Foto wikipedia |
Cuando era un adolescente, recuerdo el mitote que se hizo en México con el traslado de un ídolo Nahuatl. Lo movieron de una región del interior del país a la capital, esta imagen de piedra basáltica de unas cuantas toneladas fue puesta a la entrada del museo, entonces, más importante de México; el Museo de Antropología e Historia.
Ese año hubo unas torrenciales lluvias que inundaron diferentes partes de la república mexicana; diferentes personas argumentaban que había sido producto del enojo del ídolo provocado por el traslado, creo que incluso los lugareños de donde fue extraída la mole intentaron que la regresaran al lugar de origen. Pues bien, ese ídolo representa a un Dios Nahuatl que se llama Tlaloc. Según la mitología prehispánica es quien decide las lluvias.
Siempre que recuerdo su tamaño y su imponente aspecto, me llega a la menta ideas de cómo ha de haber sido el temor a las lluvias de los habitantes del México antiguo para tener la ocurrencia de representar de manera tan majestuosa a su Dios. Siempre que llueve intensamente me viene a la memoria y me sonrío, temer a las lluvias no ha de haber sido la razón; tal vez, el temor debió haber sido a que en algún momento se hubieran quedado sin ellas. Entonces no serían algunos muertos causados por tenerlas en abundancia; sino que morirían todos de hambre ocasionada por carecer de agua suficiente para las cosechas; ya que las culturas mesoamericanas básicamente eran agrícola.
Los habitantes modernos, de las mismas tierras que menciono, han dejado de ser quienes cultivan lo que comen, estas personas quizás algunas ni saben de donde sale lo que comen, por eso muchos ignoran la importancia de la lluvia y siempre les temen o mínimo las detestan por inoportunas. Las desprecian e incluso las retan, yéndose a vivir a los lugares; que quieran o no, le pertenecen a los llantos del Dios Tlaloc.
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