Aún recuerdo esas excursiones que hacíamos, los chamacos que vivíamos en el Barrio de San Francisco, caminando por las riberas del río, recuerdo que pasábamos primero con Don Fidel a comprar bolillos con chiles en vinagre, que me los disparaba Gustavo para irlos comiendo en el camino, a mi siempre se me antojaban las tablillas cilíndricas de chocolate que tenía en uno de los vitroleros esa la miscelánea y expendio de petróleo, yo nunca traía para comprar ya que mis padres no acostumbran darnos dinero: ¡se come en la casa, a sus horas!, decía mi madre, y no existía argumento que la hiciera cambiar.
Les estaba comentando que caminábamos por las riberas, a veces había necesidad de cruzarle, lo cual se hacía por los lugares donde previamente alguien había improvisado un pasadizo con piedras (los tepanoles) acomodadas a la distancia de pasos de un adulto; yo, como niño y torpe por cierto, debido a la sobre protección anterior, lo intentaba a gatas; pero aún así, terminaba a veces cayendo al arroyo sin más consecuencia que la de mojarse y ensuciarse con el lodo y la lama que existía junto a las rocas del paso. Lo que para mi era más divertido.
Recuerdo, regresando al comentarios de la contaminación: donde terminaban las calles que desembocaban en el río, había recolectores de aguas negras que ya sea porque se tapaban o porque así era el diseño, unos grandes cilindros ahuecados hechos de tabique de barro cocido, rebosaban y el agua escurría por la parte de arriba dando círculos al salir, bien recuerdo que me atraía mirar esa agua gris donde flotaban los cerotes de excremento humano intentando salir del recolector, no se me olvida como cogíamos las piedras para empezar a tirarle a las cacas, considerando que eran barcos y las piedras bombas para hundirlos, nuestros juegos bélicos bien justificados gracias a las matinés de películas de la segunda guerra mundial.
Como pueden darse cuenta esa agua sucia y contaminada con excreciones humanas que terminaban vertiendo al Río Huacapa. Aparte los colectores estaban rodeados de basura, quiero pensar que al ver que de ahí salía mierda, ellos podían permitirse ayudar, ensuciando más, tirando la basura a su alrededor.
Dejemos a un lado las porquerías y sigamos caminando, una vez que pasábamos el último colector que estaba más o menos a la altura donde tenía entonces su aserradero el Sr. Iturbe, la calle de Hermenegildo Galeana, después el agua del río empezaba a mirarse transparente y limpia, incluso se miraban guppys nadando dentro de ella, quiero aclarar, para aquellos que desconocen el lugar, que caminábamos corriente arriba. Existían lugares estrechos y otros donde el agua se extendía tanto que parecía que terminaba el río.
Así que después de un buen caminar y pasar por lugares interesantes llegamos al puente, que se encuentra donde está la terminal de autobuses, que servía a la carretera nacional México-Acapulco para cruzar el Río. Alrededor de ahí existían varias fábricas de tabiques y bajo el puente justamente se formaba o habían habilitado una poza en la cual se encontraban familias bañándose, era bastante profunda ya que recuerdo vi que se tiraban clavados desde un bordo junto al puente.
De ahí en adelante solamente recuerdo que existía un gran paraje parecido a una ciénaga cubierta de plantas acuáticas recuerdo una que sacaba fuera del agua algo como una espiga que tenía forma de salchicha ensartada en una aguja, me emocionó verla porque ya antes la había visto en algún libro de la casa también; ahora estoy algo confundido porque pensé que era común y no la encuentro en la red, en esa época también llegué a ver las espigas, ya secas, en floreros de algunas casas visitadas en el pueblo. Había multitud de aves de diferentes clases, recuerdo que en el camino constantemente nos encontrábamos con parvadas de zopilotes comiéndose algún cadáver de animal. Después no recuerdo mucho del paisaje; salvo de algunos sauces y amates, hasta que llegamos a la presa, ésta es una cortina no muy alta, de unos trescientos metros de largo, construida de piedras unidas con argamasa; me imagino que cemento. Tiene la sección transversal de trapecio de unos sesenta grados de inclinación lo que significa que la piedra está amontonada en su estado de reposo; aún así existe; y durante las lluvias, siempre existe más el temor de que reviente, realmente por la forma que tiene y lo poco alto que es, no creo posible que suceda, pero todo en este mundo y cuando de la naturaleza se trata puede ser.
Recuerdo que en esa ocasión fuimos a ver a unos que se habían ahogado. En las aguas que juntaba la presa se acostumbraba nadar, pero rumoreaban que se formaban remolinos, algunos; otros, que había plantas que atrapan a quienes se sumergía y por eso se ahogaban, el rumor era impactante, por lo que mi madre y padre nos tenían prohibido ir a ella, pero por eso era lo divertido ir, yo ni nadar sabía entonces, pero creo entender que el saber que me lo prohibían era suficiente interesante para ir; por eso fuimos, de regreso nos pusimos saliva detrás de las orejas para que no nos fueran a pegar al llegar a casa; entonces los padres si que nos sonaban cuando enfurecían, llegamos tarde todos enlodados y después de la hora de la comida, como llegamos tarde no nos dieron de comer, tuvimos que esperar la merienda, mi madre estaba tan asustada de vernos enlodados con el agua “sucia” del río que ya mero le daba el soponcio; en lugar de pegarnos, nos bañó y cambió.
Al día siguiente y toda la semana estuvimos, los del barrio, hablando de lo inflado que estuvo el ahogado y de lo que apestaba, después de algunos días ya estábamos planeando la nueva pinta. No había televisión, al cine a veces nos llevaban el domingo a la matiné, ni que decir de juegos de nintendo o móviles, nuestras diversiones teníamos que armarlas entre los cuates del barrio y de acuerdo al lugar que nos rodeaba.